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Coronavirus: El día después

Fuentes: Rebelión

Allá por septiembre de 2008, en plena crisis económica, Nicolás Sarkozy, presidente a la sazón de Francia, lanzó su iniciativa de “refundar el capitalismo”. Para tal propósito pretendía convocar a «los principales líderes mundiales» antes de fin de año para reconstruir, «partiendo de cero», el sistema financiero internacional, tal y como se hizo en la conferencia de Bretton Woods tras la II Guerra Mundial. En sus propias palabras: «Hay que refundar el capitalismo sobre bases éticas, las del esfuerzo y el trabajo, las de la responsabilidad, porque hemos pasado a dos dedos de la catástrofe”

Desde el balcón de 2020 y más allá de si la intención del mandatario francés era sincera o no, podemos asegurar que tal refundación no se produjo… a no ser que demos por buena la ética neoliberal y consideremos que el “esfuerzo y el trabajo” al que se refería el expresidente de Francia era solo el de los de abajo. Lo cierto es que el credo neoliberal que nos llevó a la hipertrofia del capital financiero y a la crisis de 2008 siguió siendo el dominante entre los mandatarios y mandarines del mundo. Los rescates a las entidades financieras, el trasvase de rentas de abajo arriba, el paro y la precarización laboral, los recortes de derechos sociales y civiles, la jibarización del estado de bienestar… fueron las medidas que los que realmente mandan implementaron para “salir” de la crisis. Ya lo dijo por aquel entonces Warren Buffet, la tercera persona más rica del mundo, con un patrimonio de 44.000.000.000 dólares: “La lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando

Ahora, desde los balcones de este 2020 que vivimos enclaustrados, ante esta catástrofe que nos ha caído encima del coronavirus, que anuncia y preludia una nueva crisis económica, otra vez se alzan voces diciendo que después de “esto” nada puede ser lo mismo. Sin embargo bien haríamos en no fiarnos de palabras que se puede llevar el viento de los fuertes intereses económicos que soplan por el mundo. Porque no es tanto que el hombre sea el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, como que hay gobernantes, corporaciones, multinacionales, fondos de inversión y otras “blackrocks” empeñados en salvar sus espinillas a costa de nuestra crisma.

No nos engañemos: el que nada vaya a ser igual después del coronavirus, no quiere decir que vaya a ser mejor. Va a haber una dura lucha económica, política y social. Algunos querrán que los costes del mantenimiento y recuperación del sistema productivo recaigan de nuevo sobre los de abajo; algunos querrán aprovechar el coma económico inducido para despedir y precarizar aún más el mercado laboral; algunos querrán utilizar la posible ruina de pequeñas y medianas empresas para concentrar más todavía la propiedad de los medios de producción; algunos querrán manipular la disciplina demostrada por la gente en su encierro en casa para limitar la libertad y la democracia.

Debemos pues prepararnos para el día después, esto es, para cuando haya quedado superada la crisis sanitaria y se abra la crisis de la recesión económica provocada no solo por el “coma inducido” al aparato productivo por las medidas para combatir el coronavirus, sino también y fundamentalmente por la larvada crisis sistémica del capitalismo que ya apuntaba en el horizonte antes de la pandemia y de la cual el covid19 va a ser la gota que rebose el vaso.

Debemos reconvertir la industria agropecuaria cuyo carácter extensivo y esquilmador está en la base de las pandemias al facilitar el salto de los virus de los animales al ser humano. Asunto colateral a este es el consumo y tráfico de animales salvajes que tiene que ser prohibido.

Debemos replantearnos la planificación urbana, pues el desarrollo desmedido de las grandes urbes es también un factor primordial en la rápida extensión de las pandemias.

Debemos reorientar los objetivos de la investigación farmacéutica aumentando las inversiones en el estudio de los posibles virus animales potencialmente capaces de “saltar” al ser humano.

Debemos encarar la crisis ecológica pues la presión sobre la naturaleza, la invasión humana de zonas “salvajes”, la destrucción de nichos ecológicos también son factores favorecedores de pandemias, a la vez por supuesto que causas del catastrófico cambio climático que se nos avecina.

Debemos acabar con la hipertrofia del capital financiero cuya nueva expansión tras la crisis de 2008 nos está llevando en derechura a un nuevo crack económico.

Debemos implementar un plan de choque social con tres objetivos fundamentales: uno, recuperar los niveles de inversión en sanidad, enseñanza, dependencia e investigación; dos, combatir el desempleo que se produzca y asegurar a los desempleados un mínimo vital; tres, luchar contra la pobreza y la marginación socio-económica.

Debemos crear un plan de ayuda transparente y decidido a la mediana y pequeña empresa y a los autónomos, fundamentales en el tejido productivo español. Para ello sin duda será necesaria la ayuda europea.

Debemos orquestar políticas redistributivas y evitar que el pago de la deuda pública que se genere por la crisis actual vuelva a caer sobre las espaldas de los de abajo.

Debemos repensar Europa. No podemos consentir que la Unión Europea continúe siendo la unión europea de mercaderes, banqueros y financieros.

Debemos profundizar en la democracia, creando canales de participación ciudadana, generando sinergias comunitarias y construyendo tejido social solidario.

Debemos combatir la cultura dominante que santifica el individualismo posesivo, el consumismo exacerbado, la competitividad salvaje, la meritocracia insolidaria, y preconizar un nuevo sentido común que defienda lo comunitario, lo colectivo, lo fraterno; un individuo/ciudadano que reivindique tanto su propia libertad y autonomía como sus lazos con la comunidad y su espíritu solidario.

En definitiva, debemos transformar un sistema económico basado en el beneficio, la acumulación infinita de capital, la conversión de todo en mercancía, que amenaza la misma existencia de la sociedad y el equilibrio ecológico del planeta, por un modelo de planificación democrática y social que tenga al ser humano, a su bienestar y al respeto a la naturaleza como objetivos irrenunciables.

El desafío es inmenso, las dificultades enormes, las posibilidades de derrota muy altas. Pero, pesimista nuestra inteligencia y optimista nuestra voluntad, no tenemos otra alternativa que afrontar este reto pues de otra forma estamos convencidos de que nos encaminamos a la barbarie. Quizás la política que ahora nos toque realizar sea aquella que reivindicaba Manuel Sacristán rectificando en parte a Gerónimo: dar batallas que se saben perdidas como necesaria forma de resistencia:

“(…) los indios por los que aquí más nos interesamos, son los que mejor conservan en los Estados Unidos sus lenguas, sus culturas, sus religiones incluso, bajo nombres cristianos que apenas disfrazan los viejos ritos. Y su ejemplo indica que tal vez nos sea siempre verdad eso que, de viejo, afirmaba el mismo Gerónimo, a saber, que no hay que dar batallas que se sabe perdidas. Es dudoso que hoy hubiera una consciencia apache si las bandas de Victorio y de Gerónimo no hubieran arrostrado el calvario de diez años de derrotas admirables, ahora va a hacer un siglo”