Han impactado la ferocidad y las falacias conque el ‘establishment’ concertacionistaha reaccionado frente a la presentación de varias diputadas (incluyendo de la ex Concertación) de un proyecto de Reforma Constitucional destinado a que la Convención Constitucional pueda aprobar democráticamente una nueva Constitución.
Es sabido que con el fraudulento quórum de dos tercios impuesto por el funesto acuerdo del 15 de noviembre del año pasado –y refrendado luego por una Reforma Constitucional en diciembre-, ello no será en absoluto posible; al “igualar” contra todo principio democrático y toda lógica el valor de 34 al de 66. Naturalmente, en el contexto político-electoral chileno, esto significa conferirle a la minoritaria derecha un decisivo poder de veto en la aprobación de la “nueva” Constitución…
Este proyecto fue presentado por las diputadas Camila Vallejo (PC), Maya Fernández (PS), Cristina Girardi (PPD), Pamela Jiles (PH), Alejandra Sepúlveda (FRVS) y Camila Rojas (Comunes). Y provocó tal furor en el liderazgo de la ex Concertación y particularmente del PS que, en un hecho pocas veces visto en nuestro país, éste último presionó a tal grado a su diputada Maya Fernández (además, nieta de Salvador Allende…) que la forzó a que retirara en horas su patrocinio.
Y generó, además, un conjunto de cuestionamientos públicos, tanto a las autoras como a la iniciativa misma, por parte de dirigentes actuales y de figuras históricas de la Concertación. Así, en sendas columnas en El Mercurio, las han cuestionado nada menos que José Antonio Viera-Gallo (“La regla de los 2/3”; 23-11-2020); y Eugenio Tironi (“El exocet de Camila”; 24-11-2020). De este modo, Viera-Gallo las emprendió duramente contra ellas, al señalar que “los partidarios del cambio de quórum están animados por una mentalidad de trinchera. Imaginan la Convención como un escenario de enfrentamiento de posiciones”; ¡como si el aspirar a que se defina democráticamente el contenido de una Constitución fuera prepararse para una guerra!…
Pero, además, notablemente –revelando implícitamente la debilidad de su posición de fondo- comienza la argumentación de su artículo dando un argumento meramente fáctico: “No es la primera vez que se exige un quórum de 2/3 para que una asamblea pueda aprobar una nueva Constitución”. Y ¡ni siquiera cita algún ejemplo exitoso de su afirmación!… Para hacernos cargo del tema –independientemente de la pobreza argumental del ex senador- se escuchó mucho hablar a fines del año pasado, por parte de los apologistas de “centro-izquierda” de dicho quórum, de dos ejemplos: Sudáfrica y Bolivia.
El haber puesto como ejemplo a Sudáfrica no se sabe si fue producto de la ignorancia o de la mala fe. Porque allí, si bien se estipulaba en principio un quórum de dos tercios para aprobar las normas constitucionales, las que no alcanzaban ese quórum eran sometidas a un plebiscito dirimente por el que el pueblo sudafricano (¡el soberano en definitiva!) definía si aceptaba la posición mayoritaria o minoritaria de la Asamblea (Ver Héctor Testa Ferreira.- “El proceso constituyente en Sudáfrica. Los dos tercios y el referendo dirimente. Lecciones para la experiencia chilena”; en De Frente, 11-12-2019). Si esto se hubiese aprobado ahora en Chile nadie tendría algo que objetar. Pero lo que se decidió aquí fue algo muy distinto y que podemos verlo perfectamente graficado con el ejemplo de la aspiración claramente mayoritaria en nuestro país de estipular que el agua sea efectivamente un bien nacional de uso público, sujeto a concesiones administrativas del Estado a privados. En enero pasado se aprobó por gran mayoría en el Senado una disposición en ese sentido, pero como no obtuvo los dos tercios –quórum de la actual Constitución para dicho ámbito- no logró aprobarse. Pues, bien, ¡lo mismo se repetirá con toda seguridad en la próxima Convención, de mantenerse el famoso quórum de los dos tercios!…
Y lo de Bolivia, donde en efecto la derecha impuso unilateralmente dicho quórum fraudulento, no pudo ser más desastroso. Primero, porque luego de establecerse la Asamblea en agosto de 2006 ¡demoró un año en consensuar un solo artículo! Luego, la mayoría de la Asamblea que tenía el MAS (Movimiento al Socialismo) “se cansó” del proceso y aprobó por mayoría absoluta un texto, en diciembre de 2007, completamente al margen de la minoría. Esta no reconoció el texto y comenzaron graves problemas políticos y regionales, con huelgas de hambre, enfrentamientos violentos, saqueos, muertos y heridos. Finalmente, hubo una negociación al margen de la Asamblea que terminó con un texto plebiscitado y posteriormente promulgado ¡en febrero de 2009! (Ver Emily Avendaño.- “El caótico proceso de la Asamblea Constituyente en Bolivia”; en El Libero; 7-11-2019). Por mucho que la disposición hacia la derecha del liderazgo de la ex Concertación sea exactamente opuesta a la del MAS en Bolivia, nada garantiza que la base de sustentación social que votó por el “Apruebo” y que generó el “estallido” o “rebelión” social del año pasado no origine también –por su previsible frustración con una “nueva” Constitución de consenso como la de 2005- un escenario fuertemente conflictivo.
Esto último lo vislumbra, sí, Viera-Gallo, pero sólo desde un punto de vista elitista, al decir que detrás de esta propuesta de las diputadas “late la idea de algunos de que la Convención por mayoría pudiera atribuirse más facultades que las que le han sido conferidas, como ocurrió por ejemplo (…) en Bolivia; ese propósito en todo caso tiene muy escasas posibilidades de contar con el respaldo mayoritario de los futuros convencionales, pero además de lograrlo generaría una crisis institucional grave al adoptar decisiones que adolecerían de nulidad de Derecho Público”.
Pero sin duda que la mayor falacia del ex senador la plantea al decir que el quórum de los dos tercios se hizo “pensando en la conveniencia para alcanzar acuerdos amplios que dieran legitimidad y estabilidad a la nueva Constitución”. ¡Cómo se va a lograr legitimidad y estabilidad después del estallido social (que puede verse mucho más estimulado como efecto de la pandemia) con una Constitución al gusto de la derecha que impuso el “modelo chileno” a sangre y fuego, y que naturalmente usará su poder de veto para continuar imponiéndolo con alguno que otro “maquillaje”!…
En verdad, el artículo de Tironi no agrega nada interesante al de Viera-Gallo, porque sostiene que el proyecto no debiese generar preocupación alguna, al decir que “todo el arco político y social aceptó sin vacilar los resultados y la legitimidad del camino que se abre”; y que una encuesta revela que “una inmensa mayoría de la población espera cambios positivos”; por lo que el “proyecto de Camila Vallejo” sería un “exocet” que lo único que lograría sería convertir en “imposible” una lista única de la oposición. Y el cabildero termina señalando complacientemente que esto “tendrá un efecto político sobre el resto del arco político, que también se fragmentará”; con lo que “la papeleta ofrecerá entonces una amplia variedad de opciones”, lo que “para la vitalidad del proceso es una buena noticia”.