Tras el trauma de tan larga confinación, deberemos afrontar nuestras vidas intentando aprovechar algunas de las enseñanzas que hayamos podido asimilar durante tantas horas de reclusión forzosa.
En primer lugar, deberíamos ser éticamente responsables, tal como aconseja el médico Jesús Candel, reconocido mundialmente por sus vídeos como Spiriman, y ser críticos con los políticos e instituciones que nos han llevado hasta esta situación y, también, por su manera de gestionar la actual pandemia; no podemos asumir que no ha pasado nada, que todo era inevitable, y que debemos continuar igual. Eso sería no haber aprendido nada, y seguiríamos pasivos esperando la llegada del futuro virus. Deberíamos replantearnos el actual sistema de gobernanza y de representación, pensando en nuestros hijos y nietos.
Asimismo, deberíamos actuar de forma ponderada, ya que no podemos quedar limitados por el miedo y el recelo a no reunirnos con los familiares y amigos, a no ir a bares, restaurantes y gimnasios. Es evidente que hasta que no se disponga de la vacuna, correremos un cierto riesgo a ser contaminados y a contaminar, pero ese será un riesgo que deberemos asumir, ya que la contrapartida sería seguir confinados y salir a la calle de forma controladísima y con las medidas profilácticas exigidas. No pretendo ser un imprudente (ni suicida, ni homicida), pero tengo claro que no podemos estar un año, o más tiempo, hasta que se disponga de la vacuna, sin abrazar y besar a los seres queridos. La última fase del proceso del duelo, es la aceptación de la nueva situación, y esa comportará, en este caso, la aceptación de un cierto nivel de riesgo. Riesgo que deberá ser medido, por eso he dicho que deberíamos actuar de forma ponderada; ya que lo que sí que deberíamos evitar, serán las grandes aglomeraciones, los actos públicos en locales cerrados, etc., pero, reuniones limitadas, actividades al aire libre, etc., deberíamos realizarlas, sin ningún tipo de miedo. No podemos vivir con un nivel de angustia permanente, eso no sería una vida aceptable.
Albert Sánchez Piñol, comenzó su novela “La pell freda” con la siguiente idea: “Nunca estaremos infinitamente lejos de aquellos a los que odiamos. Por la misma razón, entonces podríamos creer que nunca estaremos absolutamente cerca de aquellos a los que queremos” (traducción propia del catalán). Por extensión, no podemos estar lejos de todos los que nos son ajenos, por el miedo a la contaminación; pero sí que podemos aproximarnos a los amigos y familiares queridos, aún sabiendo que nunca estaremos absolutamente cerca, éste sería otro tema.
Y para ese proceso, si no somos capaces de afrontarlos solos, si nos sentimos aturdidos y angustiados por el miedo, deberíamos acudir al profesional preciso para que nos acompañe pedagógicamente, valga la redundancia, ya que, etimológicamente, el término pedagogo, proviene del griego paidós, niño, y ágö, conducir. En caso contrario, deberíamos afrontarnos a un largo período de transición, continuando confinados y semi desconfinados, y en permanente estado de vigilancia y súper control, situación que psicológicamente es mucho más desgastadora y con mayores riesgos a nivel personal, familiar y social, que la aceptación de cierto nivel de riesgo, como he comentado.
Y en concreto, en España, tenemos que superar el actual proceso militarizado, y actuar como ciudadanos adultos y demócratas, que podamos actuar racionalmente, equilibrando las diferentes situaciones que se nos presenten, necesitamos maestros, profesionales de la medicina – psicología – sociología, no líderes ni dirigentes de partidos e instituciones que defienden sus propios intereses orgánicos.