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¿Cuál es el precio de la incertidumbre?

Fuentes: OnCuba

La imagen de Mr. Trump lanzando rollos de papel sanitario a la población de Puerto Rico y la noticia de que el Departamento de Estado se apropiará (mucho más que indebidamente) de los dineros de muchos cubanos que pagaron por su derecho a una entrevista para intentar obtener visado norteamericano, hizo que cambiara el tema […]

La imagen de Mr. Trump lanzando rollos de papel sanitario a la población de Puerto Rico y la noticia de que el Departamento de Estado se apropiará (mucho más que indebidamente) de los dineros de muchos cubanos que pagaron por su derecho a una entrevista para intentar obtener visado norteamericano, hizo que cambiara el tema de mi columna de esta semana, que estaba prácticamente escrita. Fue mi amigo Goyo quien definitivamente me impulsó a hacerlo, con una pregunta aparentemente ingenua: «Ven acá, profe, ¿cómo es eso de la esencia, porque yo creo hay gente que parece que solo vive en ese lugar?».

Después del 17 de diciembre de 2014 se hizo más abierto y sin dudas más agudo y diverso el debate en Cuba sobre la relación entre nuestro país y Estados Unidos, después de la visita de Obama a Cuba ese debate adquirió colores y tonos muchas veces muy duros.

Para una parte de los que participaron en ese debate Obama apenas si había introducido alguna pequeña variación que en nada cambiaba la «esencia última» de la ya histórica y bien conocida política estadounidense hacia Cuba. Otros la percibieron como la posibilidad de comenzar una especie de luna de miel con aquel gran vecino. Entre ambas posiciones existió y ha existido una gama de otras que combinan y se combinan. Sobraron por esos días calificativos abiertos y encubiertos de uno y otro lado que todavía hoy suenan y resuenan en las discusiones cotidianas en nuestro país.

Lo cierto es que parecía el comienzo del fin de aquella posición obsoleta y retrógrada y evidentemente fue, en los propios labios del presidente de Estados Unidos, el reconocimiento de la derrota de la política mantenida por todas las administraciones anteriores, incluso la suya en su primer mandato.

El otro día escuché a un «experto» del patio decir que no hay diferencias esenciales entre la política de Trump hacia Cuba y la política de Obama (fue lo mismo que escuchó mi amigo Goyo y que provocó su pregunta). Y quizás aquel experto tenga toda la razón del mundo, allá en el fondo de todo, en lo más recóndito del fenómeno, es posible que no hayan diferencia esenciales, pero el camino desde lo aparencial hacia la esencia y viceversa es bien largo y las formas en que la esencia se manifiesta pueden ser muy variadas. Todavía más: esas formas diferentes de manifestación pueden tener y tienen un impacto diferente no solo sobre lo cotidiano, sino también sobre fenómenos de más largo plazo.

Si queremos alguna constatación al respecto solo tenemos que preguntar a nuestro sector turístico si esos centenares de miles de turistas que pueden dejar de llegar a los hoteles cubanos tienen algún significado o no. La misma pregunta la podemos hacer a los que rentan casas y podemos repetirla a las cadenas de tiendas en divisas que hoy viven en buena medida gracias a las remesas, las mismas que pueden verse seriamente afectadas por el ¿gobierno? de Mr. Trump.

Soy de los que están convencidos de que si bien la esencia puede ser la misma, hay diferencias sustanciales entre aquella política iniciada por Obama y esta otra diseñada por Marco Rubio e implementada por su deudor, el presidente de Estados Unidos. Y esas diferencias no esenciales sí cuentan para nuestro país, para nuestro pueblo y para los propósitos de avanzar en nuestras aspiraciones de desarrollo.

Incertidumbre, creo que es el primer objetivo y primer efecto de esa política en las relaciones entre ambos países. Mientras el gobierno de Obama al final de su último mandato transmitió certidumbre sobre su proyección hacia Cuba, Mr. Trump, que se ha convertido en el «manager» de la incertidumbre a escala mundial, arroja sobre esa relación muchos signos de interrogación. Está, a mi juicio, bien pensado. Si Cuba necesita un ambiente de negocios mejor, si parte de ese ambiente está influenciado por sus relaciones con otros países, si de alguna manera las relaciones entre Cuba y Estados Unidos influyen en ese «ambiente», entonces, generar incertidumbre al respecto es de las mejores maneras de atacar a Cuba y de intentar obstaculizar aquel propósito nuestro.

¿Y cuánto cuesta la incertidumbre? Pues no se sabe, es difícil de calcular y por más bien que se haga, siempre será una cifra muy cuestionable. El costo de la incertidumbre puede estimarse como la suma de las oportunidades perdidas más el de aquellas otras no generadas, y aún quedarían otros factores por incluir en esa ecuación.

La incertidumbre lo afecta todo, afecta al sector turístico estatal y no estatal cubano, pues el comportamiento de uno de sus mercados «naturales» (Estados Unidos) se ha convertido, por virtud de Donald en algo de difícil predicción. Afecta pues la capacidad de arrastre de ese sector hacia el resto de la economía, afecta al sector privado cubano, no solo a aquellos que tienen algún negocio de arriendo de viviendas, autos o restaurantes, sino a todo el sector en su conjunto y genera expectativas a la baja que pueden impactar en la decisiones de inversión de ese sector, inversiones que estimadas moderadamente pueden alcanzar el 35%-40% de las remesas que se reciben hoy en el país -esto es, entre 240 y 400 y millones de dólares- con un impacto muy negativo sobre la demanda agregada y sobre la capacidad de generación de empleo del sector no estatal (que hoy emplea más del 40% de la fuerza de trabajo empleada en el país).

A quienes piensan que los cambios de Donald Trump en la política hacia Cuba son no esenciales, les exhorto a que atiendan a esas cifras de oportunidades perdidas, no creadas o echadas a perder. A quienes todavía hoy piensan que la lucha de Cuba contra el bloqueo es una tozudez del gobierno cubano, los exhorto también a que sumen a las cifras que año tras año Cuba muestra, estas otras tan difíciles de calcular, pero que cuentan día a día en la vida cotidiana del cubano.

¿Y qué hacer entonces? En tanto acciones unilaterales de un gobierno extranjero contra Cuba por parte del gobierno del país más poderoso del mundo, reducir la incertidumbre es, a mi juicio, uno de los mejores antídotos.

En breve Cuba tendrá esa posibilidad. A finales de octubre y comienzos de noviembre se realizará en la Habana FIHAV 2017. Se realizará en condiciones muy diferentes a la del año anterior. El cambio en la relación con Estados Unidos no es el único cambio, pero es de los más trascendentales.

Crear y ofrecer mejores facilidades a los inversionistas y comerciantes extranjeros es una de las maneras de reducir la incertidumbre. En más de una ocasión las autoridades cubanas al más alto nivel han reconocido que la lentitud y la falta de experticia, junto a mentes anquilosadas en su manera de mirar la inversión extranjera, han estado entre las causas de los bajos volúmenes de inversión extranjera ejecutados en el país, que nos ponen en algunos indicadores relativos a esta asunto por detrás de prácticamente todos los países de la región. Hagámoslo entonces, transformemos radicalmente esos «obstáculos internos» que no han permitido cambiar «esencialmente» nuestro modo de relacionarnos con la inversión extranjera directa.

Pero no descuidemos nuestras fortalezas, dejemos también que nuestras empresas estatales sean verdaderas empresas, pero hagamos también, del sector no estatal, una fortaleza real para nuestras aspiraciones. No los entendamos como compartimientos estancos, porque no lo son. Mirémoslos como complementarios, los unos y los otros.

Trump viene a sumarse a aquellos gobernantes norteamericanos presos de una forma también anquilosada de entender la relación con Cuba. Renunció por ignorancia y por ser deudor de Marcos Rubio al enfoque practicado por la administración Obama. No creo que cambie esa línea de conducta en los próximos tres años, cuando más intentará empeorar esa relación y generar más incertidumbre. Traiciona sus propios argumentos sobre su interés por las empresas norteamericanas, su pasión proteccionista y sus argumentos a favor de crear empleos internamente.

Pero sin dudas tiene un lado positivo. Nos recuerda que son las fortalezas de todos los cubanos, lo que nos permitirá derrotar el tremendo dislate de esta nueva política. Los cubanos estamos entrenados en esa empresa tremenda que es sobrevivir bajo condiciones excepcionales. Aprovechemos pues las oportunidades. Están ahí, pero no esperan.

Fuente: http://oncubamagazine.com/columnas/precio-la-incertidumbre/