A principios de septiembre pasado, el presidente de Colombia Juan Manuel Santos anunció públicamente, por sorpresa, que su Gobierno iniciaría negociaciones de paz con los insurgentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Primero en Oslo y luego en La Habana, con el apoyo de los Gobiernos de Cuba y Noruega como «garantes», y de los Gobiernos de Venezuela y Chile como «acompañantes». El enviado especial de Le Monde Diplomatique pudo reunirse, en La Habana, con los principales representantes de las FARC. Estas son las reflexiones de los comandantes guerrilleros a la hora de su cita con la historia
Casi siempre fueron jóvenes mujeres las que hacían guardia ante la enrejada puerta de ingreso, vestidas en uniforme verde olivo, aunque rara vez con arma al cinto. Durante los metros que recorría nuestro vehículo bordeando un pequeño lago se veían varias casas, casi todas de dos pisos y separadas por árboles y jardines. Rodeado de un alto muro, sin presencia notoria de centinelas, ni cercas eléctricas o cámaras de vigilancia, aparecía el complejo residencial El Laguito, en La Habana. Aquí, el Estado cubano suele hospedar a personalidades del mundo. Desde noviembre pasado, en este sereno entorno se llevan a cabo las negociaciones de paz entre representantes del gobierno colombiano y delegados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) (1)
Entre febrero y octubre de 2012, llegaron allí 13 mujeres y 17 hombres: los representantes de las FARC. Vinieron para adelantar los diálogos que esta organización está teniendo con el Gobierno colombiano. Su traslado desde diversas regiones de Colombia fue asegurado por representantes de la Cruz Roja Internacional y del Gobierno de Cuba.
El Laguito se convirtió en una obsesión para muchos de los casi sesenta corresponsales extranjeros acreditados para dar seguimiento a las negociaciones. Además de entrevistar a los guerrilleros, querían saber cómo vivían. Al no lograr el ingreso, empezaron a tejer historias sobre los presuntos lujos que los rodean. Y aunque las casas son modernas (se terminaron de construir en los años 1950), la ostentación no es lo que resalta. Claro, para casi todos esos combatientes resultaban palacios, pues sólo habían conocido humildes viviendas, además de selvas y montañas. «No fue fácil adaptarme a dormir encerrado en una habitación, sin los ruidos del campo. Nunca había tenido un colchón tan cómodo», me dice Miguel Pascuas, uno de los campesinos fundadores de las FARC en 1964.
De izda a dcha, los comandantes de las FARC-EP Rodrigo Granda e Iván Márquez durante la entrevista en La Habana
Mientras se fuma un cigarrillo y toma café, Ricardo Téllez, más conocido como el «canciller Rodrigo Granda» por su trabajo diplomático, me cuenta que, a diario, reciben correos pidiendo entrevistas: «Poco a poco los iremos encontrando en algún hotel, o en sus oficinas». La reticencia la tienen con los grandes medios de comunicación colombianos, porque «siempre están buscando una palabra que sirva para hacer escándalo en contra nuestra», me precisa Téllez, miembro del Secretariado de las FARC, la máxima instancia de dirección de esa guerrilla. Marcos Calarcá, otro ducho en las relaciones internacionales, pone un ejemplo del comportamiento de la prensa colombiana. El 18 de octubre pasado, durante la inauguración oficial de los diálogos en Oslo, las dos principales cadenas informativas, Caracol y RCN, cortaron la transmisión cuando Iván Márquez, el segundo al mando en las FARC y jefe de la delegación guerrillera, empezaba su intervención: «La mayoría de colombianos sólo pudo escuchar y ver al delegado gubernamental, Humberto De La Calle Lombana».
En uno de los almuerzos que los guerrilleros me invitaron a compartir, quise continuar con mis preguntas. Justo en ese momento llegaron dos de los cocineros cubanos preguntando si era de nuestro agrado el plato. Y aquello se convirtió en una amena charla. Al hacérselo notar, un cocinero me dijo que era imposible aplicar las reglas de protocolo como se hace muy regularmente con otros visitantes, porque «se comportan como si fuéramos su familia». Al escuchar esto, pregunto a los demás comensales si no se reúnen con los enviados del gobierno por fuera de la mesa de negociaciones, aunque sea para hablar de fútbol. El guerrillero que se había ofrecido a servir la carne de cerdo en salsa, me responde que rara vez los ven a pesar de no pernoctar lejos. «Parece que no somos de su nivel por no poseer título universitario o fortuna. Son muy prepotentes». Lo que sí es fácil de constatar es que casi ningún medio de prensa extranjero se interesa por los representantes gubernamentales.
A finales de noviembre llegaron fuertes lluvias. El ciclón Sandy estaba pronto a pasar por la Isla. Supe que los guerrilleros se ofrecieron al Gobierno cubano para participar en las labores de apoyo que fueran necesarias; cuando los miembros de la otra delegación insistieron cerca de sus jefes para que les permitieran refugiarse en Bogotá.
Otra sesión de entrevistas. Mientras preparo mi material, observo a los cinco guerrilleros que me acompañan. Se me ocurre decir que nunca he estado rodeado de tanto dinero. Me miran intrigados. Es que, por ellos y los demás negociadores de las FARC, el gobierno colombiano y el de Estados Unidos ofrecen recompensas que van desde 500.000 a los 5 millones de dólares. Márquez, Téllez y Pascuas son los más «cotizados», vivos o muertos. Pascuas, que está a mi lado bebiendo un jugo, me dice: «Imagínese que para salir del país hacia Cuba y después a Oslo, el Gobierno le pidió a la Interpol de retirar las órdenes de captura que tenemos varios de nosotros. Al volver de Oslo, dos días después, el Gobierno colombiano volvió a pedir nuestra captura: tan sólo en Cuba y Noruega no son efectivas. ¿Tiene eso lógica?».
Le pregunto a Calarcá si aceptaron las negociaciones por sentirse cerca de la derrota: «Nos han golpeado y hemos golpeado, pero, a pesar de los miles de millones de dólares que han invertido en armamento y alta tecnología, seguimos con presencia en casi todo el país. Por eso estamos dialogando y no claudicando.» Sentados bajo un frondoso árbol, quiero seguir el tema con «Granda». Lo cuestiono sobre la validez de la lucha armada, en una Latinoamérica donde han llegado al Gobierno fuerzas de izquierda por la vía electoral. Aspira el cigarrillo y responde: «Quien no conozca la historia del terrorismo de Estado en Colombia, no podrá entender su vigencia. Y nuestra lucha tendrá validez mientras la oligarquía continúe siendo violenta e intolerante como pocas han existido en el mundo, porque toda señal de inconformismo es reprimida. Históricamente, cada proyecto político o social que ha intentado disputar el poder ha sido masacrado. Y todas las estructuras del Estado sirven a ello».
«Granda» pasa a contarme que fue el presidente Manuel Santos, recién elegido, quien aceptó la persistente propuesta de las FARC de buscar una solución política al conflicto. Santos le envió el mensaje a la organización por intermedio de uno de sus principales dirigentes, Jorge Briceño, más conocido como «Mono Jojoy». Lo hizo a pesar de considerar a «Jojoy» como el «principal enemigo de Colombia». Propuso un diálogo sin publicidad. La dirigencia guerrillera aceptó. «Estábamos en ello, cuando, el 22 de septiembre 2010, cayeron sobre el campamento del «Mono» 30 toneladas de bombas y misiles, de las cuales siete dieron en el lugar donde «Jojoy» dormía.» Fue la «Operación Sodoma». Veinte días antes, Briceño había expresado en una entrevista: la guerra «no se termina a tiros ni a bombas, ni a misilazos ni con aviones. Se termina con cabeza pensante, con política, resolviendo lo que necesita el pueblo». Ante tal hecho, Fidel Castro expresaría: «Fue un burdo y bochornoso asesinato (…) Esas acciones están lejos de llevar la paz a Colombia» (2).
Cuando se esperaba una fuerte reacción militar de las FARC, la dirección insurgente expresó en un comunicado: «No es por la vía de la exterminación del contrario que Colombia encontrará la paz y la reconciliación. (…) El único camino es la solución política y pacífica para el conflicto social y armado interno». La dirigencia decidió continuar los diálogos secretos, pero el presidente Santos ordenó abatirlos si no se rendían. El 4 de noviembre 2011, el jefe máximo de las FARC, Alfonso Cano, fue cercado por 800 soldados de las fuerzas especiales apoyados por aviones y helicópteros. Él estaba acompañado de 4 hombres y un perro. «Su asesinato fue un golpe muy duro, pero decidimos seguir siendo consecuentes con nuestro pensamiento: la bandera de la paz es nuestra. Y tampoco rompimos los encuentros con los enviados de Santos», me precisó «Rodrigo Granda». Entonces el nuevo jefe de las FARC, Timoleón Jiménez, «Timochenko», le envió una carta pública al presidente que terminaba diciendo: «Así no es, Santos, así no es». Como respuesta, el presidente ordenó intensificar las operaciones militares.
A Pascuas, le pregunto qué están haciendo para enfrentar a la aviación y la alta tecnología que poseen esas naves, pues con ellas les han propinado fuertes golpes en los últimos años: «Estamos desarrollando nuestra propia tecnología, por eso ya les hemos tumbado o averiado muchos helicópteros y aviones, aunque tratan de ocultarlo», me responde. Rubén Zamora, comandante del Frente 33 de las FARC, uno de los más fuertes y ubicado cerca a la frontera con Venezuela, me cuenta que ellos se ríen cuando leen o escuchan que las FARC les compran misiles a los talibanes en Afganistán: «¿Usted se puede imaginar a uno de nosotros haciendo esos negocios en ese país invadido? También piense lo que sentimos cuando interceptamos las comunicaciones de las naves, y escuchamos que las órdenes de bombardear las dan en inglés. Por eso, nuestros rústicos «misiles» salen disparados con más potencia». Zamora comanda en una de las regiones más militarizadas: «En algunas zonas existe un soldado por cada tres habitantes, sin contar con sus fuerzas paramilitares, porque la estrategia es acabar con la resistencia para entregar las inmensas reservas de carbón y petróleo a las transnacionales».
«Tecnología propia y de la mejor», me dice otro día Viviana Hernández, una mujer que tiene bajo su mando a una buena cantidad de combatientes. «En nuestros hospitales de campaña ya hemos hecho operaciones a corazón abierto». Me quedo mirándola. Como me nota incrédulo, pide que un joven me muestre fotos y un vídeo. «La mayoría de los médicos y enfermeros que tenemos, han sido formados por profesionales que prefirieron poner sus conocimientos a nuestro servicio». Sandra Ramírez, la viuda del dirigente histórico Manuel Marulanda «Tirofijo», completa las palabras de Viviana, y me cuenta que ella tuvo que dejar los estudios en primaria por falta de dinero. Al ingresar a la guerrilla se hizo enfermera, pero también se especializó en comunicaciones: «La oportunidad de superación es para hombres y mujeres por igual, porque en las FARC se lucha por la igualdad de géneros y su bienestar». Ellas me aseguran que, por lo menos, el 40% de combatientes son mujeres, porque el «respeto por la mujer y la posibilidad de que avancemos como personas, combatientes y profesionales es lo que ha hecho que tantas ingresen» (3).
Unas horas antes de que empezaran las negociaciones en la capital noruega, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia hicieron público un vídeo musical. Este comienza con palabras de «Timochenko»: «Llegamos a la mesa de diálogo sin rencores ni arrogancias». E inmediatamente se ve a varios jóvenes interpretando un rap , sin portar armamento ni traje camuflado. Esto tuvo un gran impacto. La prensa colombiana lo consideró como un «manifiesto político», ya que la letra dice: «Ay, me voy para la Habana, esta vez a conversar, el burgués que nos buscaba no nos pudo derrotar; ay, me voy para la Habana, esta vez a conversar con aquel que me acusaba de mentir sobre la paz (…) Ay, me voy para La Habana, supieran con qué emoción, me voy para conversar la suerte de mi nación». Me encuentro al hombre que compuso esa canción. Está acariciando las cuerdas de su guitarra. «Trabajar con la juventud en cuestiones culturales me hace sentir muy joven,» dice Jaime Nevado, quien se acerca a los 70 años de edad y es el cantautor más destacado de las FARC. «Yo le canto a la vida, a la libertad, a la lucha revolucionaria, a lo que vive el pueblo». Le pregunto si no cree que sea contradictorio hablar de ello cuando están catalogados de «narcoterroristas». Y él, con la calma de un poeta, me responde: «Odio a los narcoterroristas porque son los que torturan, bombardean, asesinan al pueblo, a los niños. Hemos cometido errores, pero terroristas no somos, menos narcos. Los narcoterroristas son los que nos quieren hacer aparecer como ellos». Y sin más se pone a cantar.
«De la mesa de negociaciones no nos vamos a levantar. No seremos nosotros quienes rompamos los diálogos», me asegura el comandante Iván Márquez. Estamos sentados en el muro de un jardín, a la sombra de palmeras y de un florido árbol. «Sabemos que se intentará provocarnos agrediéndonos, buscarán un pretexto o lo crearán, pero seguiremos insistiendo en la necesidad de la paz. Eso sí, la paz con justicia social para la mayoría de colombianos. Porque la paz no es sólo el silencio de los fusiles». Tres días antes, Pascuas me había dicho: «Conozco bien al enemigo y a su amo, Estados Unidos. Ellos sólo quieren nuestra rendición de rodillas, pero no la van a lograr. Estamos aquí para negociar otra Colombia, no para entregarnos ni vendernos» (4).
El 19 de noviembre de 2012, el Estado Mayor de las FARC ordenó a todas sus estructuras un cese de operaciones ofensivas hasta el 20 de enero de 2013. En el comunicado, le pedía al Gobierno que hiciera lo mismo para que los colombianos pasaran una «Navidad en tregua». Además de rechazar la petición, las autoridades ordenaron multiplicar las operaciones militares. Paralelamente, el delegado De La Calle Lombana seguía repitiendo: «Ni el modelo económico, ni la doctrina militar, ni la inversión extranjera están en discusión…».
Hernando Calvo Ospina
Enviado Especial
* Periodista colombiano, autor, entre otros libros, de Colombia democracia y terrorismo de Estado , Foca, Madrid, 2008 y El equipo de Choque de la CIA , El Viejo Topo, Mataró, 2010.
Notas:
(1) Léase Ignacio Ramonet, ¿Paz en Colombia ?, Le Monde diplomatique en español, diciembre de 2012.
(2) Fidel Castro: «Piedad Córdoba y su lucha por la paz», La Habana, 30 de septiembre 2010.
(3) Leer la entrevista completa con Sandra Ramírez: http://hcalvospina.free.fr/spip.php?article414
(4) Leer la entrevista completa con Miguel Pascuas:http://hcalvospina.free.fr/spip.php?article417
Artículo publicado originalmente por Le Monde Diplomatique. Rebelión lo ha reproducido con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons , respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.