Dos hechos marcaron el final de la escogencia e inscripción de candidatos a elecciones locales y regionales en Colombia. Ambos ocurrieron en torno a la disputa por la alcaldía de Bogotá. Por un lado, se rompió la convergencia que apoyaba a Claudia López y, por el otro, se vigorizó la alianza en torno a Miguel […]
Dos hechos marcaron el final de la escogencia e inscripción de candidatos a elecciones locales y regionales en Colombia. Ambos ocurrieron en torno a la disputa por la alcaldía de Bogotá. Por un lado, se rompió la convergencia que apoyaba a Claudia López y, por el otro, se vigorizó la alianza en torno a Miguel Uribe; continuador de Peñalosa, actual alcalde.
Esas circunstancias muestran que las fuerzas políticas que estaban detrás de los candidatos, Duque y Petro, o sea, el Centro Democrático y la Colombia Humana, que disputaron la presidencia de la república en 2018, no lograron fortalecerse durante este año y dejan ver enormes flaquezas de cara a las elecciones presidenciales de 2022.
Ni Petro ni Uribe lograron posicionar una candidatura fuerte para la alcaldía de la ciudad capital. Mientras el primero se distanció de la candidata verde, el segundo apoyó al candidato avalado por liberales y conservadores. Ambos muestran su debilidad de diferente forma: el uno, resta a las fuerzas democráticas; el otro, suma a las fuerzas antidemocráticas.
Son las paradojas de la política colombiana. Ni el partido de gobierno, ni el principal dirigente de la oposición, han logrado en el último año fortalecer su organización política. Al interior del uribismo se notan las fisuras que genera la acción débil y vacilante del presidente Duque, y la Colombia Humana no arranca como proyecto político colectivo.
Además, en municipios y departamentos proliferan candidatos por firmas o unipersonales. Hacen parte de la tendencia a conformar alianzas por conveniencia particular. Son fruto de la banalización extrema de la política, del papel dominante del dinero en las campañas electorales, de la precariedad de los partidos políticos y de la acción de mafias e intereses económicos que manipulan a los gobiernos locales y regionales en beneficio propio.
Todo lo anterior, en un ambiente de polarización política que no toca ni le interesa a las mayorías. Los «agarrones» en el Congreso no pasan de ser motivo de «tendencias virales» en las redes sociales. Las propuestas posicionadas por Petro, como la defensa del medio ambiente, la superación de la economía dependiente del petróleo y la minería, la industrialización de nuestras materias primas, etc., parecieran no ser parte del debate político local o regional. Hay una desconexión evidente que debilita la acción política.
Mientras tanto, el presidente Duque utiliza, algunas de esas propuestas para mostrarse como un gobernante visionario y moderno, pero no mueve un dedo para concretarlas. Por el contrario, todas sus acciones van en contravía de lo que el país requiere; crecen los focos de violencia y conflicto, se prepara la aspersión aérea con glifosato de los cultivos de coca, el desempleo se dispara y la economía se estanca. Y las mafias corruptas ni se inmutan.
Definitivamente, hay que fortalecer otras formas de acción política, ser conscientes de las enormes limitaciones de la acción institucional y hacer más pedagogía política sin pretender resultados inmediatos. Tendrán que surgir nuevos liderazgos y nuevas prácticas políticas.
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