Creíamos que habíamos superado la dictadura franquista, pero nos equivocamos; de manera no sangrienta pero si de forma sibilina y cruel se esta imponiendo otra forma de dictadura que aprovecha los instrumentos democráticos, y otros que no lo son, para hacerse con todos los poderes del Estado, incluidos naturalmente el judicial, crucial para el encubrimiento […]
Creíamos que habíamos superado la dictadura franquista, pero nos equivocamos; de manera no sangrienta pero si de forma sibilina y cruel se esta imponiendo otra forma de dictadura que aprovecha los instrumentos democráticos, y otros que no lo son, para hacerse con todos los poderes del Estado, incluidos naturalmente el judicial, crucial para el encubrimiento de los delitos de corrupción política. Una dictadura que distorsiona el lenguaje, el sentido de las palabras y ocupa el Estado para beneficio de una minoría de la población, con el siguiente perjuicio para las clases menos favorecidas.
Cuando salimos de la anterior dictadura (me refiero a la de la postguerra, a la de los cuarenta años de franquismo, de fascismo y de totalitarismo), gracias a un proceso que se llamo de transición democrática, la utopia estaba, para gran parte de la población, en el modelo socialdemócrata que había logrado en los países nórdicos y centroeuropeos el estado del bienestar, esto es: el derecho gratuito a la educación básica, a la asistencia sanitaria y a unos servicios sociales fundamentales, a una pensión digna, a unas prestaciones por desempleo, a un salario mínimo, a becas para estudios universitarios, al acceso a la cultura, dentro de un Estado vertebrado en la libertad de expresión y de manifestación, el control de la administración publica y la fiscalización de las acciones de nuestros gobernantes. La utopia era un Estado al servicio de los ciudadanos, de los trabajadores, de las personas mayores, de los jóvenes. Cuando en España estábamos acercándonos a éste modelo, en los países que ya lo tenían se iniciaba su declive gracias a las nuevas corrientes neoliberales que invadían los EEUU de Norteamérica y Reino Unido, extendiéndose a continuación al resto de Europa; paradójicamente en Alemania fue precisamente un gobierno socialdemócrata quien inicio la transformación del modelo (Gerhard Schröder).
Lo conseguido en España en los primeros años de este corto periodo democrático esta siendo dilapidado de forma sistemática y brutal por el gobierno conservador y tradicionalista del PP (que siempre debió llamarse Partido Impopular), reducción de salarios, abaratamiento del despido y de las contrataciones, disminución de las prestaciones en materia de servicios sociales y sanitarios, desprestigio y debilitamiento de los sindicatos y de los partidos políticos, retroceso de las libertades y derechos fundamentales (reforma del código penal y proyecto de ley de seguridad ciudadana), encubrimiento del delito político y enriquecimiento de las elites oligárquicas del país, y como consecuencia de todo ello el hundimiento del sistema democrático. El gobierno es insensible al mal que esta causando, ante el desahucio protege a la banca, ante el corte de suministro de luz o gas protege a las compañías energéticas, de la misma forma que antes que la calidad de la asistencia sanitaria protege a las empresas que, sin experiencia en ocasiones, se introducen en la gestión de los servicios sanitarios y sociales. Y en el mayor alarde de cinismo se pretende hacer creer a los españoles que un incremento de los beneficios de los empresarios, cifrados en miles de millones de euros en los casos de la banca española, de las compañías eléctricas y de las de comunicaciones, es una prueba de que estamos saliendo de la crisis, cuando estos beneficios no son otra cosa que el fruto de la política neoliberal de incrementar la riqueza de los poderosos, en detrimento de una mayor pobreza en el resto del personal.
Pero el techo, o el suelo, según para quien, no se ha alcanzado, la derecha aún tiene objetivos por cumplir, como la privatización de los hospitales públicos, bloqueada en la Comunidad de Madrid por los tribunales de justicia a pesar de las presiones y artimañas del gobierno regional para condicionarles, y el desprestigio y progresivo deterioro consciente de lo publico para entregarlo a manos privadas, siguiendo el modelo de la ideología neoliberal
Así que al gobierno del Partido Popular le importa un pimiento los españoles, y nos esta haciendo retroceder más de veinte años, para situarnos de nuevo en los años ochenta, pero con las esperanzas de futuro mermadas, fundamentalmente para los jóvenes cuya mejor salida profesional es el abandono del país o la rebelión, el estallido social, lo que puede llegar a ocurrir cuando converjan las ansias de libertad y la necesidad de subsistencia.
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