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Crítica a la dialéctica del amo y del esclavo, de Kojève a Hegel (II)

Fuentes: Rebelión

1 – Hipótesis de Lectura global

Antes de dejar hablar a Hegel, expondremos brevemente la hipótesis de lectura bajo la cual se interpreta acá tanto la sección Autoconciencia como la Fenomenología en su conjunto.

En general, la Fenomenología como obra trata la verdad y la certeza, como resultado y comienzo, de los desarrollos globales de la conciencia, a saber: Conciencia, Razón, Espíritu, cuyo tratamiento se efectúa tanto en un plano fenomenológico como práctico (en paralelo en el caso del desarrollo de la Conciencia). Cabe mencionar que podría verse en el desarrollo de los primeros capítulos de la Fenomenología un paralelo entre el orden Kantiano de razón teórica (pura) y razón práctica, donde Hegel hace el desarrollo teórico/Fenomenológico terminando en una unidad y el desarrollo ético/práctico culminando en una escisión, una desventura o desgracia. A su vez, la Conciencia funciona como premisa Lógica de toda obra, la Razón como premisa Situada y el verdadero desarrollo está en el Espíritu que toma como base todo lo anterior en 4 movimientos: lo verdadero, extrañado de sí, certeza y verdad.

En el caso de la Conciencia – nuestro asunto –, Hegel la trata en general (a modo fenomenológico/teórico) y en sí misma (ético/práctico), en las secciones Conciencia (I-III, A) y Autoconciencia (IV, B) respectivamente. En la sección Conciencia se ve la verdad y certeza de la conciencia en general. La certeza, como comienzo del recorrido es lo que Hegel llama Certeza Sensible, donde el término medio o conflicto de la sección se compone de la dinámica fenómeno/interior. La verdad de esta conciencia en general es la Infinitud, como una unidad. Esa infinitud teórica va a ser el punto de partida de la sección Autoconciencia, esta presentada en un aspecto de vida y apetencia. El conflicto o mediación de la sección autoconciencia, será la Lucha, que dará un resultado o verdad disociado: la Conciencia Desventurada.

2 – Lectura de la Sección Autoconciencia

Hegel desarrolla la segunda gran sección de la Fenomenología, comenzando como es costumbre con una introducción, que consta de párrafos de carácter lógico que son cruciales para la correcta interpretación de lo que irá desarrollando a continuación. Los primeros párrafos recapitulan el resultado de la sección Conciencia, donde Hegel concibió la unidad del sujeto y la objetividad:

“Yo es el contenido de la relación y el relacionar mismo; es él mismo contra otro y sobrepasa al mismo tiempo a este otro, que para él es también sólo él mismo. (2017, p. 90)

Con esto, pasamos de la “primera representación inmediata” a la experiencia como tal; entramos en una dinámica de mediación como movimiento del saber, que se verá en el enfrentamiento y desventura de la autoconciencia desdoblada/escindida hasta el final. La autoconciencia, con la que entramos en el “reino propio de la verdad”, es una infinitud que se diferencia internamente en las autoconciencias que se constituyen recíprocamente, como aspectos de una sola – no como entes separados – que se reconocen como un otro respectivamente.

Lo importante aquí es no perder de vista que, al referirse a la autoconciencia como un singular, en realidad habla de un sujeto transindividual (que Hegel señala como Yo) diferenciado dentro de sí, no de 2 o más sujetos. El camino de la autoconciencia es de la autoconciencia, como totalidad y como una parte (momento, para ser más preciso) de sí a la vez. En este punto, Hegel hace un ejercicio de la máxima importancia como lectura de la FdE: Señala explícitamente un doble registro: tanto el paralelismo lógico entre las secciones Conciencia y Autoconciencia, como la inclusión fenomenológica de la sección Conciencia dentro de la autoconciencia:

El suponer [Meinung], la singularidad y, contrapuesta a ella, la universalidad de la percepción, al igual que el interior vacío del entendimiento no son ya como esencias, sino como momentos de la autoconciencia, es decir, como abstracciones o diferencias que para la conciencia son ellas mismas, al mismo tiempo, nulas, o no son tales diferencias (pp. 90-91).

Hegel entonces introduce el concepto de apetencia (Hegel, 2004): la infinitud, como totalidad teórica resultante del desarrollo lógico de la sección conciencia, es viviente debido a esta tensión interna negativa que la constituye. Hegel recurre o se sostiene en la Ciencia de la Lógica que tenía en su cabeza, pero no había redactado y publicado al hacer un uso existencial (en su propio concepto de existencia) de lo que luego llamará negatividad y que describió previamente en la sección Conciencia en términos puramente lógicos como juego de fuerzas.

Al tener a la objetividad dentro de sí, cada autoconciencia contendrá esta objetividad como objetividad “libre”, de forma inmediata, o en-sí. Estas autoconciencias (como partes de la autoconciencia como unidad) se relacionarán a través de esta apetencia de manera natural, que en Hegel significa de modo no desarrollado o bien, inmediato. Esta apetencia como independencia deseante que Hegel describe es la que podría asimilarse a nuestro concepto común de naturaleza humana, visible también en Hobbes, Maquiavelo, Locke, Hume, entre otros. Básicamente lo que Hegel nos dice es que, aquello que es atribuido como naturaleza humana en los autores anteriormente mencionados, Hegel lo pone como libertad (Pero una libertad incipiente, no desplegada). Rechazar esta naturaleza humana y poner a la libertad en su lugar tiene una consecuencia de enorme alcance: Hegel rechazará, tal cual hizo con el atomismo en un sentido lógico al comienzo de la Fenomenología (p. 67), al “atomismo” del individuo moderno. Es aquí donde se hace explícito el ánimo transindividual de la obra de Hegel como sujeto originario, donde el individuo es un efecto de la totalidad.

Con esto, la autoconciencia pasa a tener un doble objeto: el fenómeno y la verdad. El primero es el momento natural, descrito como apetente y el segundo como independiente, que le ocurren a ella misma. O, dicho de otro modo: la apetencia pasa a ser la unidad esencial en la autoconciencia como conciencia entre fenómeno y verdad, aparecer y tensión, “naturaleza” y libertad. La verdadera esencia es el hecho que la conciencia que conserva al mundo sensible (lo negativo) está contrapuesta a la “otra” conciencia. Con esto, la autoconciencia deviene en movimiento, como igualdad consigo misma, haciendo ambas la experiencia de ser apetencia y ver a la otra como apetente. Este es el desarrollo lógico de la duplicación de la autoconciencia, con que comenzará la dinámica señorío – servidumbre.

Hegel repite y profundiza el concepto de vida, como la autoconciencia, como diferencia interna, que no es algo biológico, pero sí natural en el sentido descrito anteriormente, como inmediato y más bien, no desarrollado o no formado en la cultura; o en términos lógicos “es la diferenciación de lo diferenciable o la unidad de lo diferenciado” (p 91, infra). Esta unidad es, en definitiva, un repelerse que se escinde entre autoconciencia y vida; una infinitud apetente frente a algo apetente.

Cuando Hegel habla de vida, no es vida en un sentido biológico. Es realmente necesario recalcar la característica lógica de esta sección y de las categorías que Hegel desarrolla, ya que corremos el riesgo de caer en una interpretación completamente diferente de lo que el autor pretende mostrarnos. Tampoco perdamos de vista que la Fenomenología se trata del saber, no de la realidad en sí misma.

La Vida es el conjunto de lo orgánico. Lo orgánico es, en términos breves, el ser en el modo del concepto. Hegel lo dice así: “la materia no es una cosa que es, sino el ser como universal o en el modo del concepto… un ser carente de cuerpo y sin embargo, objetivo” (p. 127).

Ya en este punto podemos constatar que tanto Kojeve como Marx fallaron en ver la logicidad del concepto de Vida y por lo tanto interpretaron la “lucha a muerte” como una lucha de autoconciencias “reales” o “individuos pensantes” – en el caso de Kojeve: personas de carne y hueso – o, en otras palabras, además de darle un sentido biológico, le dieron un sentido exterior, incluso atómico en Kojeve, lo cual es simplemente errado. El modo de ser del concepto no es otra cosa que la negatividad, la tensión constituyente de la Ciencia de la Lógica expresada como Libertad; lo expresa también como” la fluidez absoluta en que se disuelve la determinidad” (p.127).

Por último, nótese que Hegel la llama absoluta. Lo que significa que no está referida a nada externo, a nada “otro”, por lo tanto, es una fluidez que se causa y desarrolla en y por sí misma.

Hegel, hace introducción de otra categoría esencial para el conjunto de su obra: la Sustancia:

La esencia es la infinitud como el ser-superado [Aufgehobensein] de todas las diferencias, el movimiento puro de rotación alrededor de su eje, la quietud de sí misma como infinitud absolutamente inquieta; la autosuficiencia misma, en la que se disuelven las diferencias del movimiento; la esencia simple del tiempo, que tiene en esta igualdad consigo misma la figura compacta del espacio (p. 92)

Como suele ocurrir en Hegel, nos da un desarrollo lógico de lo que debiera ocurrir u ocurrirá más adelante, pero nos muestra que aún no hemos llegado ahí. Nos enseña la sustancia, porque al describirla, también describe el estado actual del desarrollo o relato:

…esta fluidez universal sólo tiene su naturaleza negativa en cuanto es una superación de ellas; pero no puede superar las diferencias si éstas no tienen subsistencia. Y es precisamente dicha fluidez la que, como autosuficiencia igual a sí misma, es ella misma la subsistencia o la sustancia de ellas, en la cual ellas son, por tanto, como miembros diferenciados y partes que son-para-sí (p. 92)

En esto, Hegel nos dice básicamente que las partes de la totalidad, al ser para-sí, no pueden ser simplemente superadas aquí sin algún proceso. Al ser la autoconciencia, como unidad, la sustancia de las figuras independientes y como vida, la escisión, sólo a través de la lucha como proceso lógico puede avanzar. Lo que Hegel nos dice en un ejercicio de abstracción complejo, lo diremos en palabras simples: nunca hay una comunidad homogénea, indiferenciada como origen. La diferencia, la escisión (acá mostrada como lucha) son constituyentes.

Esta lucha, este conflicto constituyente es uno de los puntos que Marx y Hegel comparten – al menos en forma lógica – y que explicamos en un artículo anterior: la negatividad, como “alma del devenir” que es la actividad de ser, implica una “violencia ontológica” imposible de erradicar. La conflictividad es, en resumen, un aspecto integral de nuestro ser, que Marx luego desarrollará como Lucha de Clases.

La vida como pasiva pasa a ser vida como proceso, que se escinde, genera otro y lo devora. Al hacer esto, lo hace a sí misma, que es una forma fenomenológica-lógica como saber de la negación, como acto-de-invertir-en-sí-mismo. Cuando la individualidad supera su oposición con respecto a otro, niega la negación y, por otro lado, en esta superación, la individualidad se reproduce, lo que constituye una nueva negación, descrito como “la disolución del escindir es, asimismo, un escindir”(p.87)

Dicho de otro modo: El ciclo de la vida es el todo. No es la continuidad inmediata, no es sólo las figuras subsistentes (que son-para-sí) ni el puro proceso entre ellas; no es la simple agrupación de sus momentos. Es un todo que se desarrolla, que disuelve su desarrollo y se mantiene, usando la misma lógica del Juego de Fuerzas en lo que llama Hegel más adelante “superación de doble sentido” (p.95). Nuevamente, hay que tener presente que esto no es sucesivo.

Todo este ejercicio de (aguda) abstracción sirve como lógica para nosotros del aparecer de otra autoconciencia, que no es meramente viviente, sino apetente y cuya superación o intento de superación en unidad, será ejemplificada. Aquí es donde se hace evidente el doble registro antes mencionado, donde a pesar de la exposición fenomenológica que se hará, no deja de ser una figura lógica dentro del contexto de la obra, según la hipótesis de lectura mencionada.

Gracias a todo este desarrollo puramente lógico es que Hegel asienta su tesis de (primer) intento de reconocimiento:

Pasamos del movimiento de la vida al movimiento del género (la multiplicidad de autoconciencias apetentes e independientes)
Pasamos desde el desdoblamiento de la vida en términos “naturales” (esta vez con la connotación “peyorativa” de lo meramente viviente, animal), como sólo un otro cuerpo o entidad que se encuentra con algo devorable a la escisión de las autoconciencias, que se reconocen como género humano, como subjetividad, independientes, resistiendo en su independencia (el momento Yo = Yo).
Al hacer la experiencia de la independencia del otro, para poder superarlo, necesita aniquilarlo (devorarlo) y el otro pasa por la misma experiencia y hace lo mismo.

Hegel nos dice que ese intento de superación solo será realizable si el otro acepta ser devorado:

En razón de la autosuficiencia del objeto, la autoconciencia sólo puede, por tanto, lograr satisfacción en cuanto que este objeto mismo cumple en él la negación y tiene que cumplir en sí esta negación de sí mismo… La autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en otra autoconciencia. (p.94).

Acá se hace crucial y explícita la diferencia entre apetencia y deseo, así como un uso en dos niveles de devorar. La apetencia, como mera apetencia de vida, es obtener satisfacción (un devorar simple) a través de objetos, de cosas inanimadas o inorgánicas (en términos lógicos; también visto como la satisfacción de las necesidades naturales o animales).

Hegel y el deseo

La idea de deseo en Hegel es esta: Lo que una autoconciencia busca en otra autoconciencia es ser reconocido como autoconciencia, en los hechos. En otras palabras, lo que desea es ser deseado por la otra autoconciencia (teoría ampliamente utilizada o difundida en campos como el psicoanálisis), pero a diferencia de la superficialidad de un reconocimiento meramente social o psíquico bajo la lógica de la mera apetencia, el devorar, ya operando en el deseo participa como inundación; como colmar al otro y a sí mismo, como una absorción con una connotación ontológica, en vista que las autoconciencias se niegan mutuamente no solo como contrapuestas, sino porque se ven a sí mismas en la otra. Hegel plantea esta complejidad interior de la lucha en términos de desear y entregar recíprocamente su libertad en la acción con una profundidad radicalmente mayor que las interpretaciones antropológicas, existencialistas, psicoanalíticas o sociológicas. También Hegel nos indica con esto que pasamos de la conciencia en general a la conciencia como objeto.

Ahora bien, si lo que la autoconciencia quiere es sólo ser deseada por otra autoconciencia, estaríamos en un plano meramente psicológico, exterior y superficial. Hegel nos dice que además de eso, busca la unidad. Esta unidad es la que Hegel llama Espíritu:

el Yo, que es el objeto de su concepto, no es de hecho objeto; y solamente el objeto de la apetencia es autosuficiente [selbständig], pues este objeto es la sustancia universal inextinguible, la esencia fluida igual a sí misma. En cuanto una autoconciencia es el objeto, éste es tanto Yo como objeto. Aquí está dado ya para nosotros el concepto del espíritu [Hiermit ist der Begriff des Geistes für uns vorhanden]. (p 94, infra)

Hegel anuncia otro nivel de apetencia y deseo, aunque no la menciona por su término concreto aquí: la Voluntad. Es a través de la voluntad que la autoconciencia se hará Espíritu – más adelante, cientos de páginas más delante, de hecho – cuando haga la experiencia. Ahora tenemos sólo el concepto del Espíritu.

Hegel ya nos dice qué es el Espíritu: “el espíritu es, esta sustancia absoluta que, en la perfecta libertad y autosuficiencia de su contraposición, es decir, de distintas conciencias de sí que son para sí, es la unidad de las mismas: Yo es Nosotros y Nosotros, Yo” (p. 95)

Hegel hace explícito que la contraposición y libertad de las autoconciencias, o sea, la lucha, tiene como objetivo al Espíritu, siendo este paso tan sólo eso: un paso en un largo camino de experiencias que debe sufrir la conciencia; un punto de viraje, donde Hegel afirma dejar atrás al empirismo (“apariencia coloreada del más acá sensible”), a Kant/Jacobi (“la noche vacía del más allá suprasensible”) y de paso, a Schelling (esta “noche vacía” es como la noche en que todos los gatos son pardos).

Breve recuento de la sección Señorío – Servidumbre

Como se ha visto, la lógica de la sección – señorío y servidumbre, ya ha sido desplegada antes de entrar en materia. Ahora que tenemos el panorama lógico desplegado, podemos pasar rápidamente por esta sección, para describir el tránsito fenomenológico:

Desde la lógica de la duplicación de las autoconciencias, la conciencia hace la experiencia que “la vida es para ella algo tan esencial como la autoconciencia pura” (p.98). Así damos paso a la confrontación señor – siervo al fin.

Hegel explora el lado del señor en forma rápida, donde, luego de aplicar la lógica de la introducción, nos quedamos con una representación diferente de lo que venía siendo la tónica de desarrollo y superación de figuras. Hay 2 tipos de relación en la dinámica del señor, el siervo y la cosa: la inmediata como señor – cosa (lo que come, por ejemplo) y señor – siervo (lo que oprime) y la relación mediata entre ellos, que nos lleva a la cosa trabajada de 2 modos:

En el primer modo, el señor ejerce poder sobre la cosa, o la coseidad – concepto traído la sección Conciencia (por ejemplo, ser dueño de la tierra trabajable) – y por ello, ejerce poder en el siervo. El siervo es independiente de la cosa, pero no le pertenece, por lo que tiene una independencia enajenada respecto de ella. En el segundo modo, el siervo, oprimido por el poder del señor, trabaja la cosa y el señor la goza. Así, el señor queda “a la deriva”; no es integrado al siervo como un desarrollo de categorías en la misma línea, porque encuentra su satisfacción en el mero goce y al no trabajar, no se formará, “entregando la independencia al siervo”.

Hegel cambia el punto de vista y nos hace ver el camino de la conciencia desde el siervo, rompiendo el esquema “dialéctico” que venía mostrando hasta acá, partiendo con el Temor, expresando con él, el movimiento de la categoría de negatividad para ella misma. Las autoconciencias, resistiéndose a la otra como singularidad individual, hacen imposible el reconocimiento recíproco.

Al aceptar la dominación del señor, se somete y trabaja. Aquí el trabajo es el término medio negativo: el hacer formativo de la forma a algo que permanece como forma reflejada, lo que permite la intuición de sí mismo: niega la cosa, pero no la consume, es una apetencia reprimida.

Esto es lo que constituye la salida de esta lucha. Al objetivarse a través del hacer formativo, obtiene una suerte de reconocimiento de sí, externo. Uniendo la enajenación que tiene respecto a la coseidad con el ejercer un “señorío” sobre sí mismo, gracias al reconocimiento que se da a sí mismo a través de su trabajo aún en servidumbre, nace la obstinación, que es el trabajo exterior. En resumen, a lo que se llega en esta “dialéctica del amo y el esclavo” es a que:

La conciencia se aferra a su obstinación, como libertad meramente pensada
No puede ir más allá de un singular aún
No llega a un trabajo formativo universal (como formador del espíritu)
No actúa sobre el poder universal (no tiene un hacer formativo político)
No actúa sobre la esencia objetiva total: El Espíritu.

Las Luchas y las Desventuras como plan general en la Fenomenología

Sólo con un ánimo de proyectar lo que seguirá a esta famosa sección, se dirá que lo ve desde la sección señorío – servidumbre es una serie de “luchas” o intentos de reconocimiento que se irán perfeccionando, siendo la primera de ellas, la del señor y el siervo, que, como certeza de sí, llega a la conciencia desventurada, comenzando recién ahí el trabajo interior. No llega a convertirse propiamente en Saber (que es el objeto de esta exposición, de este libro – ver p. 47, infra), debido a que fracasa. Este fracaso no es el todo improductivo; gracias a este fracaso se concibe o se muestra la desventura que lleva al origen del individuo moderno, que retrocede a ser conciencia, pero avanza en su complejidad, esta vez ya no como conciencia teórica, sino práctica, como parte de la “marcha hacia el día espiritual del Presente”.

Lo que sigue, a muy grandes rasgos, es lo siguiente:
El Saber de sí de la conciencia recién aparecerá en la Cultura (sección Espíritu) con el resultado de la conciencia libre extrañada de sí – nuevamente, otra desventura y otro “fracaso”.
Luego, el saber de sí de la conciencia libre (como individuo) aparecerá en la Moralidad, llegando a su verdad en el Espíritu representado (la Religión).
Ahora, ese saber de si de la conciencia libre como Espíritu, lo encontraremos en la Religión y que conduce a la Religión Manifiesta
Y finalmente la verdad del saber de sí de la Autoconciencia, lo tendremos en el Saber Absoluto como Efectividad, ocurriendo.

Conclusión

Puede apreciarse el hecho de que el rol de la figura del señor y el siervo es muy menor, en comparación con todo lo que ocurre en la Fenomenología y también lo que Hegel mismo considera importante, cuando recurre nuevamente a conciencia desventurada en la introducción de la sección religión y todo su desarrollo. Hegel no vuelve a usar al señor o al siervo en el resto del libro, (aunque la conciencia desventurada, en efecto, derive del siervo) y nos deja claro a través de todo el relato que es la conciencia desventurada el punto importante de las secciones Conciencia y Autoconciencia.

La omisión de la sección conciencia en su totalidad, así como la lectura descuidada u omitida de los 12 primeros párrafos de la sección Autoconciencia constituyen el núcleo o uno de los pivotes de la mala interpretación marxista y sobre todo de la escuela francesa de pensamiento derivada de Kojève, al sobredimensionar la figura fenomenológica de señorío y servidumbre y proyectarla en toda la obra. Parece que Hegel deja claro que esta figura, además de ser meramente lógica, abstracta, no situada, sin la experiencia de la conciencia haciéndose espíritu, ni siquiera es la lucha por desarrollarse en el texto; habrá otras luchas y desventuras que irán formando a la conciencia – que se expusieron brevemente – conociendo el saber que tiene en sí desde el principio. Como resumen, podría decirse que Kojève vuelve a Hegel una especie de Marxista pseudo Heideggeriano.

Bibliografía principal del artículo:

G.W.F Hegel – Fenomenología del Espíritu: traducciones y ediciones:

  • Wenceslao Roces – Ricardo Guerra, 2004, FCE
  • Antonio Gómez Ramos, 2010, Abada (versión Bilingüe)
  • Gustavo Leyva, 2017, FCE
    G.W.F Hegel – Ciencia de la Lógica (2019, Abada)
    G.W.F Hegel – Filosofía del Derecho (1937, Claridad)

Alexandre Kojève – Introducción a la Lectura de Hegel (Titivillus, 2017)

Bibliografía referenciada y/o recomendada:

Carlos Másmela – Hegel: La Desgraciada Reconciliación del Espíritu (2001, Trotta).
Jon Stewart – La Unidad de la Fenomenología del Espíritu de Hegel (2014, Universidad Iberoamericana)
Carlos Pérez Soto – Sobre Hegel (2010, LOM),
Jean Hyppolite – Génesis y Estructura de la Fenomenología del Espíritu de Hegel (1974, Península)
Jorge Aurelio Díaz – Correspondencia Kant, Fichte, Schelling, Hegel (2001, UNC).
Luis Mariano de la Maza – Lógica, Metafísica, Fenomenología (2004, PUC)
Pierre-Jean Labarriere – La Fenomenología del Espíritu de Hegel (1985, FCE)
José Porfirio Miranda – Hegel Tenía Razón (2002, UAM)
Ludwig Siep – El Camino de la Fenomenología del Espíritu (2015, Anthropos)
G.R.G. Mure – La Filosofía de Hegel (Cátedra, 1984)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.