Cuatro meses de debate ciudadano a través de los círculos de Podemos han cristalizado, por el momento, en toda una gama de borradores venidos de todas partes. Compromisos éticos, estructuras organizativas y líneas políticas juntan de momento 250 propuestas. La elevada participación ha producido una enorme riqueza de documentos. Si, por ejemplo, alguien busca un […]
Cuatro meses de debate ciudadano a través de los círculos de Podemos han cristalizado, por el momento, en toda una gama de borradores venidos de todas partes. Compromisos éticos, estructuras organizativas y líneas políticas juntan de momento 250 propuestas. La elevada participación ha producido una enorme riqueza de documentos. Si, por ejemplo, alguien busca un curso rápido de política o buenas explicaciones de lo que ha pasado en España los últimos años no tiene más que leerse unos cuantos borradores de principios políticos. Por mi parte, considero como lo más sustantivo los borradores organizativos: los principios de funcionamiento y toma de decisiones que adoptará esta organización nacida con la intención de producir el cambio. Estos días se está dando un proceso de refundido entre todas las propuestas, de las que saldrá un número más reducido de documentos a exponerse en el encuentro presencial de los días 18 y 19 de octubre. Tanto para los textos que ya existen como para los que se expondrán, propongo algunos criterios para valorar las distintas opciones que se están dando entre el amplio volumen de propuestas.
Antes de entrar en la exposición, cabe aclarar que por imperativo legal todos los borradores tienen una estructura similar, que ha de contener: primero, denominación, etc. y la forma de afiliación; segundo, los órganos y sus competencias, de los que se exige un Congreso del partido (Asamblea Ciudadana), un Consejo estatal (Consejo Ciudadano), un Comité ejecutivo (Consejo de Coordinación y Portavoz/Secretario) y una Comisión de Garantías; tercero el régimen económico, el territorial y la vía de reforma.
1. Mandato: ¿representativo o imperativo?
Si hablásemos de un sistema político nos preguntaríamos por la relación entre gobernantes y gobernados. En la medida en que gobernante y gobernado se identificaran o sencillamente fueran los mismos, hablaríamos de democracia. Y en la medida en que la voluntad del gobernante se independizase del gobernado nos situaríamos en la tradición del absolutismo. La representación liberal (vota cada cuatro años y calla entre medias) no es un término medio, sino que es un mecanismo histórico de protección de las élites contra las mayorías, en línea con el polo despótico. Para el análisis, en la medida que la conducta del gobernante queda sujeta a la voluntad e instrucciones del gobernado hablamos de mandato imperativo, y en la medida en que el gobernante (aunque sea representante elegido) toma decisiones propias con independencia hablamos de mandato representativo.
Para nuestro caso, fuera en un Estado, o en una organización para el cambio como Podemos, tenemos que preguntarnos ¿qué garantías ofrece el marco organizativo para que la voz del pueblo se materialice en las acciones de los cargos elegidos?
En los borradores organizativos, desde el principio, se viene compartiendo un mecanismo sencillo: la Asamblea Ciudadana (congreso de todos los participantes del partido) no sólo elige cargos sino que decide la línea política general que se llevará. A ello se han incorporado distintos mecanismos para garantizar la soberanía popular que trataremos después y que desde el principio dibujan Podemos como una organización democrática.
Mi propuesta es optar por el mandato imperativo pero con importantes condiciones. Aunque las más importantes decisiones las tome la Asamblea Ciudadana, sería completamente inoperativo saturar a ésta de potestades mientras se desinfla a los Consejos y órganos ejecutivos. Efectivamente, la Asamblea, o pueblo reunido, es soberana, pero ha de tomar decisiones que sean más bien marcos, que sustenten y limiten a la vez las actuaciones de los otros órganos y cargos; o que sean decisiones matrices: principios sobre los que desarrollar múltiples decisiones y actuaciones concretas siempre en consonancia. No entendería operativo un partido cuyas actuaciones debieran esperar permanente a ser corroboradas por un órgano gigantesco que se reúne de cuando en cuando.
Por fortuna, la vinculación entre bases y cargos hoy no necesita siempre de formas presenciales. Ya hemos comprobado la capacidad de compartir los debates de los círculos a través de diferentes herramientas en Internet, o de organizar votaciones, ruedas de masas, etc. Cualquier borrador organizativo que siga sustentando estas formas de participación y contemple consultas o referéndums ciudadanos estará, en mi opinión, contemplando una estructura participativa que puede ser eficaz. Es aquí, sobre la base de la discusión presencial o virtual, donde pueden refrendarse o revocarse decisiones políticas más allá de la Asamblea.
2. Revocabilidad
El blindaje de representantes y cargos que hasta el momento han sostenido los sistemas representativos, inclusive los partidos clásicos, pretende ser desarticulado por Podemos. Todos los borradores organizativos que he leído contemplan en mayor o menor medida la revocatoria de mandato: la posibilidad de cesar cargos por voluntad popular. Los referéndums revocatorios se practican actualmente en algunos países como Ecuador, y son, sin duda, una de las claves necesarias para que un sistema sea democrático.
Hago en este aspecto dos consideraciones. Una en cuanto a los requisitos para celebrar un referéndum revocatorio. A la hora de evaluar los borradores tendremos que estimar si los requisitos son suficientes o si son demasiados. Si el porcentaje de avales requeridos es muy alto se dificulta la celebración del referéndum y se somete a un estrés importante a quienes quieran recabar los apoyos. Pero si el porcentaje es muy bajo se da la posibilidad de que desacuerdos rutinarios y no muy amplios se materialicen en constantes convocatorias que entorpezcan y desestabilicen el funcionamiento de la organización, y transmitan una falsa imagen de división interna. Para buscar un equilibrio lo primero sería evaluar qué capacidad de intercomunicación y convocatoria existe entre los muchos y muy distintos inscritos en Podemos.
La otra consideración concierne a qué poder revocar: ¿cargos concretos, decisiones, los miembros de un órgano entero? En mi opinión todo, pero con sumo cuidado. Todo lo que se parezca a una moción de censura debería hacerse de manera constructiva (ofreciendo alternativas de antemano) y su celebración debería mostrar amplio apoyo dentro de la organización. Plebiscitos y consultas previas a una decisión importante pueden ser medidas bastante prudentes.
3. Participación
Ante la cultura política de espectadores en que nos había situado el vigente régimen político, la participación ha emergido como un valor incontestable. Hemos de matizar, en cualquier caso, que tras el significante participativo se hallan muy distintos usos. Lo participativo puede ir desde la completa autogestión de una comunidad sobre sus bienes comunes, a la vaga consulta y búsqueda de adhesión de la ciudadanía en, por ejemplo, determinadas políticas urbanísticas. La posición de Podemos es clara: se trata de recuperar la política para ponerla al servicio de la ciudadanía. En este sentido, las vías de participación en la organización deberían garantizar los flujos de información, propuestas y decisiones especialmente de abajo hacia arriba. Cabe hacerse varias preguntas.
Primero hay que preguntarse, ante un borrador, si abre puertas a la voz de la calle, si hay espacios de discusión y democracia directa, o si los círculos pueden trasladarse mutuamente propuestas y consultas. En definitiva, qué es lo que tiene que hacer un grupo de ciudadanos para someter a consideración una propuesta, que llegue a los afectados, que pueda se discutir y que, en caso de obtener respaldo, se plantee la posibilidad de materializarse. En segundo lugar, y en relación con lo anterior, hay que ver dónde se sitúa la iniciativa política en el borrador que estemos leyendo: ¿quién puede proponer? La iniciativa popular, con un número de firmas y otros requisitos es valorable en este sentido. En tercer lugar, hay que evaluar si las propuestas de amplio respaldo se agotan en el terreno de propuestas ante órganos superiores o realmente se pueden refrendar de alguna manera y convertirse en decisiones.
Finalmente, deberíamos contemplar las posibilidades ofrecidas para que participe todo el mundo. Democracia no es votar – decía un amigo -, el poder popular se construye en el debate y la participación activa. Sin embargo, las posibilidades de participar en una sociedad como la nuestra varían mucho. Las personas que por tiempo, dificultades de movilidad u otros motivos no pueden seguir las reuniones presenciales tienen todo el derecho a que su voz cuente en la misma medida que la del resto. Las herramientas informáticas con que se ha trabajado en el proceso constituyente han sido un éxito en este sentido. Y quizá esta sea la clave para que no se confunda democracia y participación con la organización periódica de votaciones virtuales. El proceso constituyente ha sido un valioso ejemplo de debate ciudadano a través de los círculos e Internet, y la construcción de propuestas. Sólo al final se procede a las votaciones. Si un borrador contempla formas de participación no presenciales, sería importante que hable tanto de discusión ciudadana como de votaciones. La promoción de debates ciudadanos, en cualquier caso, debería aparecer como una prioridad para los órganos ejecutivos.
4. Eficacia
La organización que se decida a finales de octubre tiene que servir para poder hacer frente al enorme reto político al que se enfrenta Podemos. En este sentido, todas las labores ejecutivas desarrolladas por los órganos del partido, estatales, sectoriales o locales han de verse nutridas y respaldadas. Como decía un compañero: «urge apoyar a estos chicos». El Consejo Ciudadano debería tener la suficiente autonomía para desempeñar sus funciones y poder responder de inmediato a los acontecimientos. Entonces, siempre que se trabaje en la línea decidida por la Asamblea Ciudadana, el Consejo no debería verse atado a refrendar sus actuaciones permanentemente, sino que debería estar abierto al control a posteriori (revocación de cargos y decisiones), a recibir propuestas e información y a consultar a priori tan sólo asuntos cruciales o que susciten desacuerdo. La comunicación entre las distintas instancias del partido es vital en este sentido, y órganos y círculos deberían poder estimularse mutuamente en varias direcciones. La participación, en cualquier caso, hay que intentarla de la manera más funcional, por lo que considero que hay que vigilar que los órganos ejecutivos puedan trabajar con cierto margen y que la organización no se anquilose en Asambleas que acaparen demasiado.
5. Separación de «poderes» y contrapesos
El clásico principio liberal de la separación de poderes es ineludible. Todo posible abuso debería vigilarse o corregirse por un sistema de contrapesos por el que lo legislativo, ejecutivo y judicial se supervisen mutuamente. Desde luego no es exacta, pero sí existe cierta analogía entre las Asambleas Ciudadanas y el legislativo; los Consejos y el ejecutivo; y las Comisiones de Garantías y el poder judicial. En los borradores que he leído la Asamblea está determinando la composición del Consejo Ciudadano y de la Comisión, así como se proponen medidas de revocación. Por su parte, la Comisión velará por el respeto de la legalidad, la normativa y los derechos en todo Podemos. Sobre ella, ha de evaluarse si su independencia está garantizada. En mi opinión, la destitución de miembros de la Comisión debería estar siempre justificada y restringirse a casos muy concretos, y en ningún caso poder hacerse desde los Consejos, la Secretaría General, Presidencia, o demás cargos ejecutivos.
6. Autonomía de los círculos y su papel en la organización
Desde el principio del debate ciudadano una preocupación ha sido el papel de los círculos en la organización. Los círculos han de gozar de un rol protagonista, pues son los espacios de participación directa de la ciudadanía, la herramienta e icono democrático de Podemos. Pero ello no debe mermar la capacidad de trabajo de órganos más grandes, los cuales, por supuesto, han de vincularse y estar en comunicación con los círculos. Quizá me reitero al arrastrar la idea de combinar eficacia y participación. Cualquier propuesta organizativa debe contemplar los órganos de participación directa (círculos y asambleas) y de representación tutelada (consejos revocables). A leer un borrador uno debe preguntarse si está contento con el papel de los círculos, pero sobre todo si el conjunto de relaciones entre órganos constituyen una organización funcional. Ello implica poder tomar decisiones rápidas, a menudo al margen de los círculos.
Además, uno debería evaluar cuánta autonomía deberían tener los círculos a la hora de organizarse, si se propone un protocolo que verdaderamente garantice que un círculo es válido y no sólo un biombo, y si la integración de la diversidad de círculos se contempla: locales, internacionales, sectoriales, mixtos…
7. Otros
Hay otros tantos aspectos que pueden tenerse en cuenta. Los ritmos, por ejemplo, han sido bastante debatidos: cada cuánto debería reunirse el Consejo Ciudadano o cada cuánto elegir los cargos de la organización. El tamaño del Consejo Ciudadano, la distribución territorial o la limitación temporal para ocupar cargos han sido también fuentes de debate.
En definitiva, éstos serían los aspectos que propongo evaluar a la hora de estudiar un borrador organizativo. Estimo que Podemos sabrá dotarse de la estructura democrática que desearíamos trasladar a la propia forma del Estado, donde la participación popular sea plena, pero también donde la eficacia y capacidad de respuesta ante los retos políticos que vienen esté garantizada.
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