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¿Contra quién se arma Chile?

Fuentes: Punto Final

La desconfianza con que miran a Chile algunos países del vecindario, parece justificada a la luz del último informe anual sobre el gasto militar en América Latina del Instituto Internacional de Estudios para la Paz (Sipri), de Estocolmo. En su informe sobre el año 2009, señala que Chile se ubica en tercer lugar, detrás de […]

La desconfianza con que miran a Chile algunos países del vecindario, parece justificada a la luz del último informe anual sobre el gasto militar en América Latina del Instituto Internacional de Estudios para la Paz (Sipri), de Estocolmo.

En su informe sobre el año 2009, señala que Chile se ubica en tercer lugar, detrás de Brasil y Colombia, con un gasto de 5.683 millones de dólares. Brasil encabeza la lista con 27.124 millones; Colombia, gasta 10.055 millones; Chile, 5.683; México, 5.490; Venezuela, 3.254 millones (25% menos que el año anterior); Argentina, 2.608; Ecuador, 1.821; Perú, 1.502 y Uruguay, 496 millones. En cuanto a Cuba, no hay datos de 2009, pero el año anterior gastó 2.177 millones de dólares.

En la última década, Chile ha aumentado su gasto militar en 48%. Si se mide en relación con el Producto Interno Bruto (PIB), el país que más recursos destina a las armas es Colombia, con el 3,7%, dos décimas más que Chile que ocupa el segundo puesto por sobre Ecuador, con 2,8%. Venezuela está mucho más abajo, con 1,4% del PIB. Vale la pena consignar que EE.UU. dedica el 4,3% del PIB al gasto militar, 661 mil millones de dólares.

Estas cifras demuestran que entre el discurso pacifista de los gobiernos y la realidad de su gasto militar hay un enorme trecho, minado por torvas intenciones geopolíticas y fratricidas hipótesis de guerra. Son desquiciados nacionalismos alimentados por la danza de comisiones que rodea al negocio de las armas. Políticos y militares se enriquecen con los fondos secretos del mercado de la muerte. Pinochet en el pasado reciente de Chile -y quizás quiénes ahora- reunió una fortuna de 21 millones de dólares -según el juez que investigó las cuentas en el Banco Riggs- rapiñados de ese comercio que desangra a nuestros países.

Mientras Chile despilfarra miles de millones de dólares en la guerra de nunca jamás, no hay presupuesto para la educación pública -que acaba de recibir el bofetón del Simce-, ni para hospitales -que se entregan en concesión por falta de fondos públicos-, ni para viviendas de los damnificados del terremoto -inversión que se reduce a las cuatro tablas roñosas de las mediaguas-.

En resumen, los antecedentes del Sipri (www.sipri.org) señalan que América Central (incluyendo México y el Caribe) -región donde abunda la extrema pobreza-, gastó el año pasado 5.600 millones de dólares en armamento, 9,7% más que en 2008. Sudamérica en su conjunto destinó 51.800 millones de dólares a esos fines, 7,6% más que el año anterior.

A esta velocidad de crecimiento, condicionado por el costo de sofisticados equipamientos aéreos, marítimos y terrestres, en un plazo relativamente breve -menos de un quinquenio- América Latina estará gastando en armas unos cien mil millones de dólares anuales.

En Chile el gasto militar ha llegado a un punto insoportable que desborda toda racionalidad y prudencia. No existe amenaza alguna que nos obligue a invertir recursos cuantiosos para sostener a un ejército en pie de guerra. ¿O acaso es mentira que Chile tiene las mejores relaciones con sus vecinos y que las dificultades con Perú y Argentina se resolverán -como corresponde- mediante el diálogo y aplicando los mecanismos que establece el derecho internacional?

Es el momento de exigir una drástica reducción del gasto militar para reorientar el presupuesto hacia el gasto social y las inversiones generadoras de empleo. Esta demanda sólo puede hacerla el pueblo porque los fondos que se malgastan son fruto de su trabajo y deben destinarse a la educación y salud de sus hijos: no la harán partidos políticos comprometidos con el lobby armamentista o penetrados por el chovinismo.

El parentesco ideológico de la derecha con las FF.AA. no se ha modificado en absoluto. Pero produce vergüenza ajena saber que los gobiernos de los presidentes «socialistas» Lagos y Bachelet quebraron todos los récords en gasto militar. Quizás pretendían obtener a cambio una identificación con el ideario democrático que las FF.AA. están todavía muy lejos de compartir.