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Corruptos y delincuentes: también son nuestros enemigos

Fuentes: Rebelión

El Editorial del Correo del Diputado No. 4 de 2006, estuvo dedicado a analizar el rol decisivo que les corresponde jugar a los Órganos del Poder Popular en la lucha contra las ilegalidades, la corrupción y el delito. En esta oportunidad abordaremos este dañino y peligroso fenómeno en sus vertientes político-ideológico y ético-moral.

La máxima dirección de nuestro país hace tiempo viene alertando acerca de que la corrupción amenaza la seguridad nacional de Cuba, e incluso, puede causar la destrucción de la Revolución.

Seguramente que personas ingenuas o incrédulas se atreverían a afirmar que esta declaración es una exageración. Ello puede obedecer a razones tan diversas como creer ciegamente en la irreversibilidad de la Revolución, o poseer una altísima ignorancia política. Pero en esa trampa no podemos caer los que tenemos la obligación de defender los intereses del pueblo, como es el caso de todos los que actuamos en los Órganos del Poder Popular. Para entregar armas a utilizar en esta batalla de ideas, en las que está en juego el destino de nuestro pueblo, ofrecemos en este trabajo argumentos que demuestran el por qué corruptos y delincuentes integran las filas de los enemigos que aspiran y trabajan para que en nuestro país se restaure el capitalismo y el territorio cubano sea anexado al de los Estados Unidos.

En el V Congreso de nuestro Partido (1997) se precisó que (…) “Cada fenómeno de corrupción que no extirpemos a tiempo, socava la imagen de nuestra democracia en beneficio de los que quieren eliminarla”.

Especialistas del tema, al traducir este enunciado a los problemas prácticos que enfrentamos hoy han identificado tres aspectos fundamentales:

  • En lo político-ideológico, afecta principios y valores que son el principal sostén y salvaguarda de nuestras conquistas y que pueden resumirse en la ética revolucionaria, entendida por tal la fidelidad a la solidaridad humana y a la causa de la Revolución, la honradez, la modestia, la austeridad, la moral y el respeto a nuestro pueblo, a sus sacrificios y abnegada entrega.
  • En lo económico-social, atenta contra el orden, la disciplina y el control, condiciones indispensables para la recuperación económica y la eficiencia. Porque es un crimen que atenta contra el bienestar de nuestro pueblo y lo hiere en lo más sensible: su concepto de la administración revolucionaria y su confianza en ella.
  • En el orden interior, las redes que se forman no solo se transforman en delincuenciales, sino que para el logro de sus objetivos se unen a lo peor de la sociedad y constituyen una nueva capa social, totalmente alejada de la Revolución, lo cual se convierte en material ideal para las sucias maniobras del imperialismo yanqui.

Estas razones son más que suficientes para poder plantearnos la urgencia y firmeza con la que debemos actuar para erradicar al máximo posible este virus maligno que amenaza con colocarse fuera de todo control.

Como una contribución al combate que se libra en todo el país en el plano jurídico y político-ideológico contra cualquier manifestación de corrupción administrativa, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros tomó el Acuerdo 4374, de fecha 11 de abril de 2002, en el cual se denomina corrupción administrativa a “la actuación contraria a las normas legales y a la ética de los cuadros del Estado y el gobierno, del dirigente o funcionario, en el ejercicio de su cargo o función, caracterizada por una pérdida de valores morales incompatibles con los principios de la sociedad cubana, que se comete al dar uso para intereses personales a las facultades y bienes materiales que deben ser para la satisfacción del interés público o social; dirigida a obtener beneficios materiales o ventajas de cualquier clase para sí o para terceros, y que se fundamentan en el engaño, el soborno, la deslealtad y el desorden administrativo”.

Fundamentado en esta definición, podemos afirmar que la corrupción debilita a la Revolución porque es contraria a su esencia, a su razón de ser; ataca los cimientos que la sustentan: la unidad, la ética, la moral, la solidaridad, los valores patrios. De ello podemos deducir que debilita también la defensa del país pues de los que se envilecen por el dinero, de los que tienen como doctrina “el sálvese quien pueda”, jamás saldrá un defensor de la Revolución y la patria”.

En época tan temprana como 1965, el Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara, en su obra “El Socialismo y el hombre en Cuba”, alertaba a los cuadros y a los revolucionarios del papel que debían asumir ante este fenómeno negativo:

(…) “Claro que hay peligros presentes en las actuales circunstancias. No sólo el del dogmatismo, no sólo el de congelar las relaciones con las masas en medio de la gran tarea; también existe el peligro de las debilidades en que puede caer. Si un hombre piensa que, para dedicar su vida entera a la Revolución, no puede distraer su mente por la preocupación de que a un hijo le falte determinado producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que su familia carezca de determinado bien necesario, bajo este razonamiento deja infiltrarse los gérmenes de la futura corrupción”.

“En nuestro caso, hemos mantenido que nuestros hijos deben tener y carecer de lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común; y nuestra familia debe comprenderlo y luchar por ello. La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario”.

El Che avizoraba la posibilidad de que, incluso, personas que siempre habían asumido una conducta revolucionaria pudieran cometer actos de corrupción debido al complejo proceso que significaba la construcción del socialismo en medio de una lucha tenaz contra los rezagos del pasado capitalista. Es en ese contexto que señaló:

(…) “Intentaré, ahora, definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad”.

“Creo que lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas”.

“El proceso es doble, por un lado actúa la sociedad con su educación directa e indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de autoeducación”.

“La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no sólo en la conciencia individual en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este periodo de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia”.

Desde que el Che hizo este profundo análisis, hasta el momento actual de la Revolución, la situación no se ha hecho menos compleja, sino todo lo contrario. Factores externos tan diversos como la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la desaparición del campo socialista, el recrudecimiento de la guerra económica del imperio y la ascensión al gobierno norteamericano de un grupo dirigente de ideas nazifascistas, a los que se suman, en lo interno el periodo especial y sus negativas secuelas, han provocado conductas nocivas que ya habíamos eliminado, como la prostitución, y el surgimiento de otras, como las drogas, y las manifestaciones de corrupción.

Estos hechos, entre otros, llevaron a nuestro Comandante en Jefe, en noviembre de 2005, a plantear públicamente la posibilidad de la reversibilidad de la Revolución, sobre todo, si no somos capaces de hacerla invulnerable política e ideológicamente.

Tanto para Fidel ahora, como para el Che hace 40 años, los elementos educativos, políticos e ideológicos, los factores morales y éticos (mucho más allá que los materiales, los cuales tampoco hay que descuidar) o sea, los factores vinculados a la conciencia del individuo, son las armas principales para ganar esta crucial batalla; que, como es de ideas, se gana con argumentos y con las masas.

Es precisamente en este campo en el que resulta imprescindible el eficiente papel que deben jugar los Órganos del Poder Popular, en particular las Comisiones de las Asambleas, los Consejos Populares y los Delegados de circunscripciones desarrollando una sistemática labor de control y fiscalización, con la mayor incorporación posible del pueblo.

No menos importante es lograr que, a nivel de toda la sociedad el corrupto, el delincuente, y todo aquel que practique o permita ilegalidades sea rechazado, repudiado y combatido con la misma fuerza que se hace con los contrarrevolucionarios que actúan a favor de los planes del enemigo imperialista para destruir la Revolución. En este empeño debemos tener presente lo dicho por José Martí: “No se ha de permitir el embellecimiento del delito, porque es como convidar a cometerlo”. Ellos ya se han pasado a las filas del enemigo, son su quinta columna; hagamos entonces como en Playa Girón: derrotémoslos.

A partir de las experiencias acumuladas hasta el presente, en este combate que recién comienza, queda claro que las principales causas de este azote que tanto nos afecta son de carácter subjetivo; que requieren por tanto, ser enfrentadas en el plano de las ideas, de la ideología, con argumentos y métodos educativos, y con la decisiva participación de las masas.

Fundamentado en estos razonamientos la labor de los Órganos Locales del Poder Popular debe concentrarse en los aspectos siguientes:

  • Que todos los hechos detectados sean informados por el nivel de dirección que corresponda, erradicando el sociolismo, el comprometimiento y la falta de exigencia que están presentes cuando ello no se hace.
  • Dar a los dirigentes y trabajadores de las unidades de la gastronomía, los servicios y la vivienda el máximo de atención, por ser estos sectores de la subordinación local en los que, con mayor frecuencia, se cometen ilegalidades, actos de corrupción y delitos.
  • Implementar medidas que conlleven a que los trabajadores de las entidades de subordinación local tomen plena conciencia que estas manifestaciones no sólo los perjudican, como dueños que son del Estado, sino que ponen también en peligro a la Revolución, por lo que deben enfrentarlos con intransigencia y enérgicamente.
  • Lograr que a los trabajadores de las entidades, independientemente de su subordinación, se les informe de las normativas y planes existentes que rigen para el control de los recursos y para impedir actos de corrupción y delitos.
  • Fortalecer y aumentar las supervisiones internas, las que deben convertirse en el mecanismo principal para prevenir y detectar a tiempo las violaciones.
  • Fortalecer y ampliar el control administrativo de los recursos.
  • Ejercer un mayor control y una mayor exigencia a las entidades administrativas para que erradiquen las deficiencias de sus Consejos de Dirección a la hora de analizar con la profundidad requerida estos negativos fenómenos y de adoptar las medidas que se requieren.
  • Incrementar la exigencia a los dirigentes y funcionarios administrativos para que visiten con mayor frecuencia las entidades de base.
  • Ejercer el máximo de control de los cuadros que deciden sobre el uso de los recursos.
  • Exigir que cada centro cumpla con el objeto social que tiene definido.
  • Analizar sistemáticamente los resultados de las auditorias, visitas fiscales, o de la política económica a los centros y exigir que se les apliquen a los responsables de las violaciones las medidas exactas que correspondan a cada caso.
  • Analizar, con la mayor frecuencia posible, en las Asambleas, Comisiones y en los Consejos Populares el comportamiento en el territorio de la situación que tienen el delito, la corrupción y las ilegalidades en cada sector de la economía, evaluando con profundidad las medidas y acciones que se aplican y la necesidad, si fuere necesario, de adoptar otras diferentes o adicionales.

La invulnerabilidad política e ideológica de la Revolución, y su irreversibilidad, pasa por la erradicación al máximo posible de las ilegalidades, el delito y la corrupción. Ello es tarea de todos, pero muy en especial de los órganos del Poder Popular.

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