Hay hechos políticos que definen el carácter de una época. Para despecho de los dogmáticos, esa izquierda simplona que tiene unos cuantos adeptos aislados en Venezuela, el ejercicio de la política es sumamente complejo y no se puede despachar citando a los clásicos y a los líderes, descontextualizándolos. Hay uno de estos pajaritos que para […]
Hay hechos políticos que definen el carácter de una época. Para despecho de los dogmáticos, esa izquierda simplona que tiene unos cuantos adeptos aislados en Venezuela, el ejercicio de la política es sumamente complejo y no se puede despachar citando a los clásicos y a los líderes, descontextualizándolos. Hay uno de estos pajaritos que para atacar a la Revolución y a nuestro presidente Nicolás Maduro, vive elevando loas a la Revolución Cubana y a Fidel, poniéndolos como ejemplo de revolución verdadera, frente a la «traición socialdemócrata» de Maduro y la dirigencia revolucionaria venezolana. Nunca se cansa de aparecer criticonamente cada vez que Venezuela hace algún movimiento inteligente de política internacional, como la reunión de Delcy Rodríguez y Diosdado Cabello con Tom Shannon. Eso sería una especie de capitulación. Esa ave de mal agüero, que se llama Toby Valderrama, no tiene problema en coincidir con las manipulaciones de Rafael Poleo en ese tema ¿Qué pensará ahora, que Cuba celebra con un fiestón en Washington la apertura de su flamante embajada en Estados Unidos, con invitación a decenas de congresista gringos y a la misma Roberta Jacobson en persona?
Si algo ha demostrado Cuba a lo largo de las más recientes décadas, es la gran flexibilidad táctica de su política exterior. Excluida completamente por el imperialismo, su situación de aislamiento empeoró con la disolución de la Unión Soviética y la restauración completa del capitalismo en el llamado «campo socialista». Esto obligó a ese pequeño país a librar una lucha titánica contra las constantes agresiones y conspiraciones imperiales, en tanto que ensayaba distintas vías de acercamiento con otros países, sobre todo de Europa y América Latina.
En este desarrollo no fue poca la ayuda que prestó Hugo Chávez, con su lucha denodada por la integración latinoamericana, que se concretó en importantes frutos como la ALBA, la Unasur, la Celac, Petrocaribe y otras formas de alianzas integradoras, como el canal Telesur. Chávez, en ese empeño bolivariano, no tuvo empacho en darle apretones de manos al mismísimo Alvaro Uribe Vélez, con quien hasta se dio un sonriente paseíllo por el Orinoco, otro ejemplo de realismo político y admirable flexibilidad táctica. Son las cosas que suele olvidar Toby Valderrama, en sus frenesís de socialismo utópico, de discurso basado en malas lecturas de los clásicos e interpretación arbitraria de ese oscuro objeto del deseo de figuración que es el «legado de Chávez». El sería el hijo legítimo de Chávez y todos los demás, incluido Maduro, por supuesto, unos bastardos.
Pero regresemos a lo realmente importante. Cuba tiene muy buenas razones para festejar. El restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos es un resultado de su colosal victoria contra la agresión imperial y de la muy sudada (y también sangrada y llorada) estabilización de su sistema político de transición al socialismo, de acuerdo a las características particulares de su país y su Revolución. Lo mismo puede decirse de su reincorporación plena a la familia de los países latinoamericanos y caribeños. Es significativo que los Estados Unidos no tengan la misma actitud festiva ante el restablecimiento de relaciones.
Al principio de este artículo dijimos que hay hechos políticos que definen el carácter de una época. El acercamiento entre Estados Unidos y Cuba es uno de ellos. Se trata de un reflejo de la situación de decadencia que viven el imperialismo y el capitalismo. Ojo: ambas manifestaciones socioeconómicas y políticas siguen siendo muy fuertes y amenazantes. Estados Unidos ha visto retroceder fuertemente su influencia política, lo cual le ha obligado a recular en sus políticas hacia Cuba e Irán, por ejemplo. Hace algunos años era impensable que el gigante imperial diera un frenazo como el que pegó en el caso de la orden ejecutiva de Obama contra Venezuela. Es verdad que tanto la orden como la amenaza siguen allí, pero la excelente respuesta de Venezuela y toda la región latino-caribeña, con el respaldo de la mayoría de los países y pueblos del mundo, le infringió una derrota política de alto calibre al imperialismo. Se acabaron los tiempos en que Estados Unidos decidía a su antojo la suerte de los países según el reino de sus intereses.
En el terreno económico, Estados Unidos sufre la fortísima y exitosa competencia de otros polos de poder, como China y Rusia. Ello en medio de una profunda crisis estructural del capitalismo que esparce su sombra alrededor de todo el mundo, teniendo como consecuencia la evidente profundización de las grandes contradicciones en el sistema del capital.
Pero todo esto no significa que el imperialismo ya está derrotado. Aun falta mucha lucha y tiempo para poder decir algo así. Aquí es bueno volver a la famosa frase de Mao Tse Tung, pronunciada a mediados de la década de los 50 del siglo XX (apenas ayer, en el tiempo histórico): «El imperialismo es un tigre de papel». Es de papel, puede ser destruido y es intrínsecamente débil, pero sigue siendo un tigre, fuerte y agresivo.
El poder militar, cultural y mediático de Estados Unidos y sus aliados europeos continúa siendo inmenso. El mundo vive la amenaza de una potencia militar inédita en la Historia, con armas de destrucción masiva capaces de barrer de la tierra a la especie humana. En lo cultural, sus valores decadentes dominan o resisten por doquier, por medio de una gigantesca maquinaria mediática-cultural de alcance universal. En lo mediático, su red canallesca impone matrices y escenarios con la velocidad del rayo y la intensidad del trueno.
Sí, el imperialismo es un tigre de papel y nosotros somos sus audaces cazadores en la época de su decadencia. Cuba es un precioso síntoma de ello.
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