El libro que nos presenta la Editora de Ciencias Sociales, recolección de artículos de Jesús Arboleya, mantiene la actualidad y la vigencia que les otorga el debate cotidiano y el enfrentamiento permanente de la Revolución cubana a la política agresiva del gobierno de los Estados Unidos. Los artículos, escritos en un lenguaje directo, con amena […]
El libro que nos presenta la Editora de Ciencias Sociales, recolección de artículos de Jesús Arboleya, mantiene la actualidad y la vigencia que les otorga el debate cotidiano y el enfrentamiento permanente de la Revolución cubana a la política agresiva del gobierno de los Estados Unidos.
Los artículos, escritos en un lenguaje directo, con amena y agradable prosa donde el sentido del humor no falta, contienen enjundiosos análisis con juicios agudos e imaginativos sobre problemas contemporáneos y la historia que los antecede. A pesar de lo declarado por el autor de que se trata de un libro sin pretensiones académicas, nos encontramos realmente ante un texto imprescindible para los interesados en el tema de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, conflicto que no fue inventado en Miami, como nos recuerda Arboleya, sino que apareció con el surgimiento mismo de la Nación norteamericana.
Conocedor profundo de la emigración y la contrarrevolución cubana, el autor quien ya nos ha presentado excelentes trabajos sobre estos temas, los retoma de nuevo: el diálogo del 78, la emigración como parte de la agresión norteamericana en el conflicto político entre los dos países; el lobby cubano-americano y sus principales protagonistas, su surgimiento y adaptación a la presente situación política. Además, incursiona en una variedad de tópicos que abarcan entre otros, el conflicto histórico entre la Nación Cubana y el Imperio, los cinco cubanos presos en cárceles norteamericanas, la política doméstica de los partidos Demócrata y Republicano y su relación con Cuba, la fabricación de una «oposición», la guerra económica librada contra nuestro pueblo y otras formas de agresión.
Los artículos están escritos con posterioridad al 11 de Septiembre de 2001, fecha que deviene en especie de hilo conductor a lo largo de la diversidad de los temas abordados. Los sucesos de ese día produjeron un cambio a escala mundial, y posibilitaron a la administración Bush aplicar su doctrina de dominación con la justificación de enfrentar el terrorismo de «alcance global.«
La valoración del terrorismo y la búsqueda de su génesis, no son ajenos a las reflexiones del autor quien con meridiana claridad muestra la manipulación que hacen del tema los gobernantes norteamericanos para lograr sus objetivos hegemónicos. Se nos quiere presentar un estado de guerra permanente y se crea una atmósfera de miedo para justificar acciones unilaterales en la arena internacional, la amenaza a más de 60 países y la política doméstica de supresión de derechos civiles.
Hoy conocemos como se engañó a la opinión pública con la información de las armas de destrucción masiva nunca encontradas, y los argumentos fabricados sobre las vinculaciones iraquíes con los terroristas islámicos.
A pesar de los descalabros en Irak, el imperio no ha cambiado el tono guerrerista de su discurso y continúa reiterando su adhesión a los principios de la ideología neo-conservadora de imposición de la «democracia» y la utilización agresiva del poder militar en el exterior para lograr esos fines. Lamentablemente, ello no se limita sólo a un ejercicio retórico.
Tales principios constituyen el eje central de la política intervencionista de George W. Bush articulada en la Directiva de Seguridad Nacional de septiembre de 2002, cuyos elementos esenciales son el ataque preventivo para intervenir rápida y decisivamente en cualquier país que consideren una amenaza potencial y la política de cambio de régimen como práctica para derrocar gobiernos que no son de su agrado e imponer, en nombre de la democracia, regímenes que garanticen los intereses de la potencia ocupante. Afganistán e Irak así lo demuestran.
Desde su llegada al poder esta Administración, constituida por los sectores más derechistas de la oligarquía política norteamericana, con predominio de los neo-conservadores y con el apoyo de los sectores más extremistas de Miami, ha venido diseñando la preparación de «un caso sobre Cuba» que eventualmente le sirva para justificar una agresión militar, utilizando para ello cuatro elementos principales: los Derechos Humanos; la lista de países terroristas; la amenaza a la Seguridad Nacional de Estados Unidos; y un viejo argumento, la capacidad de desestabilización en la región.
Como bien se explica en el libro, la apuesta histórica de la derecha cubana ha sido siempre la intervención norteamericana para su reinstalación en el poder en Cuba, acudiendo a la creación de provocaciones que desencadenen la agresión, así como el trabajo de propaganda y desinformación que prepare a la opinión pública para aceptar acontecimientos de tal naturaleza.
Precisamente uno de los artículos explica el surgimiento de la alianza entre esa derecha cubana y los sectores más conservadores de la clase política norteamericana, a partir de la llegada de Reagan a la Casa Blanca y su integración a la cruzada ideológica conservadora. Así se crea la Fundación Nacional Cubana-Americana, como parte del proyecto republicano para consolidar el control del enclave y dar legitimidad a la política anticubana.
Siguiendo esa misma lógica política, la administración Bush dio a conocer hace unos meses el plan del gobierno de Estados Unidos «para Asistir a una Cuba Libre», el cual pretende consagrar internacionalmente su derecho a derrocar el Gobierno cubano e instaurar un régimen que responda a sus intereses hegemónicos.
Se trata de un plan dirigido a privar a Cuba de su independencia y soberanía mediante la intensificación de la agresión económica y política para provocar la desestabilización interna y propiciar la intervención militar directa. Se busca revertir la Revolución, restaurar el capitalismo de corte neoliberal y perpetuar la dominación norteamericana sobre la Nación Cubana.
En el artículo «Vamos a hablar de dinero», Arboleya nos explica los pasos dados por la Administración en el 2003 para responder a los reclamos de la extrema derecha cubano-americana y proveer financiamiento a la subversión con los fondos del contribuyente norteamericano. Con este nuevo plan del 2004 las cifras se multiplican, destinando 59 millones para estos fines en los próximos dos años. Recuérdese que se trata de los fondos que se asignan abiertamente en virtud del Capítulo 109 de la ley Helms-Burton, la cifra del dinero que se entrega por la Sección 115 de la misma Ley por sus agencias de inteligencia debe ser mucho mayor, pero secreta.
Otra de las acciones provocativas que se plantean en ese plan, es desplegar de inmediato un avión militar para las transmisiones ilegales, medida que sólo se ha tomado anteriormente durante situaciones de guerra, y cuyos antecedentes el lector podrá encontrarlos en el artículo «La guerra hertziana».
Como si todo lo anterior no fuera suficiente, se establece un ataque directo a la familia cubana, al restringir aún más los viajes de los emigrados a su país de origen y el envío de ayuda económica a sus familiares, tomándose además la atribución de definir quién es y quién no familia, excluyendo de la misma a tíos, tías, primos, primas y otros familiares «no cercanos».
Una encuesta realizada recientemente por el Instituto William C. Velásquez muestra que estas regulaciones están erosionando el apoyo a Bush y que un número importante de cubano-americanos, especialmente entre los nacidos en Estado Unidos o los llegados después de 1980, son partidarios de los viajes para visitar sus familiares y en el envío de remesas, y un 59% de los encuestados consideran fracasada la actual política.
En los últimos años los extremistas que han dominado la comunidad cubana y que han querido presentar -no sin cierto éxito- sus opiniones como las de la mayoría, han visto cómo su poder se resquebraja e incluso sectores de la derecha toman distancia de estas acciones.
El plan presidencial y sus medidas concretas no pueden reducirse exclusivamente a intereses electorales y a la búsqueda del voto de origen cubano en la Florida, ya que perderíamos de vista lo que constituye su objetivo principal: privar a la Nación cubana de su independencia y soberanía y proceder a su anexión, algo así como la Helms-Burton ampliada y la Enmienda Platt reciclada.
De particular importancia es el análisis sobre el terrorismo cubano que nos ofrece el libro, sus peculiaridades y surgimiento bajo la complicidad y el amparo del Gobierno norteamericano cumpliendo funciones que trascienden su objetivo original para servir en no pocas ocasiones a sus intereses de política exterior y doméstica. Este rol en ocasiones ha resultado contraproducente, no hay prácticamente escándalo relevante en Estados Unidos sin la participación de terroristas de origen cubano, desde el magnicidio de Kennedy, el asesinato del ex Canciller de Chile en medio de la ciudad de Washington, Watergate y el escándalo Irán-Contras, por solo mencionar algunos de los más conocidos.
La amenaza que para Cuba y la propia sociedad norteamericana representan los terroristas cubanos, surgidos bajo el amparo y complicidad del gobierno federal, es examinada a profundidad en el artículo «La guerra contra el terrorismo no incluye a los cubano-americanos» donde Arboleya desenmascara la hipocresía de los actuales gobernantes de Estados Unidos y emerge un concepto clave a la hora de enfrentar este fenómeno: No es posible escoger entre terroristas buenos y malos.
No son ajenos al autor otros temas de importancia vital en el conflicto Cuba-Estados Unidos como el bloqueo, su génesis y su carácter de verdadera guerra económica como certeramente lo definió desde 1960 el secretario de Estado Christian Herter. La significación para terceros por su carácter extraterritorial y las privaciones que representan para la vida cotidiana de los cubanos, son elementos que expresados con claridad en los análisis que nos proponen estos artículos y su combinación con otras formas de agresión, como el sabotaje, los atentados contra los dirigentes cubanos, la guerra biológica y las operaciones psicológicas de propaganda radial y otros medios que han constituido la base esencial de la política contra Cuba.
Derrocar la Revolución ha sido siempre objetivo de las diferentes administraciones estadounidenses; pero ésta no constituye una más, por su composición, filosofía política y vínculos con los extremistas cubano-americanos. El actual plan del gobierno de Estados Unidos tiene entre sus fines «identificar medios adicionales para poner fin rápidamente al régimen cubano», proceso que según el secretario Asistente de Estado para el Hemisferio Occidental Roger Noriega, debe hacerse de «manera ágil y decisiva» para evitar la sucesión.
Para implementarlo se designará un Coordinador de la Transición en el Departamento de Estado, quien tendrá a su cargo la planificación y coordinación de las acciones de las diferentes agencias del Gobierno. En Irak, Paul Bremer fue nombrado como tal después de la ocupación militar, el Bremer para Cuba actuaría desde ahora para poner fin a la Revolución y dirigir el proceso de restauración capitalista y de devolución de las propiedades a los antiguos explotadores.
Con el fin de lograr esos propósitos, acompañan sus acciones con el diseño de un amplio plan propagandístico de «diplomacia pública» que presenta a Cuba como violador de los derechos humanos, protege a terroristas y amenaza la Seguridad Nacional Norteamericana con armas biológicas, y además fomenta la inestabilidad de sus vecinos de América Latina.
El propio secretario de Estado, Colin Powell, presidente de la Comisión que elaboró el plan, se encargó de resumir recientemente la esencia de la política contra Cuba. Cuando le preguntaron en un respetado programa de la televisión norteamericana por qué no se «liberaba» a Cuba igual que se hizo en Irak, Powell respondió que no siempre se usaban inmediatamente las opciones militares, y que las mismas estaban antecedidas por otros instrumentos: aislamiento, sanciones, presiones; aunque aclaró que «algunas veces no existe otra solución apropiada que no sea el uso de la fuerza militar».
Al concluir la lectura del libro salta a la vista una conclusión, la política norteamericana con relación a Cuba ha sido siempre «el cambio de régimen». La diferencia introducida después del 11 de Septiembre de 2001 es que antes se hacia de manera encubierta y ahora se proclama como política oficial de un gobierno que ya la ha llevado a la práctica contra otros estados, utilizando para ello la manipulación y el engaño.
Prólogo al libro
Cuba y Estados Unidos: un debate de ahora
de Jesús Arboleya
presentado en la XIV Feria del Libro de la Habana, 2005