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El verdadero debate

Corrupción, cooptación y oportunidad

Fuentes: Rebelión

El debate político entre los demócratas (y las izquierdas) finalmente se ha formalizado. El pasado viernes 17 de marzo en el Centro Cultural Gabriel García Márquez en Bogotá, se mostraron algunas cartas y argumentos. No todos asistieron pero los mensajes fueron claros. Corrupción y cooptación Las castas dominantes colombianas no pueden tapar su podredumbre. Los […]

El debate político entre los demócratas (y las izquierdas) finalmente se ha formalizado. El pasado viernes 17 de marzo en el Centro Cultural Gabriel García Márquez en Bogotá, se mostraron algunas cartas y argumentos. No todos asistieron pero los mensajes fueron claros.

Corrupción y cooptación

Las castas dominantes colombianas no pueden tapar su podredumbre. Los escándalos de corrupción les han estallado en la cara en plena campaña electoral. Ésta arrancó el pasado 2 de octubre de 2016 (Plebiscito). No saben cómo ocultar su descomposición moral que se ha hecho evidente con los sobornos de Odebrecht pero que venía de atrás con numerosos hechos de corrupción ocurridos tanto en este gobierno como en anteriores (Reficar, Fondelibertad, Saludcoop, Cafesalud, etc.). Altos funcionarios y poderosos empresarios están en la mira.

Para impedir que la indignación ciudadana se convierta en una avalancha política que los saque del gobierno, las cúpulas corruptas intentan confundir a la opinión pública usando diversas estrategias y trucos. Todos reaccionan con cinismo absoluto e intentan desmarcarse oportunistamente. «Me acabo de enterar» dice el presidente Santos; Uribe convoca a una marcha y lanza propuestas de momento; y Vargas Lleras intenta distanciarse de su partido Cambio Radical comprometido con graves conductas delictivas en varios departamentos.

Paralelamente, los precandidatos (as) y dirigentes políticos como Claudia López, Antonio Navarro, Jorge Enrique Robledo y Sergio Fajardo están construyendo una alianza política y convocan a conformar un gran «movimiento ciudadano» que vaya mucho más allá de la suma de los partidos o grupos políticos (Alianza Verde, Polo, Compromiso Ciudadano), para convertir la campaña electoral de 2018 en un gran plebiscito contra ese fenómeno corruptor que ha hecho metástasis tanto en el Estado como en la sociedad.

Algunos sectores de la «izquierda liberal», totalmente cooptados por el establecimiento oficial, con Ministra de Trabajo a bordo, intentan trivializar la lucha contra la corrupción y pretenden oponerla al apoyo a la implementación de los acuerdos firmados con las FARC. No obstante, la realidad muestra que estos gobiernos descompuestos no pueden cumplir con los acuerdos como lo demuestran las evidencias: decenas de asesinatos de dirigentes sociales y absoluta incapacidad institucional en el proceso de desmovilización de la guerrilla.

Ese proceso de cooptación de una buena cantidad de dirigentes de «izquierda» y de organizaciones sociales es una circunstancia que explica la crispación que ha generado entre esas cúpulas el surgimiento de la «alianza anti-corrupción». Les preocupa que se desencadene una fuerte «ola democrática» que derrote en las elecciones de 2018 tanto a «santistas», «uribistas» y «vargas-lleristas». Para ellos, está en peligro la continuidad de convenios, proyectos, recursos y burocracia negociada con el gobierno desde los paros y movilizaciones del 2013 y demás actividades que se entrelazaron con la campaña del Plebiscito.

En esas circunstancias, con ellos poco sirve el debate ideológico: la «mermelada» es el principal y único argumento. Y dirán… ¡la necesidad tiene cara de perro!

El verdadero debate a profundizar

Lo que hay que reiterar es que Colombia no pasará del infierno al cielo. Viviremos un buen tiempo en el purgatorio. Un país tan fracturado y lastimado por la guerra y la corrupción no puede dar un salto de ese tipo. Por ello hay que insistir en que la terminación negociada del conflicto armado no es la inmediata «paz». Se requerirá un largo proceso de superación de las causas que originaron el conflicto, lo que implica ante todo, derrotar políticamente a quienes lo provocaron y utilizaron. La persistencia de la violencia en las regiones ligada a proyectos extractivos y el incremento del narcotráfico, son pruebas de esa verdad.

El purgatorio es lo que llaman «transición» o «postconflicto». Es muy importante precisar que si la transición es manejada por los políticos corruptos y las clases dominantes que generaron e instrumentalizaron la guerra interna, no habrá el más mínimo cambio y podemos regresar al infierno. Con el «uribismo» o su contraparte «santista» en el gobierno, el regreso a la barbarie está asegurado. Cómo derrotarlos a ambos es la esencia del problema que debemos resolver los demócratas colombianos (y las izquierdas) de cara al 2018.

En las diversas izquierdas colombianas existen básicamente tres posiciones. Algunos planteamos que se debe construir una «convergencia ciudadana» con un perfil de centro-izquierda para poder ganar. Otros proponen que la izquierda debe elaborar un programa totalmente anti-neoliberal y liderar un frente amplio. Y unos más, esbozan que hay que impulsar una «coalición por la paz» con los sectores que apoyaron el SI en el plebiscito, incluyendo a liberales, conservadores y de la «U». Es el meollo de la discusión actual.

Mientras ese debate no se afronta con presteza y seriedad al interior de las izquierdas, las fuerzas del establecimiento avanzan con pragmatismo. Vargas Lleras lleva varios años consolidando su proyecto burocrático con la ayuda del presidente Santos. Por otro lado, dirigentes de la «unidad nacional» (liberales, conservadores, de la «U» y otros que no dan la cara), conscientes del peligro de perder el gobierno por efecto de los escándalos de corrupción, aceleradamente organizan el «Partido de la Paz». Será la plataforma para el único candidato que tienen para enfrentar la «alianza anti-corrupción» que está en marcha. Claro, para engañar, argumentan que es para oponerse a Vargas Lleras y al uribismo.

Ese candidato no es otro que Humberto de La Calle Lombana que muy seguramente estará acompañado por Clara López. Las FARC van a lanzar su propio partido o movimiento pero no presentarán candidato a la presidencia de la república. No es difícil saber a quién apoyarán. Así, intentan canalizar fuerzas de izquierda que como siempre (desde 1930), irán a la cola de las clases dominantes, que son las que manejan los hilos.

Detrás de esa estrategia está la gran burguesía transnacional. Cómo lo demuestran los sobornos de Odebrecht, el gran capital siempre juega a varias bandas. Los grandes «cacaos» colombianos y extranjeros estarán detrás de esa candidatura pero también de la de Vargas Lleras y el uribismo. Incluso, intentarán influir en la coalición de centro-izquierda para ir totalmente a la fija. Habrá que impedirlo eligiendo a quien ofrezca garantías de total independencia. Allí estará la clave de ese proceso ciudadano que está en desarrollo.

Conclusión

La oportunidad para salir del infierno está servida. Construir ese «movimiento o convergencia ciudadana» que presente listas unificadas a la Cámara y al Senado en todo el país (en cada departamento) y una candidatura única a la Presidencia de la República, es la tarea del momento. Ir más allá de los partidos, buscar y vincular al ciudadano «de a pie», convocar y llegarle a las mayorías abstencionistas, es el arte y la acción que debemos inventar y realizar. Todo está en nuestras manos.

Blog del autor: https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com.co/2017/03/el-verdadero-debate-corrupcion.html#.WNKMW2997IU

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.