La estratagema de la alternancia bipartidista ha saltado por los aires en nuestro país. Nos encontramos ahora ante una novedosa situación a la que la actual práctica política no ha sabido dar una solución. La confusión y las malas artes se han apoderado de propios y extraños. Sin embargo, si la situación es nueva, no […]
La estratagema de la alternancia bipartidista ha saltado por los aires en nuestro país. Nos encontramos ahora ante una novedosa situación a la que la actual práctica política no ha sabido dar una solución. La confusión y las malas artes se han apoderado de propios y extraños. Sin embargo, si la situación es nueva, no son nuevas las maneras de actuar de los partidos políticos de cara a unas nuevas elecciones. La práctica de los últimos cuarenta años ha consistido, única y exclusivamente, en el ataque reciproco, de tal manera que esta dinámica se ha enquistado, por lo que parece muy difícil romper con ella. Por este motivo, parece casi imposible, como hemos observado, alcanzar pactos para formar Gobierno, aunque se comparta la defensa de los mismos intereses (los de los ricos). Nadie puede asegurar que el asunto se resuelva después de la próxima convocatoria si, como parece, no habrá demasiada movilidad en el reparto de votos.
Las campañas electorales, y en particular la presente, están montadas sobre la falsedad, sobre la mentira y la demagogia, subestimando al electorado, al que se le trata de imbécil. Se niega la evidencia, lo que alimenta la abstención, a la que se incorporan cada vez más los sectores de hombre y mujeres de mejor condición intelectual y humana.
Por ir a lo concreto, mostraremos, de la manera más clara posible, algunos ejemplos de lo que decimos. a) Los diferentes grupos, abusando de la ambigüedad, se pelean por el centro, cuando el centro político no existe. b) El PP dice que los papeles de Bárcenas no existen, cuando la policía, los jueces y toda la ciudadanía, con sentido común, saben que son ciertos. c) El PSOE intenta engañar cuando dice que Podemos no quiso pactar con ellos. Recordemos que P. Iglesias le decía a Sánchez que le proponía ser Presidente de Gobierno con el apoyo de Podemos y las confluencias. d) Los dirigentes de este partido se mueve ahora entre la desesperación y la fantasía: saben que no serán los ganadores, pero, al parecer, no quieren asumir su penosa situación.
Los medios de comunicación, con sus tertulias basura y sus ineptos e instrumentalizados «politólogos», que intentan banalizar la política, en poco ayudan en poner luz y verdad a la realidad política.
En el análisis político de la actual coyuntura esto es lo que nos encontramos:
Partido Popular (PP) o la continuidad franquista. Heredero directo del anterior régimen. No fuimos capaces de llevar a cabo lo que, desde la izquierda de entonces, más auténtica que la de ahora, denominábamos «Ruptura democrática», por lo que aquello que se llamó «transición» no ha sido otra cosa que un lavado de cara de la Dictadura, permaneciendo el mismo espíritu y las mismas formas en cuanto a las relaciones socioeconómicas. Se decía hace tiempo que la Dictadura es la corrupción y que la Democracia, este tipo de democracia, es proclive a la corrupción. El PP ha conseguido hacer bueno el dicho, convirtiéndose en algunos casos, según los jueces, en una organización criminal. La corrupción no son casos aislados, sino redes organizadas al más puro estilo mafioso.
La ausencia de ruptura con el fascismo permite que en este país un 30% de la población permanezca aún fiel a los «principios del movimiento nacional». Por eso, el PP seguirá siendo el grupo más votado, y así se mantendrá mientras no se produzca una revolución interna (imposible) de unos cuantos, o hasta que los tramos de personas mayores de 65 años vayan siendo desplazados en las urnas por gente más joven. Sólo cabría la posibilidad de cambio si los socialistas decidieran pactar con la coalición Podemos-IU- Confluencias, en lugar de hacerlo con PP-C’s, pero no se vislumbra un panorama demasiado alentador.
Partido Socialista (PSOE) o el fin de la socialdemocracia. Con un pasado farragoso, en realidad esta formación nunca fue fiel a lo que representan sus siglas, pero es la última etapa la que de verdad le deja en evidencia. El oportunismo y el apoyo de la oligarquía le han hecho protagonista durante las últimas décadas, que coinciden con la etapa postfranquista. A base de llevar a cabo reformas intrascendentes desde la principal contradicción ricos-pobres, se ha creado un espacio entre sectores de débil ideología. Es el partido político que vive, ahora, en una torpe burbuja fantástica, y en el autoengaño permanente. Su pacto con Ciudadanos, le sitúan en su verdadero papel y le alejan de una posición de izquierdas y de una acción de progreso en defensa de los intereses de los menos afortunados. Los últimos pasos que han dado sus dirigentes, en una sociedad correctamente instruida, le dejarían como un reducto en términos electorales, eclipsado por los otros grupos de corte más reaccionario (PP y C’s), más coherentes entre su ideología y sus actos. Su comportamiento actual es pueril, y sufren el síndrome del «Príncipe destronado». De esta forma no les va a ir demasiado bien. Tienen malos consejeros.
Ciudadanos (C’s) o el invento político más descarado de la oligarquía. Un grupo creado desde arriba con una doble intención: a) hacer de puente entre PP y PSOE para mantener la plutocracia que sufrimos desde hace tantos años; b) sustituir, poco a poco, a una formación (PP) controlada por personas desgastadas y mayores, inmersas en la corrupción. Pero podría ser que fracasaran en ambos objetivos. UPyD ya intentó algo parecido, y ahora ya son pasado. Por si esto lo leyera algún despistado o a alguna despistada, que no lo creo, remarcar que el centro es un ambiguo y tramposo refugio. Como he dicho en otras ocasiones, C’s, por sus acciones, y por las actitudes de sus dirigentes, habría que ubicarles en la extrema derecha, por utilizar términos corrientes. Temas para la reflexión: ¿Por qué va Rivera a Venezuela?, ¿por qué no viaja a Palestina, a Siria, Arabia Saudí, etc.?, ¿quién le ha pagado el viaje?
Podemos o la esperanza del cambio. Un partido político surgido desde abajo, al contrario que C’s. Podemos ha sabido recoger el sentir y el descontento de una buena parte de la sociedad. Sus propuestas iniciales, más agresivas que las actuales, encandilaban a sectores específicos, entre ellos jóvenes y no tan jóvenes verdaderamente críticos con el sistema y, particularmente, con la actual práctica política. Su pretensión de llegar a la mayoría social han diluido esas primeras propuestas, provocando un cierto desencanto en quienes, al principio, se identificaban con el proyecto, dando lugar a un deslizamiento en sus potenciales votantes.
Podemos sigue siendo, no obstante, la única formación que produce temor entre los poderosos; por esa razón, los ataques a través de los medios de comunicación, en manos de la oligarquía, o a través de los otros grupo políticos, van en aumento conforme se acerca el 26J. Es difícil vaticinar dónde está el límite de la infamia y de la bajeza humana de ciertos individuos manejados por los de arriba. De cualquier forma, no esperemos grandes trasformaciones en el caso de que les permitan acceder al poder político. El camino para iniciar un mundo nuevo pasa por la conquista del poder económico, y son muchos y muy poderosos los enemigos del pueblo, dentro y fuera del país.
Izquierda Unida (IU) o la ruptura con el estancamiento. Su mejor acierto ha sido su última alianza con otras organizaciones más activas, de mayor frescura y pegados a amplios sectores sociales. Una forma olvidada y poco común en estas últimas cuatro décadas lo constituyen las alianzas, que no simples pactos de interés, para intentar un posible cambio de mayor o menor alcance. Habría que releer a Poulanzas y atender a sus propuestas de «alianzas por el poder».
IU puede así renacer y recuperar, al menos, la presencia que tuvo en la época anterior a la VI Asamblea, celebrada en el año 2000. A partir de ahí se convirtió en una formación mortecina, Llamazares a la cabeza, con una ridícula participación en la vida institucional.
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