El Ministerio de Defensa se ha decidido a actualizar su infografía sobre las operaciones militares españolas en el exterior vigentes en la actualidad.
Para quienes no están excesivamente informados de nuestro papel de guardias de la porra geopolíticos y del enfoque agresivo e intervencionista de la política de defensa española, conocer que actualmente asistimos a 18 escenarios de guerra puede ser un sapo difícil de tragar.
Hemos conseguido que sea de dominio común en la opinión pública conocer el enorme gasto militar español, su voraz despilfarro, su falta de transparencia y hasta la losa monumental de deuda ilegítima que genera, pero tenemos menos concreción si nos preguntamos para qué requiere un estado como el español de ese ingente gasto militar.
Y conocer el asunto de la participación española en operaciones militares de un marcado carácter intervencionista despeja una parte del interrogante, porque una parte importante del gasto militar español se destina a la injerencia militar en el exterior; una injerencia, como es de ver en el propio mapa de posición, dependiente de los intereses de la OTAN y del esfuerzo de la UE en convertirse en una potencia militar con intereses propios (y no del todo independientes).
Veamos el mapa
Conforme al mismo podemos ver que nuestra principal contribución en
número de operaciones se destina al apoyo a la OTAN (7 operaciones) con
barcos, aviones, submarinos, tanques y sistemas sofisticados de control,
misiles y asesores militares.
Básicamente la OTAN mantiene con estas operaciones el control del
atlántico, índico, báltico y mediterráneo, así como sus posiciones
militares en los países bálticos y fronterizos con Rusia y una gran
parte de oriente medio, desde Turquía a Irak.
Le siguen en número de operaciones las de la Unión Europea, en las que principalmente España aporta tropa y asesores militares, sobre todo en Centroáfrica, donde sitúa una gran parte de su particular influencia y preocupación (no en vano es medianamente sencillo contrastar el mapa de intereses de la UE con el del antiguo colonialismo francés).
Encontramos en tercer lugar los cuatro escenarios que forman parte de lo que la estrategia militar española denomina su «frontera de seguridad avanzada», principalmente el Sahel y el Golfo de Guinea, y que hace relación a los intereses de nuestras empresas internacionalizadas (petróleo del Golfo de Guinea) y con la coincidencia de intereses con Francia en el control del Sahel.
Y por último los dos escenarios, Líbano y Colombia, de participación en misiones de la ONU.
- Lo que el mapa no dice
El mapa del Ministerio no lo dice todo y miente más que habla, porque por debajo de la cruel realidad de nuestro intervencionismo se pueden destacar otros aspectos que lo hacen más bochornoso e indecoroso si cabe.
- a) Coordinaciones militares, alianzas y cuerpos militares conjuntos
No dice, por ejemplo, que formamos parte de otras formas de coordinación militar singulares, como la iniciativa 5+5 defensa del mediterráneo, que coordina iniciativas de defensa de diez países ribereños del mediterráneo occidental (Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania, Túnez, Francia, Italia, Malta, España y Portugal) y cuya presidencia en 2024 le corresponde a España.
Bajo el auspicio de esta iniciativa se realizará en 2024 un importante ejercicio de salvamento y rescate en la mar (CANASAR), liderado por el Ejército del Aire y del Espacio español, y otro de seguridad marítima dirigido por la Armada (MARSEC).
No es nuestro único acuerdo de «cooperación» militar fuera de las operaciones militares en el exterior. Para los desmemoriados hay que recordar que tenemos otro con EEUU por el que cedemos territorio para la instalación de bases militares americanas en su proyección sobre sus enemigos tradicionales, en virtud del cual, por ejemplo, en 2024, tiene situados en Rota cuatro de sus barcos de guerra más agresivos, el USS Arleigh Burke, USS Roosevelt, USS Porter y USS Paul Ignatius, este último el más nuevo de los barcos estadounidenses desplegados en Europa.
Contamos con otros acuerdos de cooperación militar llamativos como por ejemplo un memorando de entendimiento con Israel, acuerdos militares con Arabia Saudí (en este caso destaca un acuerdo de protección mutua de información militar de 2017 que tiene como objetivo ocultar la venta de armas poco santa a dicho estado), con Kazajstán, con la mayoría de los países del Sahel, y así un largo listado.
Formamos parte del eurocuerpo con Francia, Alemania, Bélgica y Luxemburgo; de Euromarfor con Francia e Italia; de una fuerza anfibia hispano-italiana; de una iniciativa anfibia europea con Reino Unido, Francia, Holanda e Italia; de una Fuerza de gendarmería europea con Portugal, Francia, Italia y Países bajos; de un Mando de transporte Aéreo Italiano y con cuanta iniciativa militar sale a cuento.
- b) Una inversión en la guerra escandalosa
Tampoco explica el mapa que desde que Felipe González autorizó el primer contingente militar de participación en operaciones en el exterior hasta la fecha son ya cerca de 120 escenarios militares en los que han participado los ejércitos españoles, con más de 120.000 efectivos en circulación.
Es un escándalo. Somos un país que difícilmente puede considerarse amistoso después de tanta tropa danzando.
Llama la atención la falta de visiones críticas en los medios de comunicación cada vez que la ministra de defensa sale a cacarear esta enorme participación española en operaciones militares en el exterior.
- c) Un gasto impresentable para hacer la guerra e imponer la dominación del bloque occidental.
No nos despistemos con las mentiras que difunde la publicidad oficial. No es cierto que las tropas españolas en escenarios militares de control y de conflicto tengan como finalidad garantizar la paz, como dice la ministra de defensa. Más bien los esfuerzos militares se encaminan a garantizar las posiciones de la OTAN y los intereses de euroatlánticos en el statu quo internacional, todo ello bajo la batuta de mando de EEUU; el principal socio y actor militar mundial.
Es curioso. Nunca se ha auditado el gasto en operaciones en el exterior. No lo ha hecho el Tribunal de Cuentas. Tampoco lo ha exigido el parlamento y no contamos con ninguna evaluación de esta política.
España ha enterrado miles de millones de euros en escenarios como Afganistán, Mali o Irak, por poner dos ejemplos donde la participación se ha saldado con un sonoro y descarado fracaso, pero nuestro parlamento, como siempre, a por uvas. No ha pedido nadie evaluar estas políticas. ¿Por qué? Busquen lo simple, porque todos mojan de esta salsa y no quieren preguntas incómodas.
Podría, como en otros temas, pedirse que la AIREF u otra instancia de evaluación de las políticas públicas, que evalúe este tipo de acción. ¿Se va a hacer?¿Lo va a hacer la derecha militarista?¿el PSOE no menos militarista?¿una izquierda abotargada y sin alternativa?¿los nacionalismos periféricos?
¿Lo va a pedir el entramado de organizaciones de cooperación al desarrollo, que saben lo que está pasando, pero callan o hablan entre dientes al respecto?¿La prensa amarilla?¿Algún periodista con criterio propio? ¿Alguien más?
Mientras no exista una fortaleza antimilitarista con capacidad de movilización social, con criterios, argumentos y alternativas sólidos y con una agenda de verdadero y constante trabajo y lucha, capaz de hacer pasar factura al cinismo oficial, nadie moverá un dedo.
Vemos en el cuadro siguiente, de elaboración propia y basado en los datos oficiales más los que ocultan y se les escapan de vez en cuando que, desde 1999 a 2024 (este año con una proyección, pues solo cabe hacer una estimación) España ha gastado en participar en operaciones de injerencia militar nada menos que 20.781 millones de euros sin que pueda decirse que dicha cantidad ha propiciado ni un solo logro de paz en el mundo.
21,781 millones de euros que en gran parte han servido para
sobreincentivar a los militares con sobresueldos y dietas «a la buxaca»,
pero también para probar nuestro material bélico, efectuar de tapadillo
inversiones y reparaciones que no constaban con partidas de gasto
claras en otros capítulos del presupuesto y usar, cómo no, nuestra
presencia militar y nuestro material en el escaparate de los compradores
de armas.
Y también, obvio es decirlo, para el campaneo internacional de nuestros
mediocres políticos que, a falta de una visión estratégica o de otros
méritos, participan en el concierto de las naciones poniendo los
mamporreros al servicio del servil sistema de relaciones políticas en el
que nos desenvolvemos.
Pero ese campaneo le sale caro al planeta. Si comparamos el mapa
elaborado por Defensa con otro relativo al índice de paz mundial,
veremos la extraña casualidad de que gran parte de los peores escenarios
para el índice mundial de paz coincide con el de nuestra presencia
vigilando mares, asesorando países o posicionando tropas. ´
Resulta turbador que participamos activamente en los lugares donde peor
van los múltiples indicadores de paz, ya sea los relacionados con el
desarrollo, con la seguridad humana o con la justicia. No parece que la
paz que llevamos sea tan pacífica como prefieren los indicadores.
- d) El negocio de las armas
Otro de los motivos de nuestra activa presencia en nuestra alianza de guerra surge a nuestro alrededor es nuestro activísimo papel en la venta de armas por doquier.
Si superponemos el mapa de las operaciones militares en el exterior en las que participa España con otro de los principales y más activos compradores de armas Made in Spain surge la duda de si la política intervencionista española no es la avanzadilla de los señores de la guerra y sus opíparos negocios.
Al respecto conviene recordar que los crecientes aumentos del gasto militar de occidente exigidos por EEUU no tienen como principal objetivo construir la paz o la seguridad colectiva, sino incentivar y cebar el negocio de las grandes corporaciones armamentísticas, principalmente de matriz norteamericana e imponer un tirón de la economía de guerra, con su correlato de generación de deuda en múltiples países, que beneficia la dependencia de casi todos a los intereses americanos.
A menor escala, nosotros replicamos el modelo poniéndonos a rueda de la superpotencia americana para recoger las migajas con nuestra menos lucrativa industria militar, la sexta exportadora de armas según el SIPRI si contamos los últimos diez años y la octava si solo contamos el último, donde se han incorporado nuevos buitres carroñeros al negocio de los señores de la guerra.
- e) Un ejército entrenado
Otra de las funciones de las operaciones en el exterior, lejos de tener nada que ver con la paz, es entrenar a la tropa, ponerla en perfecto estado de combate por si llega el caso de tener que hacer un uso masivo de esta.
Es significativo comprobar que son más de 121.000 efectivos los que han participado en operaciones en el exterior.
Es evidente que esto no equivale a que han mandado fuera a todo el ejército, pues se van reemplazando en contingentes de militares en operaciones exteriores por periodos de tiempo determinado los efectivos en el exterior. Pero 121.000 es un volumen que hace que, en el mejor de los casos, podamos pensar que la mayoría de las unidades operativas del ejército han engrasado su musculatura en conflictos exteriores y cuentan por ello con un alto grado de experiencia caliente en escenarios de guerra.
Para un ejército el poder ejercitarse en la guerra, sin que nadie se
escandalice, es una oportunidad nada despreciable y sirve al interés del
militarismo de tener todo dispuesto, también por si lo que aquel otro
dejó atado y bien atado se descose o se desata.
La participación en escenarios de guerra se realiza en operaciones donde
participan ejércitos de diversos países de forma conjunta y combinada,
lo que también es un aprendizaje y una preparación del ejército para una
eventual actuación global futura de imposición por la fuerza de las
ideas dominantes en la cabeza de mando.
Llama la atención que en la estrategia de defensa española, amén de designar como riesgo o amenaza con enfoque militar a cualquier cosa que pueda para en el globo, desde una pandemia a un virus informático pasando por problemas de suministro de agua o ataques de los marcianos, hay un enemigo tradicional de nuestra versión militarista histórica más autoritaria que sigue formando parte de la obsesión militar: el enemigo interno, ya sea social, territorial o de cualquier otro signo.
También para eso se entrena el ejército, tanto con demostraciones de escenario clásico militar como de contrainsurgencia, espionaje, ciberseguridad y un largo etcétera al que contribuye la participación en misiones en el exterior.
Fuente: https://www.grupotortuga.com/Cuantas-son-para-que-sirven-y
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