Isaac Rosa en su artículo ¿Nadie llorará por los sindicatos? decía que él llorará, por la trayectoria de los grandes sindicatos traicionada de ellos mismos, y sobre todo porque no tenemos con qué llenar el gran vacío organizativo que están dejando. Pero no sé si le malinterpreto cuando al leer su artículo he entendido que […]
Isaac Rosa en su artículo ¿Nadie llorará por los sindicatos? decía que él llorará, por la trayectoria de los grandes sindicatos traicionada de ellos mismos, y sobre todo porque no tenemos con qué llenar el gran vacío organizativo que están dejando. Pero no sé si le malinterpreto cuando al leer su artículo he entendido que pese a todo lo que reconoce de los sindicatos como malo, considera que deben de salvarse porque no tenemos recambio. Lo siento mucho, pero no me vale aquello de too big to fail (demasiado grande para caer). Tengo que decirle que lloro tanto porque no tengamos recambio como porque la izquierda española, en general, no tiene arreglo, o al menos yo no lo he encontrado en todo el tiempo que me llevo dando caramonazos contra la pared hasta que mi cabeza ha dicho ¡basta! Yo también lloro por los sindicatos, como lloro por las organizaciones LGTB, partidos, y tantas otras por las que he pasado o estoy pasando. Al contrario que al inicio de mi vida militante, ahora, apenas seis años después, dedico casi el mismo tiempo a la consecución de los objetivos que a las luchas internas. Y no encuentro ninguna manera de atajarlas, ni con la ayuda de toda la gente válida, que hay mucha. Yo no veo cómo salvar a los sindicatos y a otras grandes organizaciones, porque no veo que tengan solución. ¿Qué solución tienen CCOO y UGT si hasta en la Plataforma Estatal por la Escuela Pública sugieren dejar de utilizar la palabra «pública» (no es casualidad que en el pseudo-referéndum por la educación ya no aparezca «pública» salvo en el nombre de la plataforma)?
¿Qué solución tiene Izquierda Unida si hasta he presentado enmiendas a sus Estatutos, todas ellas defendibles, entre otros argumentos, por necesidad de coherencia (un afiliado, un voto; incompatibilidades de cargos;…), y me he encontrado con gente que decía estar de acuerdo con mis argumentos, pero ¡tener que votar en contra!? ¿Qué solución tiene si hasta la Asamblea de mi pueblo, donde creía haber encontrado una agrupación coherente con su discurso, que ha creado una estructura de participación ciudadana que da respuesta a los problemas reales de la gente,… y al final me he encontrado con un aparato (camarilla) que controla la agrupación y la estructura de participación [dirigida] (todo lo cuál he descubierto al discrepar con el aparato y sufrir sus atropellos) y al que no le importa incluso poner en peligro la integridad física de quienes participan para alcanzar sus objetivos electorales?
¿Qué solución tiene el movimiento LGTB si está controlado casi en su totalidad por el PSOE y el PP (sic)?
No se trata sólo de los sindicatos sino de muchos de los grandes movimientos sociales y partidos de izquierda. Todos tienen sus discursos en descomposición al ser integrados dentro del sistema. La muerte de los metarrelatos lyotardiana fue sentenciada por los neoliberales, pero los ejecutores están siendo sus propios relatores. Y es que cuando he exigido democracia a los «demócratas», me han respondido con una votación tan democrática como a las que estamos acostumbrados en España.
No es un problema de corrupción ideológica leve. ¡Es que las termitas han llegado hasta la médula y la han dejado hueca! Y, efectivamente, no tenemos con qué rellenarla, pero los neoliberales sí, y lo están haciendo. Esta nueva consigna que dice «que se vayan todos», no me parece del todo desacertada. Obviamente, no quiero dejar el hueco vacío, y mucho menos que sea ocupado por las fuerzas neoliberales, pero me parece imprescindible la renovación. Un lavado de cara en absoluto será suficiente.
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