Cuba, con sus cerca de 11 millones de habitantes, distribuidos en los más de 109 mil Km² de territorio, rodeado de mar, asediado y bloqueado económicamente por el Estado norteamericano, tiene una suerte diametralmente diferente a su vecino insular Haití.
Haití fue y es la primera República negra que surgió desde los escombros de la colonización fracófona, en 1804. Desde entonces, el sistema imperial euronorteamericano, prácticamente lo empujó al fracaso como venganza y escarmiento para que ningún pueblo de esclavos siga el ejemplo de emancipación.
Cuba, casi un siglo y medio después de Haití, en 1959, fusil en mano, expulsó a los agentes del imperialismo norteamericano. Incluso los humilló en la invasión a Playa Girón, expulsándolos derrotados en cuestión de 72 horas.
Desde entonces la Isla es cultural, política y económicamente diferente al resto de los países del Continente de Abya Yala.
En Cuba los 109 mil Km² de su territorio es propiedad del Estado. En el resto de los países, casi todo los suelos y otros bienes comunes son privados. Y muy a pesar de ello, la miseria y hambruna crece, como es el caso de Guatemala.
La revolución cubana invirtió e invierte en la educación. Exporta conocimientos y tecnología hacia el mundo, y eso es su principal fuente de divisas, seguido por el turismo. Muchos países bicentenario, en cambio, no pueden fabricar casi ni una aspirina, además incluso lidian con analfabetismo hasta de dos dígitos.
Mientras en países del centro y sur de Abya Yala los violentos asesinatos diarios son constantes, y normales. En Cuba la seguridad, con sus limitaciones, es una realidad envidiable.
En la Isla no se ven niños desnutridos, ni gente pidiendo comida en las calles.
Pero tampoco existe la inmoral opulencia de unos pocos como se mira en los bicentenarios países vecinos.
Quizás obligados por el letal bloqueo económico, las y los cubanos hicieron de los carros viejos y de las derruidas casonas de La Habana vieja, verdaderas piezas de museo en el que transportan al turista al pasado que ya no existe en ninguna parte.
Volví a Cuba, quizás una década después. Y siempre veo realidades que me sorprenden.
Como campesino por opción, mi vista antropológica siempre pone la mira en el cultivo de la tierra. Y como en ninguna ciudad de Abya Yala, en La Habana visité huertos urbanos donde cultivan la comida en predios de metros cuadrados. Se miran más emprendimientos familiares de negocios. Hay más comida. Aunque la carencia del combustible y la carencia de electricidad, en buena medida consecuencia del bloqueo, persiste.
Como en ningún lugar del mundo occidental, en Cuba presencié, en simultáneo dos eventos científico tecnológicos. Sí. Cuba bloqueada, saboteada en su acceso a Internet, organizó en la tercera semana de marzo el III Coloquio Patria sobre comunicación digital, geopolítica e inteligencia artificial, junto a una impresionante feria sobre ciencia y tecnología. En el evento de comunicación participamos más de 200 comunicadores/investigadores, provenientes de más de 31 países.
Podremos o no estar de acuerdo con el sistema político, económico y cultural cubano. Pero, lo que no se puede negar es que la Isla convierte su “desgracia” en una frondosa oportunidad. Lo hizo y hace con los carros viejos. Ahora, lo hace con el “bloqueo cibernético”. Seguramente lo hará con el “agro urbano”.
Quizás dos premisas constantes posibilitan esta ecuación sociocultural: el bloqueo norteamericano y la apuesta por la educación (cultivo del alma, cerebro y cuerpo). La constante situación límite necesariamente obliga incluso a la mutación antropológica. Y eso es Cuba. No es un paraíso, pero creo que está en mejores condiciones que el resto de los pueblos para sobrevivir a la anunciada debacle planetaria, producto de la modernidad y de su sistema capitalista.
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