Tras el pacto PP-Ciudadanos y los iniciales trapicheos de éstos con VOX a fin de asentar en Andalucía unas instituciones netamente de derechas, hay quienes critican a aquellos por no crear como en otros países (Francia, Suecia,….) un cordón sanitario en torno a ese partido, Vox, que dicen amenaza la propia democracia y sus libertades. […]
Tras el pacto PP-Ciudadanos y los iniciales trapicheos de éstos con VOX a fin de asentar en Andalucía unas instituciones netamente de derechas, hay quienes critican a aquellos por no crear como en otros países (Francia, Suecia,….) un cordón sanitario en torno a ese partido, Vox, que dicen amenaza la propia democracia y sus libertades. Así, Rafael Simancas, portavoz adjunto del PSOE en el Congreso, ha calificando esto de vergonzante pues supone dar legitimidad a «los herederos del franquismo», es decir, a Vox. Pero adjudicar a VOX la herencia franquista es algo más que un simple error de apreciación.
Cuando algunos afirmamos que durante la llamada Transición no hubo ruptura democrática, no nos referimos a algo político-conceptual, sino a algo mucho más material. Hablamos de que todo el entramado político-policial-militar-eclesial-judicial-económico del franquismo pasó intacto al nuevo régimen, reconvertidos sus miembros, eso sí, en fervientes «demócratas».
Me refiero en primer lugar a Juan Carlos I, designado por Franco sucesor suyo en 1969, quien entonces reconoció «la legitimidad política surgida del 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, tristes pero necesarios para que nuestra Patria encauzase de nuevo su destino«. Y a pesar de eso, la Constitución le nombró Jefe de Estado, otorgó el mando supremo del Ejército y regaló una inviolabilidad civil y penal absoluta.
A mencionar también los miles de fascistas del Movimiento, Falange, Frente de Juventudes, Sindicato Vertical, Sección Femenina…, nombrados a dedo y trasvasados luego a los nuevos espacios «democráticos», sin ser ninguno de ellos cesado por su complicidad con el criminal régimen franquista. A recordar igualmente la conversión del Tribunal de Orden Público en la moderna Audiencia Nacional, la de la siniestra Brigada Político-Social franquista que paso a dirigir la nueva Policía Nacional y el grueso de aquella jerarquía militar, uniformada ahora con ropajes constitucionales y de la OTAN.
En otro ámbito, los banqueros y empresarios que financiaron el golpe del 18 de julio fueron premiados con unas leyes sindicales y laborales con las que sobreexplotaron a la clase obrera durante décadas. Una clase que hizo su agosto con el uso y abuso de la mano de obra esclava formada por 400.000 prisioneros políticos que levantaron carreteras, pantanos y obras públicas. y luego se convirtió en la moderna casta empresarial que hoy copa el IBEX-35.
Finalmente es preciso señalar a esa Iglesia que a pesar de haber bendecido el golpe militar-fascista del 18 de julio calificándolo como Cruzada y apoyado durante cuarenta años la Dictadura, mantuvo la gran mayoría de los inmensos espacios de poder que poseía (religiosos, educativos, asistenciales, civiles…) a cambio de dar sus más santas bendiciones a aquella Transición.
No es casualidad por ello, sino todo lo contrario, que la derecha estatal que hemos conocido en las últimas décadas, es decir, el PP, sea heredera directa de la Alianza Popular de Fraga y naciera tras fagocitar este partido a la UCD «reformista» de Suárez, que no al revés. Y así fue que el PP se cimentó sociológica y políticamente sobre el espectro más derechoso y franquista de todos los que apostaron por aquella gatopardiana Transición. Por eso es que nunca ha existido desde entonces en el Estado español una derecha que fuera mínimamente liberal o democrática (de republicana, mejor ni hablamos).
Tras las pasadas elecciones andaluzas y el ascenso de VOX mucha gente, con razón, ha señalado la influencia que en ello ha tenido la era Trump y el importante ascenso del fascismo europeo. Bastante menos se ha hablado, sin embargo, del poder que todos esos cientos de miles de personas a las que antes nos hemos referido han seguido manteniendo en distintos espacios políticos, policiales, administrativos, episcopales, militares y mediáticos, permitiendo la continuidad de un franquismo que ahora emerge electoralmente. Espacios éstos en torno a los cuales, durante los últimos cuarenta años, los franquistas recauchutados han tejido pacientemente nuevas redes de poder.
La Transición negó la ruptura democrática y ahora el viejo franquismo llama de nuevo a nuestras puertas. Pero no es solo VOX quien golpea con sus aldabas, como afirma Rafael Simancas. Reclamar hoy al PP y C’s que pongan un «cordón sanitario» en torno a Vox es pedir peras al olmo, pues el ADN de estos tres partidos es común. Por eso, los cordones sanitarios que pondrán serán en torno a los de siempre: los independentistas, la izquierda alternativa, el sindicalismo de confrontación, la juventud insumisa, las feministas…, pero no para VOX, ni para los varios cientos de generales, almirantes y coroneles en la reserva (los de servicio activo no han enseñado aún la patita) que acaban de reivindicar hace solo unos meses la figura de Franco, sin que ningún fiscal haya iniciado actuación alguna contra ellos por apología del terrorismo.
Por supuesto, no pretendemos hacer tabla rasa de estos tres partidos, PP, C’s y VOX, y decir que todo es lo mismo. No, no se trata de eso. Si C’s y VOX han surgido en los últimos años de la mano de importantes centros de poder económico, empresarial y fáctico, ha sido porque el PP, sacudido por la crisis y la corrupción, estaba siendo incapaz de tapar las grietas que se estaban abriendo en el edificio institucional nacido en la Transición. «Para rebañar hoy a fondo el plato, mejor utilizar tres cucharas más pequeñas, que una sola grande», parece decir el IBEX 35 y el generalato.
El franquismo, aunque invisibilizado en gran medida, siempre ha estado presente durante estos años agrupado en torno a distintas fundaciones, círculos privados, selectos clubs, salas de oficiales y reducidos grupos fascistas. Pero hoy ha saltado a la calle, a los medios y redes y comienza a entrar también en las instituciones. Es preciso por ello hacerle frente en todos y cada uno de estos espacios. Pero la estrategia a levantar no pasa por situar a la extrema derecha de VOX como referencia central en esta tarea, sino por situar de nuevo sobre la mesa la exigencia de aquella ruptura democrática y social que nos robó la Transición. La lucha contra el nuevo franquismo y la extrema derecha no pasa pues por recuperar su espíritu, sino por romper amarras con aquello que aquella dejó atado y bien atado.
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