La noche del 14 de Marzo un grupo de jóvenes socialdemócratas festejaban en la madrileña calle Ferraz la victoria socialista. Eufóricos pero prevenidos le gritaban al vencedor de las elecciones «Zapatero no nos falles». El nuevo presidente les prometió aquella noche que el poder no le cambiaría. Lo siento muchachos pero el Zapatero del 14-M […]
La noche del 14 de Marzo un grupo de jóvenes socialdemócratas festejaban en la madrileña calle Ferraz la victoria socialista. Eufóricos pero prevenidos le gritaban al vencedor de las elecciones «Zapatero no nos falles». El nuevo presidente les prometió aquella noche que el poder no le cambiaría. Lo siento muchachos pero el Zapatero del 14-M ha muerto. Si algo me ha quedado claro en estos tristes días para la democracia es que ZP, por mucho que lo intente, nunca podrá volver volver a ser el bueno de la película, el presidente que trajo las tropas de Irak a casa y dió derechos civiles a los homosexuales. Después de enviar al ejercito contra civiles inocentes y hambrientos ya no resulta creible en su papel de chico bueno. No es un problema político, es un problema de casting. También su predecesor Felipe Gonzalez tuvo que cambiar de papeles cuando se hizo mayor y dejó de ser aquel abogado progre y seductor anterior a los bonsais, las joyas y la cal viva.
Hay momentos de «no retorno», puntos de inflexión, giros argumentales, y uno se acuesta de un modo y se levanta de otro. Por ejemplo, siendo un ardiente defensor de la «Alianza de Civilizaciones», sin embargo a la mañana siguiente, tras consultarlo con la almohada ( ¿qué tendrán las almohadas de La Moncloa?), ha llegado a la conclusión de que el hambre en el mundo se arregla a tiros. Pensar es cambiar de pensamiento, decía un profesor que tuve.
ZP trajo las tropas de Irak. Ahora las ha enviado a nuestra frontera sur a defendernos de no se qué, porque quienes están al otro lado no son los tanques y soldados de un país enemigo, solamente trabajadores desesperados que buscan una oportunidad en la Europa que lleva siglos expoliando su continente.
ZP ha puesto en manos de los militares la política migratoria. Algo que no han hecho ni Bush, ni Blair, ni Berlusconi,… ni Aznar. Imaginemos por un momento que Aznar hubiera hecho algo parecido. Ya me imagino a todos en la calle manifestándonos: ¡Dimisión!, ¡Fascista!, ¡Asesino! ¿Cómo no van a ser los del PP victimistas? A ellos no les tolerabamos ni una.
Es domingo y aún no he leido EL PAÍS, tengo una morbosa curiosidad por saber qué dicen (o no dicen) Antonio Muñoz Molina, Rosa Montero y otros demócratas, solidarios con lejanas violaciones de los derechos humanos. Me gustaría encontrar alguna opinión minimamente crítica, aunque la verdad no tengo muchas esperanzas. Esta vez el muro de la vergüenza no está en Palestina, está en casa. A ver qué hacemos.