Esta pregunta acompaña mis silencios desde hace meses, desde que asistí en Caspe (Aragón) a las jornadas «El largo verano de la anarquía», con las que se conmemoraba el ochenta aniversario del Consejo de Aragón. En la intimidad de mis silencios y en mis conversaciones con otras personas conseguimos sacar nuevas preguntas y algunas evidencias […]
Esta pregunta acompaña mis silencios desde hace meses, desde que asistí en Caspe (Aragón) a las jornadas «El largo verano de la anarquía», con las que se conmemoraba el ochenta aniversario del Consejo de Aragón. En la intimidad de mis silencios y en mis conversaciones con otras personas conseguimos sacar nuevas preguntas y algunas evidencias que quiero compartir.
Siempre se requiere movilización social. Al fin y al cabo, los logros sociales de gran alcance se producen en común, abolición del trabajo infantil, la jornada laboral de ocho horas… Además, muchos éxitos son reversibles, siempre está la amenaza del retroceso. Entonces, conociendo la importancia de un pueblo despierto: ¿por qué no participa la ciudadanía masivamente en los movimientos sociales?
Una primera lectura, la más evidente: la pedagogía que ha nutrido a la izquierda (o a los de abajo) ha sido contrarrestada fuertemente desde los medios del sistema. Herramientas que permiten entender que el problema es Amancio Ortega, Botín y compañía y no el vecino de al lado (negro, «moro», «marica»…; siempre es más sencillo sacar la frustración con el diferente). Una parte importante de la energía de los movimientos sociales se centra en esta faceta. Han proliferado medios de comunicación alternativos. Sin embargo, el objetivo de llegar a la gente y hacer pedagogía no solo se consigue mediante medios de comunicación alternativos y redes sociales; también falta el acercamiento a las personas más desfavorecidas y tener la oportunidad de hacer pedagogía in situ y cara a cara, facilitando que haya conocimiento y confianza. Stop Desahucios, la PAH y otros procesos similares son ejemplos de ese acercamiento a las personas que no conocen, por ahora, los medios alternativos.
Hay una segunda lectura que suele pasar más desapercibida y que prácticamente no recibe recursos, ni humanos ni de ningún tipo, por parte de los movimientos sociales y políticos para contrarrestarla. Me refiero a aquellas personas que tienen la información suficiente para entender, con mayor o menor nitidez, quienes son los responsables de la situación social y personal que se padece y que, sin embargo, prácticamente no mueven un dedo por cambiar la consabida situación actual; es decir, no militan. ¿Por qué aquellas personas que entienden de dónde provienen las injusticias del mundo no participan mayoritariamente del movimiento por el cambio? Seguramente influyen múltiples causas, pero destaquemos tres:
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Falta de proyección: visualización. Los pedagogos explican que las matemáticas son útiles porque permiten desarrollar el pensamiento abstracto y proyectar hacia el futuro ideas y proyectos. Pues bien, parece que no todo el mundo se aplicó lo suficiente en matemáticas y no consiguen proyectar una alternativa viable. Con lo cual, el no ver alternativa hace que no se afronte una lucha que se considera estéril. De hecho cuando la lucha es con un objetivo muy concreto siempre se aprecia un repunte de la participación: despido injusto, cierre del centro de salud del barrio…
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Nuevas tecnologías. Decía Elias Canetti, pensador búlgaro de origen sefardí, que «todos deseamos formar parte de un grupo, pues en el grupo -o en la turba en realidad- nos sentimos a salvo de peligros y también, de ello se deduce, de la soledad». Actualmente, con las nuevas tecnologías ese sentimiento de soledad se muestra mitigado. Las generaciones se han unido por múltiples anhelos, pero siempre estaba esa necesidad de huir de la soledad. ¿Cuanto más se emplean las nuevas tecnologías más nos alejamos de los cambios? «Nacionalismo, extremismo, las ansias de democracia… son muestras del deseo de huir de la soledad. Esta última, atenuada por Facebook y Twitter, es la que conduce en última instancia a la desintegración de la autoridad tradicional y al surgimiento de nuevas formas de gobierno», Robert D. Kaplan.
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Inercias del sistema. Juan Carlos Monedero explica esta idea diciendo que el sistema en este siglo ha convertido a las personas en «empresarios de sí mismos«. Es la propia persona la que se tiene que exigir mucho para encontrar un «buen» empleo. Se dedican muchas horas diarias en trabajar, estudiar idiomas, cursos de formación… A algunas personas no les queda tiempo ni para comer adecuadamente o socializar con amigos y familiares. ¿Puede que esto responda al miedo a quedarnos sin trabajo y pensar que sin trabajo no somos nada? (Conviene recordar que todo ser humano es mucho más que su trabajo…).
La migración, el cambiar de ciudad, es un tema que no es baladí. El Imperio Inca cuando conquistaba otras sociedades hacía algo parecido a lo que ahora se produce en Europa: reubicaba a los conquistados en otros lugares del Imperio para dificultar la proliferación de revueltas. Si la población no se conoce es prácticamente imposible que se organice. Esto afecta hoy en día a los movimientos sociales. En las ciudades pequeñas se aprecia la falta de gente joven, la que más ha notado este cambio de ciclo.
¿Cómo superar estos tres obstáculos que tanto limitan? En muchos casos detrás de ellos se encuentran dos aspectos tremendamente biológicos: el miedo y el menor consumo energético. Una persona se convierte en «empresaria de sí misma» sin reflexionar por qué lo hace. ¿La emoción que la arrastra es el miedo a quedarse sin nada? Sin reputación, sin prestigio, sin trabajo, sin dinero, sin techo, sin amigos (al fin y al cabo hay muchas pandillas que se unen por el consumo de alcohol y si no hay dinero no es posible)… ¿Se hace algo desde los movimientos sociales para combatir este miedo? En realidad no es ninguna novedad, la CNT de principios de siglo XX cubría la práctica totalidad de las necesidades de los trabajadores y su éxito fue rotundo. En la actualidad hay pocos proyectos que aborden esta satisfacción de necesidades de forma amplia: los pueblos recuperados y, en menor medida, la Red de Solidaridad Popular (RSP). La RSP pretende asegurar las necesidades alimenticias de las personas que militan. Pero no es suficiente con las necesidades alimenticias. Es necesario cubrir otras necesidades, puesto que partimos de una sociedad en la que el mínimo está por encima de la mera alimentación.
Por otro lado, el ser humano se dirige hacia el camino fácil, al menos cuando está dentro de la rutina y funciona con el piloto automático. Se encamina hacia aquello que, aparentemente, le aporta lo mismo con un menor consumo energético. Solamente sale de ese camino fácil cuando hay una emoción o un ideal que lo alienta a gastar más energía. Un ejemplo retomando el caso anterior de la proyección: es más cómodo creer que no hay alternativa para la sociedad en la que se vive. Es un camino más difícil creer que hay alternativa, que se puede implementar y que cada persona es importante. Eso sí, supone mayor coste energético. Se podría argumentar de la misma forma con cantidad de productos que incentivan el menor gasto energético y triunfan: la comida preparada, la lavadora, el transporte a motor…
¿Qué se puede hacer desde los movimientos sociales? ¿Existe alguna forma de militar que requiera poca energía pero que aporte algo espiritual o ideológicamente potente para que sea más apetecible que no hacer nada? Es en este ámbito donde las redes sociales pueden cumplir un papel importante, algo que Podemos ha sabido leer a las mil maravillas. Aunque la mayoría de militantes debemos aprender a utilizarlas convenientemente. Actualmente también generan dinámicas que mitigan la necesidad de encontrarse físicamente y malentendidos que afectan a nivel personal.
A falta de proyección futura, lo mejor son hechos, por tanto también contribuirá que las candidaturas electorales formadas por personas de los movimientos sociales y que están gobernando, como Zaragoza en Común, desarrollen políticas que signifiquen un cambio palpable y positivo en la vida de las personas. Permitan ilusionar, emoción que mueve montañas… No basta con hacer las políticas adecuadas, es fundamental que la información llegue a la gente: medios de comunicación alternativos y, reitero, especialmente trabajo en la calle.
Los últimos resultados electorales de Reino Unido, EE.UU. y Francia demuestran que las personas están cansadas y quieren un cambio. Es necesario trabajar para llegar a toda esa población y demostrar cuál es el cambio que más conviene a la mayoría. Los movimientos sociales necesitan idear nuevas formas de participación y, sobre todo, maneras para vencer ese miedo que tanto coarta, para ello es imprescindible salirse de la vorágine en la que algunos movimientos están inmersos y dejar fluir la creatividad. Es un trabajo arduo y sin duda requiere un alto consumo energético por parte de las personas militantes, pero es el único camino que permite que en nuestra sociedad los valores más básicos sigan a flote y no se vean sepultados por la codicia y el odio que tanto caracterizan a los de arriba. Felicidades a todas las militantes, sea cual sea su granito de arena. Felicidades por elegir el camino difícil; no creo que seamos pocas aunque siempre nos gustaría ser más. Creo que siempre somos suficientes. Como dicen en Italia: «Chi milita, merita.» «Quien milita, merece.»
Pintada en una calle de Nápoles con el lema chi milita, merita.
@AznarJaviM
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