Soy un emigrante que luego de un largo periplo escogió España como lugar de trabajo y residencia, convencido de que eso que se llama Estado de Derecho garantizaba una vida normal, ciudadana, entendiendo «como es natural» que la normalidad consiste en cumplir con una serie de deberes y disfrutar de derechos. Y es sencillamente La […]
Soy un emigrante que luego de un largo periplo escogió España como lugar de trabajo y residencia, convencido de que eso que se llama Estado de Derecho garantizaba una vida normal, ciudadana, entendiendo «como es natural» que la normalidad consiste en cumplir con una serie de deberes y disfrutar de derechos. Y es sencillamente La Ley quien fija esa dichosa mezcla, sin que existan situaciones de excepción que sitúen a los emigrantes en el gueto de los potencialmente excluibles, a riesgo de cualquier discriminación impulsada, «como es natural», por registradores de la propiedad sin atributos, que ofrecen la simplicidad atroz de la xenofobia para enfrentar un desafío tan complejo como el de la emigración, sus causas y sus efectos.
Por algo se llama Carta Magna a la Constitución, porque no hay nada ni nadie sobre ese contrato suscrito por todos y que rige para todos los que respiran en territorio español. Pero ahora, «como es natural», al Gallego Sin Atributos, se le ocurre que a la Constitución hay que agregarle a pie de página, con letra tramposa, un contrato que, en lo medular, obliga so riesgo de expulsión a que los emigrantes respeten las costumbres y tradiciones españolas.
¿Cuáles son estas costumbres y tradiciones más importantes que las leyes vigentes? Supongo que antes de las elecciones habrá una lista confeccionada por Carmen Sevilla, Lina Morgan y Federico Jiménez Losantos entre otros felices salvaguardas de la españolidad.
Imagino que al Ayuntamiento de Tordesillas no le caerá muy bien que cientos de miles de ecuatorianos, magrebíes, peruanos, chilenos, colombianos, alemanes, finlandeses, chinos, paraguayos y vietnamitas, acudamos felices a darle puñaladas al toro que sacrifican cada año, sumándonos a una de las más caras costumbres y tradiciones de Spain. ¿De dónde sacaremos tantas cabras para lanzar vivas desde los campanarios, si debemos participar de otra de las sanas, patrióticas y cultas tradiciones que hacen de Spain una grande y única? Habrá que ponerse en primera línea de corredores en las miserables aldeas donde encienden los cuernos de un toro hasta que enloquece de pánico, nuestros hijos tendrán que aprender a mover las orejas como Astarloa , a estirar el mentón manteniendo impasible el ademán, como Acebes cada vez que digan una mentira y, lo más importante, sin que importe la dimensión de la cagada, tendrán que aprender a no disculparse jamás, porque la caradura es costumbre y tradición de Spain.
Lo siento por mis amigas y amigos ecuatorianos que cada domingo se reúnen en la Casa de Campo a cantar unos sanjuanitos o unos pasillos, a disfrutar de unos llapingachos o una deliciosa fanesca durante la semana santa. Ahora y por contrato habrá que aprender los secretos del pasodoble y atragantarse de gambas congeladas. Todo sea por las costumbres y tradiciones de Spain.
Lo siento por aquellas mujeres que emigraron de cualquier país de América Latina, que trajeron una infinita capacidad de dar amor, manifestada en la calidez y cariño con que tratan a los ancianos que cuidan. Si un abuelo pide algo o hay que cambiarle los pañales, el nuevo contrato obliga al españolísimo ¡que se jodan!, médula de las costumbres y tradiciones de Spain.
Puedo imaginar la desazón de un bogotano o un paceño cuando, por cumplir con el nuevo contrato, en lugar de decir » estuve visitando La Alhambra y aún estoy emocionado por la belleza del lugar», deba limitarse al » yo, La Alhambra y tal y cual», porque es costumbre y tradición de Spain destrozar el español con entusiasmo.
En Francia, al ultraderechista Le Pen le preguntaron cuáles eran las costumbres y tradiciones francesas que la emigración ponía en peligro y, tras meditarlo largamente, respondió que los franceses bebían vino y comían queso. En Austria, al neonazi Jörg Heider le hicieron la misma pregunta y contestó: la puntualidad y la higiene.
Al parecer nuestro Registrador de la Propiedad Sin Atributos ignora que las costumbres se renuevan y que las tradiciones son objeto de permanente juicio. Hace muy poco se terminó por vía legal con la dudosa tradición de dar sopapos a los menores de edad, pese a los defensores del soplamocos como costumbre pedagógica. La Educación para la Ciudadanía terminará con tradiciones tan bellas como «todas putas menos mi madre y mi hermana», con costumbres tan enaltecedoras como «no pide factura, qué tío tan enrrollao».
El año pasado, algunos emigrantes se sintieron preocupados al ver a Aznar con varias botellas de Ribera del Duero soltándole la melena y declarando que a él nadie le decía «si bebes no conduzcas», pero ahora saben que esa chulería es, en esencia, la tradición, la costumbre, el sustento cultural que dio una Agustina de Aragón o una Esperanza Aguirre, o la madre que las parió.
Costumbre de mentir sin quitarse la peineta. Tradición de violar la voluntad ciudadana aún a costa de la ruptura social. Esa es la Spain que propone la derecha