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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«Creación, generación de lo que no existía, es algo que se da en cada barra de pan producida»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.    *** Cogemos de nuevo el hilo tras el descanso veraniego. Seguimos en la segunda parte del libro: «La República […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano. 

 

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Cogemos de nuevo el hilo tras el descanso veraniego. Seguimos en la segunda parte del libro: «La República es una cultura común de vida. Crítica del republicanismo liberal». Está divida en seis capítulos y un apartado de conclusiones. El primero de estos seis capítulos se titula: «Tres republicanismos y sus momentos históricos». En él seguimos, en la página 88. Intento no desviarme. Afirmas que toda forma concreta de «cultura material es fruto de la creatividad comunitaria humana». Pero si miramos a nuestros alrededores y pensamos en nuestras culturas materiales de vida, reales, las existentes para millones y millones de personas, apenas se ve en ella creatividad humana comunitaria. Más bien son diseños o prácticas sociales, muy materiales ciertamente, que impiden prácticamente la autodeterminación. Nos guste o no hay esto. Si eres un héroe o una heroína, o tienes suerte, puedes salir del pozo, si no, lo tienes crudo. ¡Menuda cultura material la que vivimos, la que se nos ofrece, la que se nos impone! Es destructiva (en términos naturales) y autodestructiva (antropológicamente hablando). 

Es importante detenernos sobre el concepto o la noción de creatividad humana.

Detengámonos en él. 

Porque nos referimos a lo que es propiamente la «materia humana», a aquello que es lo inherente y característico del ser humano, y lo diferencia de cualquier otro ser vivo: la actividad. Decía Marx en carta célebre a Kugelmann «cualquier nación moriría de hambre, y no digo en un año, sino en unas semanas, si dejara de trabajar». Esto es así porque el ser humano es muy mediatamente un ser natural. Su subsistencia, todo su consumo en general, es consumo de objetos y servicios no naturales. De productos creados, constantemente creados, en una creación incesante y continua, que si se quiere y para entendernos, son artificiales. Como lo son nuestras necesidades, generadas por los productos, y lo es la propia actividad, cuya capacidad de hacer es neurofisiológica, pero cuyo saber hacer es creado. Un saber hacer, actividad, praxis, cuya génesis es directamente social, surge históricamente, en tanto que capacidad antropogenética, como resultado de organizar el esfuerzo psicofísifico de forma inmediata en comunidad. La actividad no se genera por invento aislado de individuos. Surge debido a las posibilidades inmediatas de ingeniar un hacer nuevo, esto es, un nuevo saber hacer, que solo se abren al deliberar cómo hacer dentro de un grupo, eso es lo que nos permite cambiar el hacer e imaginar nuevas fracciones de hacer. La práctica, la creatividad de hacer y saber hacer «in-geniado», es capacidad que emerge, cuya génesis se debe a que el ser humano es ser social, se debe a la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo y a la actividad/comunicación intersubjetiva.

Creatividad no es solo el acto aparentemente excepcional de crear nuevas cosas o nuevas relaciones y nuevas actividades antes inexistentes. Creación, generación de lo que no existía, es algo que se da en cada barra de pan producida. Y si nos referimos al conocimiento de carácter más intelectual, creación es cada vez que un niño crea en su mente la capacidad de restar -una operación complejísima, como nos explican los entendidos- de sumar, o de saber usar algo, con ayuda de los que le rodean e interactúan con él. Nos autocreamos individualmente en interacción con los demás,, somos la consecuencia de nuestra praxis. Esta creación reiterada, este ejercicio cotidiano de creación, que es simplemente nuestro cotidiano y capilar hacer, es lo que sostiene la existencia de la sociedad. Sí existe creatividad.

Vale, vale, de acuerdo visto así. 

El mundo existente en su materialidad, lo creamos nosotros, los trabajadores, y lo creamos generando nosotros desde nuestros cuerpos, actividad psicofísica, acción que crea cosas que no existen. De no ser así, no se requeriría de nosotros nuestra capacidad de modificar la naturaleza, o de crear actividades que sean de uso directamente por parte de otros -«servicios»-. Seguiríamos siendo quizás útiles, pero como simple proteína a comer, como los conejos, o los pollos, no como seres práxicos. Un prisionero de guerra sería, quizá, devorable, pero no esclavizable. El ser humano, en comunidad es «Die Schöpfung», así dicho, a la Haydn, «El Génesis», «La Creación», el dios creador del mundo. Pues bastaría que se suspendiera por un instante el esfuerzo práxico de creación del mundo para que éste dejara de existir, y suelo usar este ejemplo porque me vale dado que recuerda lo que dicen los creyentes que ocurriría con el mundo si la divinidad dejase de pensar un solo instante en su creación, y también porque resuena como fondo de la de Marx.

Bien vista esa relación que acabas de señalar. 

Los dominadores no pueden generar la creación de la civilización. Creo que si sostenemos esta noción, si parece de entrada válida podemos dar un segundo paso, y tratar de explicarnos el por qué se sostiene esta sociedad como tal. En el bien entendido de que las sociedades han cambiado y cambian: sin ir más lejos y por ejemplo, la URSS es un país que ya no existe, como el Imperio austrohúngaro o el Imperio Otomano. Y no solo eso, pensemos en nuestro propios recuerdos de lo que era esta sociedad nuestra hace veinte años, y hace cuarenta; algunos podemos hacerlo.

Existen diversas teorías que explican la reproducción de las sociedades históricas actuales.

Y tú te apuntas… 

Aquella a la que yo me apunto es la de la hegemonía, pero esta no es la única, ni en realidad la más extendida, aunque sí puede ser que la palabra sea de curso común pero en interpretaciones que no coinciden con las del creador del término, Antonio Gramsci.

Una muy conocida es la del totalitarismo; sociedades organizadas de una forma tal que han llegado a su entropía, o a su homeóstasis. Bueno, como escribe Moshe Lewin eso no ha existido nunca. Y no solo Lewin; también, por ejemplo, Cornelius Castoriadis sale al paso de esa mitomanía antihistórica. Toda sociedad posee dinámica, conflicto, y eso quiere decir que hay «actividad de parte», génesis de actividad de parte, de una parte que se enfrenta con otra. Los modelos ficticios estilo 1984 de Orwell -una novela de ciencia ficción muy mediocre, por cierto, y de cuya fama habrá que dar explicación algún día, y será muy chusca, la beaturronería acrítica- nada tienen que ver con la radical historicidad que caracteriza al ser humano, esto es a su perpetua creatividad y autoactividad.

Es muestra clara del ideologismo de este concepto que, tras la caída de la URSS, que era para los elaboradores de esa noción, el epítome del totalitarismo, no hayan corregido sus ideologemas. A pesar de que una sociedad totalitaria, por su propia definición, no podría transformarse, habrían llegado al «fin de la historia».

A parte de la ideología del totalitarismo, ha tenido gran pujanza otra teoría explicativa, la funcionalista.

Anoto lo que acabas de señaladr de 1984 para otra ocasión. ¿Y qué concepto tienes tú de la teoría funcionalista? 

Un mundo social organizado de forma tal que es capaz de integrar y funcionalizar cualquier variante social nueva que emerja en su seno. Una variante refinada de este modelo ha sido la elaboración sociológica, muy interesante en su recopilación y análisis empírico de situaciones socio culturales sincrónicas concretas de Pierre Bourdieu. Para él las culturas son simbólicamente regimentadas de arriba abajo, por una funcionalidad ínsita en la sociedad. Los profesores de instituto -es uno de los ejemplos que Bourdieu elige- escuchamos a Bach, para funcionalizarnos/distinguirnos como ente distinto e integrado en un nivel dentro del orden social, y los estamentos sociales más bajos escuchan a otros músicos. Porque es el estrato profesional y las culturas y subculturas regimentadas, no la música de Bach, ni la música en general, lo determinante: heterodoxia, ortodoxia, alodoxia son categorías que explican en su impresionante libro La Distinción, que van vinculadas al arriba y abajo social y van de arriba para abajo en una estructuración que se autorreproduce funcionalmente. El mundo es funcional. Pero todo esto es una foto fija sociológica, muy refinada, un corte sincrónico que presenta una situación social en un momento, y es una teoría, como todas las funcionalistas, sin onto antropología. Referido al ejemplo que cito, el qué es la música y si el gusto enraíza en la constitución del objeto estético y en necesidades onto antropológicas, humanas, si la música es una necesidad onto antropológica humana, o si su uso es solo asunto de búsqueda de elementos funcionales que identifiquen grupos que se correlacionan funcionalmente. Un algo generado por funcionalidades de jerarquía y estructura función social.

Todo esto tiene poco que ver con la masa de acción que cotidianamente extraemos de nuestras manos, de nuestras mentes; si se quiere, de nuestros lomos, a fuerza de auto impelernos a la creación y sin cuya creatividad no existiría la cotidianidad. Percatarnos de esto, de que la creatividad es dominio cotidiano nuestro es imprescindible para la existencia del mundo cotidiano, va de la mano de la comprensión de porqué es posible la revolución. Por eso, es tan emocionante el verso de Rafael Alberti de la época en que se hace comunista: su poema titulado «Hace falta estar ciego» …el verso dice: «para no ver la luz que salta en nuestros actos».

Es muy hermoso el verso y el poema que citas. Lo reproduzco al final para su lectura, para el goce de los lectores.

De acuerdo. Una vez se percibe esto, que el mundo es generación nuestra, se percibe de inmediato porqué es posible la revolución, porque el mundo cotidiano es siempre, respecto del mundo natural, un emerger, una revolución respecto del orden natural, que se autosostiene por nuestra constante actividad, -de ahí el peligro, de ahí la posibilidad de ser la especie destructiva-, pero por eso podemos transformarlo, porque somos nosotros en nuestro hacer autosostenido cotidiano.

Por eso Gramsci y los gramscianos, explican la cosa en otros términos. Recurro ahora a un gramsciano de gran talla, a un maestro, a Raymond Williams. Porque arremete con las teorías de la hegemonía -del consenso, habría que decir, porque hegemonía significa lo que dicen que significa los que han elaborado tal concepto- que consideran que el orden se establece de arriba abajo y de forma funcional.

La sociedad está en perpetua creación, y lo está todo ser humano. Y también lo está la creatividad de nuevas pautas, nuevos haceres, nuevas experiencias y productos, la creatividad emergente -que es lo que se entiende habitualmente, solo, por tal término-; también esta está en constante e imparable proceso de autogeneración. Y la hegemonía consiste en esa lucha -porque es lucha, forcejeo, cerco mutuo constante- mediante la cual un grupo dirigente pugna y consigue integrar en su proyecto la creatividad de la que depende la creación del mundo. Recuerda Williams que ninguna presión, ni adiestramiento resultan hegemónicos y que la hegemonía se opera por autoidentificación con el mundo existente. Hay un constante esfuerzo de las clases dominantes por lograr integrar la creatividad existente. Un esfuerzo colosal, que desde fines del XlX a los años treinta del siglo XX, tal como nos recuerda otro grande, André Tosel, en su último libro sobre Gramsci, se desarrolló aquí y allí, en todos los países del área capitalista al emerger, en los años 80 y 90 del XlX una nueva clase obrera que era percibida como un gran peligro. Creo que podríamos decir que eso se da desde el 48.

Desde las revoluciones europeas de 1848.

Los consejos de Donoso Cortés a Luis Napoleón, adoptados luego por Bismarck… etc. Una multitud de iniciativas de la burguesía, ante la lucha de clases, que incluía la violencia, desde luego, el pistolerismo terrorista de la patronal del Foment del Treball contra la CNT, asesinando sindicalistas, etc. Pero que trataban de ir encontrando nuevas formas de integración -integrar en, asumir, encajar en, lo que surge nuevo-. Tosel destaca que esas nuevas experiencias surgidas al hilo de las luchas, experiencias históricas, iban siendo tenidas en cuenta por las otras fracciones burguesas de los demás estados, e iban siendo puestas en común, aprendidas por el enemigo de clase. Todo esto es estudiado por Antonio Gramsci, y acuñado con el término Revolución Pasiva. Italia fascista, es ejemplo. Pero el gran estudio sobre la revolución pasiva, la que Gramsci percibe en ciernes, está en ese aparentemente extraño cuaderno de Gramsci titulado «Americanismo y fordismo».

¿Qué Cuaderno? 

El cuaderno 22

Cuaderno XXII 

No, no. Pongo, hay que poner la numeración en cifras arábigas, porque la convención es que la numeración en cifras romanas se utilice para referirse a la edición temática de los Cuadernos, la elaborada en época de Togliatti.

No lo sabía, perdona mi ignorancia. 

El 22, decía, sobre el que trabajó otro gran intelectual comunista, Giorgio Barata. Gramsci percibe que esa es la nueva forma posible, peligrosa, de integración. De integración en una nueva cultura que asuma la creatividad y dé satisfacción a las necesidades. Tosel explica que en ese cuaderno -como en el resto de los mismos- se puede tener también indicaciones sobre el barrunto por parte de Gramsci de que la URSS -está fechado en 1934- está en un proceso de revolución pasiva.

¿Y dónde lo explica? Te pregunto ahora sobre ello.

 De acuerdo

PS. El poema de Alberti del que hemos hablado antes.

Hace falta estar ciego,

tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,

cal viva,

arena hirviendo,

para no ver la luz que salta en nuestros actos,

que ilumina por dentro nuestra lengua,

nuestra diaria palabra.

Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,

sin participación de los himnos futuros,

sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra.

Hace falta querer ya en vida ser pasado,

obstáculo sangriento,

cosa muerta,

seco olvido.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.