Mi compañera está que no está en ella. A mí me pasa lo mismo; no entiende, no entendemos. Acompañado de varios miembros destacados de «Catalunya en comú», el máximo representante de un partido y una coalición que dice pretender de nuevo, como las viejas tradiciones emancipatorias, «el asalto de los cielos», visitó el pasado viernes, […]
Mi compañera está que no está en ella. A mí me pasa lo mismo; no entiende, no entendemos.
Acompañado de varios miembros destacados de «Catalunya en comú», el máximo representante de un partido y una coalición que dice pretender de nuevo, como las viejas tradiciones emancipatorias, «el asalto de los cielos», visitó el pasado viernes, no por iniciativa suya, al presidente encarcelado -en prisión preventiva- de un partido secesionista sectario donde los haya (aunque se vista de otra cosa las fiestas y días de guardar), ERC.
¿Por qué, para qué?
Si fue por razones humanitarias, por amistad o compañerismo, nada que decir. Pero sobran cámaras y publicidad política.
Si fue por hablar de presupuestos, hay otros representantes del mismo partido más a mano. Rufián o Tardà por ejemplo; Roger Torrent incluso.
Si fue por hablar de acuerdos más generales, pues lo mismo. Añado: también Pere Aragonès.
Si fue para hablar-pensar-negociar sobre futuros escenarios que permitan una nueva edición del tripartito en Cataluña y el apoyo de ERC a un futuro de gobierno de coalición español, una -tampoco mi compa- no ve nada positivo en ello, sobre todo si piensa en la experiencia del tripartito en el gobierno de Cataluña. No creo que nadie, que ninguna persona de izquierdas, lo añore. ERC actuó con toda la mala intención nacionalista del mundo y un poco más. Lo suyo, marca de la casa.
Si fue para dar un protagonismo a ERC en la política catalana, un papel destacado, y especialmente a don Oriol, no parece que esa sea la función de un dirigente de izquierdas que dice ser federalista y estar por unidad de España en su diversidad, un horror de los horrores en el sentir y pensar de don Oriol el católico.
Sea como fuere, la cosa no acabó aquí.
La cosa continuó el sábado o el domingo con una llamada del mismo líder al ex president Carles Puigdemont «el liante», el del lío por el lío, el apologista del estado racista de Israel, el muy bien conectado con el mundo de los negocios. Cat, el aconsejado por uno de los intelectuales orgánicos más nefastos del nacional-secesionismo, Agustí Colomines, el de los muertos y el procesismo, el que que ha tenido la indignidad de insultar a Carlos Jiménez Villarejo.
¿Qué implica una llamada, publicitada en los media, de un dirigente de izquierdas a un presidente fugado, a un secesionista hispanofóbico, el comandante en jefe del supremacista Torra?¿Reconocimiento de su figura? ¿Contactos con el poder de los poderes? ¿Aceptación de la ficción nacionalista del presidente legítimo? ¿Hablamos como ellos, pensamos como ellos, hacemos con que ellos nos marcan?
Ustedes tienen mi correo. Si entiende algo, cuéntemelo por favor. Yo no logro ver que la función de una izquierda transformadora pase por reconocer a un irresponsable presidente fugado ni por pactar «mercados de futuro» con alguien visceralmente nacionalista aunque ahora, aparentemente, juegue a ser un político pragmático, de orden y seny, después de haber desencadenado, con la ayuda de muchos de sus colegas de partido y de exclusión, toneladas de rauxa y de haber nombrado nada menos que a alguien de la bajeza poliética de Ernest Maragall como candidato a la alcaldía de Barcelona.
¿Con gentes así tenemos que hablar? ¿Y de qué hablamos, qué les contamos, qué nos cuentan?
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