Recientemente, la derecha más fanática del Estado terrorista de Israel ha comprendido la eficacia de la española Ley de Partidos Políticos, que, como una goma, puede ser estirada y retorcida para justificar cualquier barbaridad antidemocrática. La extrema derecha pidió al gobierno israelí que se entretenía masacrando Gaza, que utilizase el método español contra los partidos […]
Recientemente, la derecha más fanática del Estado terrorista de Israel ha comprendido la eficacia de la española Ley de Partidos Políticos, que, como una goma, puede ser estirada y retorcida para justificar cualquier barbaridad antidemocrática. La extrema derecha pidió al gobierno israelí que se entretenía masacrando Gaza, que utilizase el método español contra los partidos palestinos legalizados en Israel, aplicando contra este pueblo que resiste dentro del Estado israelí ocupante de sus tierras las mismas leyes que ilegalizan a la izquierda abertzale. El aval dado por el sionismo más asesino es idéntico al que dieron dictaduras criminales de varios continentes a la denominada «transición española a la democracia» copiándola como método para conservar el poder esencial y decisivo variando algunas cosas superficiales y no decisivas. Pero sabemos que la «transición» fue pensada y dirigida por Estados imperialistas con sus correspondientes servicios secretos.
Con estos ejemplos queremos central la reflexión en la dialéctica entre el contexto mundial y el contexto estatal en lo que toca a la represión de Euskal Herria. El pucherazo, fraude y amaño de las elecciones autonómicas en Vascongadas mediante la represión y la violencia, sólo se explica si consideramos la interacción entre la crisis interna del Estado y su crisis externa, la decadencia internacional del capitalismo español. Muy básicamente, el Estado español tiene cinco quiebras estructurales: una, su tecnofobia y baja productividad del trabajo; dos, su corrupción; tres, su dependencia más de la represión que del consenso; cuatro, su dependencia del poder mediático y, cinco, su dependencia del poder religioso. Cada una evoluciona con autonomía propia en su desarrollo desigual, pero con coherencia común en su desarrollo combinado, remitiéndonos al fracaso histórico de los pocos intentos de revolución burguesa habidos y, como efecto, a la extrema debilidad de la «nación española» para integrar mal que bien a los pueblos no españoles. Ninguna de las cinco quiebras ha sido resuelta durante la larga década pasada de exuberante pero envenenada expansión financiero-inmobiliaria. Durante estos años, la burguesía española se ha despreocupado en modernizar los pilares de su poder, y se ha limitado a estrujar al máximo la gallina de los huevos de oro, hasta matarla de agotamiento.
Drogado por sobreganancias preñadas de tempestades, el Estado dio rienda suelta al egoísmo corrupto del capital financiero, despreciando las inversiones en industria moderna; se dedicó a recentralizar su poder, aumentar su nacionalismo, «cepillarse» a los catalanes, reírse del timorato «Plan Ibarretxe», y extender e intensificar la represión contra todos los pueblos y clases, y a explotar con sus transnacionales a otros pueblos, sobre todo a los de las Américas. La acción desigual y combinada de la quíntuple quiebra estructural explica el peso creciente del nacionalismo español como cohesionador ideológico y fuerza centrípeta para frenar las tendencias centrífugas de los pueblos oprimidos y la tendencia al aumento de las luchas obreras, populares y sociales. La crisis ha agudizado estos y otros problemas mostrando que la banca tiene un agujero insondable; los motores económicos clásicos como el inmobiliario y el automóvil, están gripados y la decisiva industria turística se debilita por momentos; las ganancias del subimperialismo exterior se reducen; la productividad no aumenta mientras sí aumenta la brecha digital y tecnocientífica; se empieza a hablar de deflación; el paro crece incontenible junto al empobrecimiento y la morosidad; todos los indicadores internacionales certifican el retroceso español y la nula garantía de sus promesas económicas. El Estado ha fracasado en sus siete planes anticrisis y está haciendo el ridículo en el octavo que acaba de implementar, un fracaso tan palmario que hasta la UE, que no puede dar lecciones a nadie, le ha pedido cuentas y explicaciones.
No debemos hablar tanto de las diferencias entre PP y PSOE como de la urgencia que tiene el Estado para salir de su crisis. Y la salida exige aumentar la explotación social, la opresión nacional interna y el saqueo del subimperialismo español externo, y expulsar emigrantes, mientras se dan ayudas económicas a diferentes fracciones de la burguesía, según evolucione la situación. CCOO y UGT están para ayudar a la patronal. Controlar el granero de votos de Andalucía y el Principat Catalán es prioritario para el PSOE y para el Estado lo es frenar el malestar popular y obrero en ambas naciones. Para el PP su victoria en Galiza supone un triunfo vital y un reforzamiento del Estado. Con estas naciones atadas, por ahora, los derechos de otros pueblos como el canario, el aragonés, las partes de los Països Catalans controladas por el PP tienen menos ejemplos que seguir. Pero lo fundamental es que la estrategia del pucherazo en la CAV estaba ideada con antelación para poder aplicar masivamente contra el Pueblo Vasco una política que, en parte, ha sido experimentada en el Principat Catalá en donde la represión es legitimada por la marca regional de IU en esa nación, y donde el soterrado pero sistemático ataque a la identidad, lengua y cultura catalanas que realiza el PSC avanza ante la pasividad del socio gubernativo, ERC.
En Euskal Herria la alianza UPN-PSOE, copia de la «unidad española» en las plazas militares africanas de Ceuta y Melilla, es el principal ejemplo a seguir por el PSOE en la CAV. En Nafarroa la represión golpea todas las bases materiales y simbólicas que generan la conciencia nacional y social vasca. El PSOE navarro es pieza clave en este ataque directo a la identidad vasca, aunque no esté en el gobierno. Pero en la CAV el PSOE no quiere cederle ningún triunfo al PP aunque negocie con él lo decisivo de su estrategia que, lo más probable, se caracterizará por tres grandes líneas: una, asfixiar e invisibilizar a la izquierda abertzale reduciendo al máximo los ya muy mermados derechos democráticos de nuestro pueblo, para lo que movilizará activamente a la Ertzaintza que se ha adelantado volviendo a utilizar la tortura, ampliará la mentira propagandística y, a la vez, presentará a Aralar como el «buen abertzalismo», al que sí está permitido votar. La segunda línea será la de apuntar algunas medidas sociales que superen al neoliberalismo del PNV, mostrando que «con España se vive mejor que sin ella o contra ella» para crear una masa social relativamente satisfecha en medio de la crisis, temerosa de perder las limosnas y sorda, muda y ciega ante la represión creciente, bueyes cebados por Madrid. La tercera línea se desarrollará por debajo de las dos anteriores, buscando pasar desapercibida para, así, erosionar la identidad vasca y acabar con el independentismo, reforzando el nacionalismo español presentado de diversas formas para que penetre con más facilidad. Recordemos aquél eslogan de PP-PSOE de 2001: «somos europeos, españoles y vascos».
Los «independientes» que tal vez entren en el Gobiernillo endulzarán estas líneas estratégicas. Ya se huele el miedo en los rebaños de burócratas jelkides a perder sus poltronas y entre muchos tertulianos y lumbreras de EITB. El PSOE apenas tendrá problemas en comprar tránsfugas camaleónicos, y tampoco para que el sector más regionalista y claudicante del PNV reoriente el partido hacia nuevas concesiones al Estado. El PSOE hará lo imposible para no adelantar elecciones autonómicas a no ser que el PNV se debilite mucho al agotársele el oxígeno del dinero institucional.