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Criticar el oportunismo sin caer en el dogmatismo

Fuentes: Rebelión

  Aceptando el esfuerzo teórico y las aportaciones del artículo de Iñaki Gil de San Vicente » Lo esencial y lo formal en las clases sociales en el capitalismo» creo que el artículo cae en lo que es un peligro claro de la que pretende ser la izquierda real que es el dogmatismo. Pienso que […]

 

Aceptando el esfuerzo teórico y las aportaciones del artículo de Iñaki Gil de San Vicente » Lo esencial y lo formal en las clases sociales en el capitalismo» creo que el artículo cae en lo que es un peligro claro de la que pretende ser la izquierda real que es el dogmatismo. Pienso que la experiencia histórica nos ha demostrado que todos los -ismos conducen al sectarismo, por lo que no me parece bueno que la tradición de la izquierda radical ( la que va a la raíz de las cosas ) reivindique el marxismo y menos aún contra la sociología. Pienso que la sociología, con todas las dificultades que implica una ciencia sobre lo humano, está luchando para constituirse en un saber sobre la conducta social y desde la izquierda debemos reivindicarlo combatiendo la ideología que desde su interior trata de distorsionarla al servicio de la normalidad social. La izquierda debe, por supuesto, reivindicar claramente a Marx, tanto por su aportación a las ciencias sociales como la que corresponde al ideal emancipatorio, aunque son dos cosas diferentes. Y yo aquí trataría de eliminar la influencia negativa de autores como Althusser que tratan falsamente de convertir el marxismo en una ciencia y que acaban haciendo de él una escolástica.

Estoy de acuerdo con Iñaki que la crítica al capitalismo y la reivindicación de la lucha de clases deben ser los elementos fundamentales de la izquierda. Pero no creo que esto deba hacerse a partir de la noción de plusvalía, que hoy está cuestionada por muchos de los economistas de la izquierda radical. Me parece que es la lógica irracional e insostenible que lo somete todo a la lógica devastadora del beneficio, que lo mercantiliza todo, lo que hay que criticar. Y también, por supuesto, la desigualdad social que crea, pero que no puede plantearse en los términos clásicos de burguesía/ clase obrera. No olvidemos que Marx hacía una diferencia entre estas dos clases fundamentales basada en la división entre poseedores y no poseedores de los medios de producción. Hoy no son los empresarios los que dominan la economía y por lo tanto la sociedad sino lo que podemos llamar la alta tecnoburocracia: es decir los directivos de las grandes instituciones financieras, económicas y políticas. Y estos son, en muchos casos, asalariados con más poder y beneficios que los propios capitalistas, que los principales gestores y beneficiarios del sistema.

Pero la cuestión es muy compleja porque las diferencias entre Norte/ Sur también tienen como efecto la formación de un grupo social heterogéneo de asalariados con un cierto status en los países industrializados ( funcionarios, profesores, médicos, ingenieros, arquitectos) que aunque estoy de acuerdo que no podemos caracterizar con un noción tan descriptiva y ambigua como la de clase media sí que los hemos de considerar, pienso, como miembros de una nueva pequeña burguesía. Nos encontramos, por tanto, que tanto en la clase dominante como en esta otra oscilante que es esta nueva pequeña burguesía hay asalariados, lo cual convierte el hecho de cobrar un salario en algo poco determinante. Por otra parte hay una también una diferencia clara ente la clase obrera de los países industrializados europeos o norteamericanos con los obreros de países en vías de desarrollo. O con los mismos trabajadores precarios de sus mismos países, que en muchos casos son los trabajadores inmigrantes que llegan de los «países pobres» a los países «ricos». Pero todo esto no son diferencias formales sino que crea conflictos reales que hay que entender y abordar porque si no somos nosotros lo hará demagógicamente el populismo de la extrema derecha. Hay que articular un bloque de las clases subalternar formado a partir de un trabajo ideológico paciente y riguroso y de unas opciones político-económicas que, como se decía en otro artículo publicado en Rebelión, sean a la vez realista y radicales. Se trata de mostrar quien es el verdadero antagonista, que no es otro que aquellos que sostienen, gestionan y se benefician de la lógica del sistema capitalista. Y hay que mostrarlo de manera didáctica y con propuestas concretas.

Finalmente no creo que la lucha de clases tenga nada que ver con ninguna de las luchas nacionalistas que se están dando en la actualidad. Mezclarlas solo contribuye a aumentar la confusión sobre quien es el enemigo contra el que luchar.

Salud

Luis Roca Jusmet [email protected]