Nochebuena de 1936. Un convoy formado por once camiones de campaña transporta en dirección a Bailen a republicanos de los pueblos de Montoro, El Carpio, Villa del Río y Bujalance que ante el avance de los llamados «nacionales» se ven obligados a abandonar sus hogares. En su mayoría son mujeres no combatientes, menores de edad […]
Nochebuena de 1936. Un convoy formado por once camiones de campaña transporta en dirección a Bailen a republicanos de los pueblos de Montoro, El Carpio, Villa del Río y Bujalance que ante el avance de los llamados «nacionales» se ven obligados a abandonar sus hogares. En su mayoría son mujeres no combatientes, menores de edad y ancianos.
No transportan armas y si un enorme desaliento, miedo y angustia sobre su futuro. Mal pertrechados, con hambre y frio insuperables se alejan de sus hogares que, de seguro, serán asaltados y objeto de rapiña por los leales al régimen triunfante.
En su severa penitencia, a la altura del pueblo jienense de Villanueva de la Reina, avistan a la aviación nacional que, de inmediato, comienza un incesante bombardeo, a pesar de la bandera de la Cruz Roja Internacional que ondea en el primer vehículo del convoy. En una «gloriosa acción de armas» los valientes pilotos de Franco y su puta madre, en pocos minutos tienen volcados y humeantes a los once vehículos y un reguero de mal heridos entre el depauperado olivar. 23 niños muertos, más de 50 gravemente heridos y 17 adultos, en su mayoría ancianos, despanzurados entre el asfalto y las eras arcillosas.
Mi hermano Manuel, de 4 años de edad está indesmentiblemente muerto. Llevaba un grueso jersey de lana de color azul, que resultó impotente ante la metralla. Su mundo eran las pelotas de trapo y los camiones de madera. Nada sabía de la «gloriosa cruzada de salvación nacional».
Durante décadas mis padres no celebraron ni la nochebuena ni la navidad. Yo nací once años después y durante mucho tiempo, en nochebuena, solo atisbaba sollozos, lágrimas y un sano odio mal contenido.
Nunca olvidaron aquella «nochebuena» y quedaban mudos cuando alguien les deseaba felices pascuas. El cuerpo de mi hermano de 4 años no ha sido localizado, está enterrado en una cuneta de la vieja carretera de Villanueva de la Reina a Bailén junto al de otros 40 seres humanos para los que no hubo ni «paz» ni «buena voluntad» en aquella nochebuena y en las 75 siguientes.
He hecho innumerables gestiones antes los alcaldes del PSOE de Villanueva de la Reina. Nunca ninguno ha querido saber nada. Uno llegó a decirme que: «el muerto al hoyo y el vivo al bollo». Pues eso, que se quede con su bollo. O mendrugo.
Esta mañana, como cada nochebuena, he visitado las tumbas de mi padres en el cementerio de San Rafael de Córdoba. Y hemos renovado nuestra alianza. Ni perdonamos, ni quisimos perdonar, ni perdonaremos a los asesinos de niños y libertades.
No hay ni una simple placa, ni un simple monolito que recuerde que una nochebuena de hace 75 años, en un olivar andaluz, no hubo ni esa paz, ni ese amor, ni esa buena voluntad que dice y pregona su mensaje cristiano. No nació un niño, murieron 23.
Blog del autor: http://lucasleonsimon.wordpress.com/2011/12/24/cuando-a-veces-la-nochebuena-no-es-una-noche-de-paz/