El desempleo genera consecuencias de diversa índole en sociedades que no permiten a los individuos alcanzar los medios de subsistencia o los recursos para llevar adelante sus propias vidas. Se sabe que provoca graves efectos sobre la salud mental y el bienestar psicológico, con varios síntomas, desde la ansiedad y la depresión hasta el suicidio. […]
El desempleo genera consecuencias de diversa índole en sociedades que no permiten a los individuos alcanzar los medios de subsistencia o los recursos para llevar adelante sus propias vidas. Se sabe que provoca graves efectos sobre la salud mental y el bienestar psicológico, con varios síntomas, desde la ansiedad y la depresión hasta el suicidio. Un estudio de Abigail Barr, Luis Miller y Paloma Úbeda añade también otro factor a tener en cuenta: el cambio en la percepción moral de las situaciones sociales.
Un experimento no cambia el mundo, ni siquiera quizá sea suficiente para elaborar una teoría completa, pero puede aportar indicios de muchas cosas. En un experimento con 151 jóvenes de dos ciudades con índices de desempleo diferentes como Bilbao y Córdoba, mostraron Barr, Miller y Úbeda que las personas seleccionadas variaban su percepción sobre la justicia distributiva en el reparto de compensaciones económicas por trabajos que habían ejecutado en grupo. La base del experimento consistía en someter a estos individuos a diferentes recompensas: en unas ocasiones, asociadas de manera proporcional al esfuerzo que habían realizado y, en otras, de forma totalmente aleatoria. El experimento se hizo en dos años consecutivos, comprobando que, al repetir el estudio, con independencia de su ciudad de origen, aquellas personas que se habían quedado en el desempleo preferían repartir el dinero resultante entre quienes habían participado con otros criterios equitativos, sin valorar el esfuerzo individual, ni el trabajo previo.
Con frecuencia pensamos que nuestra ética privada se corresponde con principios sólidos y voluntarios, que dependen de nuestro libre arbitrio. Sin embargo, experiencias como éstas ponen en duda esa inquebrantable fe en el individualismo ético y en el reconocimiento meritocrático que nos inculcan. Al final del mencionado estudio aparece la cita de un autor clásico: «No es la conciencia de los seres humanos lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia». Fue escrita en 1859, por Karl Marx. Hay cosas que no han envejecido tanto como nos quieren hacer creer.
Fuente original: http://www.diagonalperiodico.net/culturas/30175-contra-la-meritocracia.html
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