Al leer con detenimiento la sentencia del Tribunal Supremo de la Audiencia Nacional me he acordado del artículo de Rafael Poch: «en 1949 el 56% de los altos funcionarios de la policía de Renania del Norte-Westfalia (Alemania Federal) procedían del partido nazi (NSDAP) y de las SS. En los años cincuenta en Baviera el 81% […]
Al leer con detenimiento la sentencia del Tribunal Supremo de la Audiencia Nacional me he acordado del artículo de Rafael Poch: «en 1949 el 56% de los altos funcionarios de la policía de Renania del Norte-Westfalia (Alemania Federal) procedían del partido nazi (NSDAP) y de las SS.
En los años cincuenta en Baviera el 81% de los jueces tenían un pasado nazi, mientras que en Württemberg-Baden, el 50%.
El juez ex nazi, Eduard Dreher, fue el encargado de la reforma del código penal en el Ministerio de Justicia a partir de 1954 e impuso la prescripción para los crímenes de «complicidad con asesinato» que liberó de toda responsabilidad a los nazis, una especie de amnistía general. Esa ausencia de desnacificación, que la guerra fría y los aliados potenciaron en aras del combate contra el comunismo, contribuyó a una continuidad burocrática que aun hoy desprende un ambiguo tufillo»
Los jueces del Tribunal Supremo Juan Saavedra Ruiz, Andrés Martínez Arrieta, Julián Sánchez Melgar, José Ramón Soriano Soriano (ponente) y Juan Berdugo Gómez de la Torre argumentan «que todos los presos de ETA denuncian torturas -lo que es falso-, porque existe un manual que así lo indica». Y rechazan la credibilidad de los testigos porque, de algún modo, pertenecerían o serían afines al mundo de ETA. O, con otras palabras, en el Estado español no se tortura porque lo dicen jueces, fiscales y funcionarios policiales en su mayoría de luengo pedigrí familiar.
Por su argumentación es muy fácil que los jueces y fiscales españoles superen las cifras de progenie ideológica de los alemanes, más en lasaltas esferas. Desde el putsch de Franco y su gente en el Estado español no se tortura, lo decían y lo siguen diciendo jueces, fiscales y policía.
Y es que de familia le viene la casta al galgo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.