Hasta este minuto no hay ninguna prueba, sospecha fundada, pista o simple presunción de quienes cometieron estos asesinatos.
No se sabe aún quiénes son los asesinos de los tres carabineros. Pero ya hay voces que, sin pruebas ni indicios, acusan a los mapuche que luchan como los responsables de ese hecho luctuoso.
Miserables de riguroso luto llaman a entrar a sangre y fuego a las comunidades sin siquiera saber lo que ha pasado realmente en la ejecución de los malogrados policías.
No es raro. En la larga historia de la ocupación del territorio mapuche de vez en cuando suceden hechos que justifican la represión y su reguero de muerte, desolación, pobreza y despojo. Ha sido una política de Estado en connivencia con los poderosos.
En este caso ha quedado de manifiesto el ánima carroñera de muchos políticos que se han lanzado a ganar espacios, figuración y votos haciendo un uso maldito y miserable del asesinato de los tres funcionarios y del dolor de sus familiares, compañeros y amigos.
Hasta este minuto no hay ninguna prueba, sospecha fundada, pista o simple presunción de quienes cometieron estos asesinatos.
Más bien comienzan a circular dudas razonables y aparecer contextos extraños.
Es una zona permanentemente vigilada por marinos, ¿por qué hacer una fiscalización de cautelares en medio de la noche y sin medidas de protección? ¿Bajarse todos del vehículo y no ripostar el ataque? ¿Matar a los funcionarios y llevarlos luego a ese lugar? ¿Por qué no se consideran sospechosos a los poderosos que trafican con madera robada que no tienen nada que ver con lo mapuche y sus causas? ¿O al Tren de Aragua tan socorrido en otras circunstancias? ¿Carrocería sin impactos propios de una emboscada? Son cosas que deberían aclarase, pero la investigación es secreta.
Agreguemos que precisamente en estos días se formalizaría al Director General de carabineros, acusado de graves violaciones de los derechos humanos de miles de personas. ¿Tendrá responsabilidad este cuestionado e inepto general en la indefensión en la que sus funcionarios enfrentaron su muerte? La gestión del general Yáñez, ¿tomó medida reales y efectivas para evitar sucesos como el que se lamenta?
Ante esa dudas el sistema se defiende y nada mejor que postergar su formalización lo que suena como un premio injustificado.
De resultar de origen mapuche los asesinos de los carabineros, ¿será condición suficiente para adjudicar el crimen a los mapuches que luchan por una causa justa? Un crimen así no es una herramienta de lucha política por mucho que la causa sea justa.
Este asesinato ha dado pie para que políticos rascas, verdaderos jotes que se estimulan ante la cercanía de un cadáver, no hayan perdido oportunidad para acusar a las organizaciones mapuche que luchan por sus derechos de estar detrás de esos horrendos crímenes.
De la presunción de inocencia, ni hablar. De tino y sentido de lo justo, mucho menos.
De oportunismo miserable, sí, de eso se trata.
Desde siempre la confabulación de la policía, los medios de comunicación y los poderosos que han robado las tierras mapuche, intentan enlodar esa causa criminalizando sus acciones y persiguiendo con saña a sus más importantes líderes, muchas veces víctimas de burdos montajes que son presentados como operaciones de inteligencia. ¿Recuerda la Operación Huracán?
Por eso la dudas razonables que solo podrán ser despejadas si se hace una investigación seria y eficiente.
De paso, tiende a quedar bajo la niebla que cubre el campamento la larga historia de corrupción en la que se han visto involucrados altas jerarquías policiales y que han significado ingentes cantidades de dinero robadas a la institución policial y montajes obscenos.
Desde hace casi doscientos años el Estado viene haciendo como si lo que sucede en el sur de Chile fuese solo la pataleta de alguna gente y no producto de la usurpación de tierras que ha significado tantos abusos, robos y muertos y en circunstancias de tal impunidad, que jamás se sabrá de cuántas personas afectadas se trata.
En ese lapso, los poderosos han hecho cuanto ha estado al alcance de sus fortunas e influencias para denostar la causa mapuche, perseguir a sus líderes y autoridades, retratar al hombre y a la mujer de la tierra como sucios, feos y malos, lo que luego justifica el despojo, el crimen y la persecución.
El luctuoso suceso en que tres carabineros son ejecutados al modo de las mafias, es utilizado cobardemente por el sistema político para ganar espacios. Miserables, irresponsables, mentirosos que no trepidan en utilizar ese hecho de extrema gravedad para ganar en las siguientes elecciones y/o subir puntos de aprobación.
Lo correcto sería que se despejaran las inconsistencias y dudas que comienzan a aflorar en ese crimen y poner freno a la irresponsabilidad de esos políticos rascas que, aprovechándose de la situación, intentan ganar votos y simpatías.
Estos casos lamentables vuelven a poner sobre la mesa lo indesmentible: el mapuche que lucha sigue siendo víctima de un Estado que los supone a priori culpables de todo. Un Estado que no quiere ver, que se resiste a asumir que la solución a un drama más que centenario pasa por hacerse cargo de las deudas, omisiones, responsabilidades y crímenes de los que ha sido víctima o de los que se les ha acusado sin pruebas reales al mapuche solo por el hecho de serlo.
Quizás sería bueno sincerar las cosas y disponer los F 16 y tanques Leopard para arrasar las comunidades con todo y su gente. Siempre habrá un reguero de sinvergüenzas disponibles para justificar una nueva y efectiva táctica.