Se ha hecho visible una fisura al interior de las clases dominantes en Colombia [1] . Constatar ese hecho tiene un gran significado para nuestras luchas democráticas y populares. No percibir, no aceptar o no dar importancia a esa situación, es negativo para nuestro inmediato futuro. La oligarquía latifundista y ganadera no coincide – en […]
Se ha hecho visible una fisura al interior de las clases dominantes en Colombia [1] . Constatar ese hecho tiene un gran significado para nuestras luchas democráticas y populares. No percibir, no aceptar o no dar importancia a esa situación, es negativo para nuestro inmediato futuro.
La oligarquía latifundista y ganadera no coincide – en este instante – con los análisis políticos y geopolíticos que hace la burguesía transnacionalizada. Ese fenómeno no se presentaba desde la década de los años 60 del siglo XX, cuando la burguesía industrial encabezada por Carlos Lleras Restrepo y Hernán Echavarría Olózaga impulsó una tímida reforma agraria.
Esa diferencia y posible fractura en el seno de las clases dominantes crea condiciones para avanzar en la democratización del sistema político del país. Es evidente que sin el empuje de los sectores democráticos y populares tal rompimiento será intrascendente. Pero, esa «ayuda» debe hacerse garantizando nuestra independencia y autonomía para lo que se necesita una consistente claridad y una elaborada capacidad política.
Sabemos que la burguesía transnacionalizada sólo puede enfrentar al latifundismo ganadero en el marco institucional existente. No va a avanzar hacia una verdadera reforma agraria democrática pero sí está comprometida (y presionada) con la devolución de las tierras a los desplazados y la reparación moral de las víctimas Además, todos los pasos que desarrolle para afectar intereses gran-latifundistas los hará forzada por los sectores populares movilizados y en lucha. Ella sola no puede aunque quisiera.
Desgraciadamente parece que las fuerzas democráticas y las de izquierda no estuvieran maduras para manejar esa especie de alianza parcial contra el latifundismo ganadero. Da la impresión que no fuéramos lo suficientemente conscientes del inmenso poder a nivel económico, político e institucional que todavía detenta este sector de las clases dominantes. Se requiere una visión política que sepa diseñar – en medio de la lucha – una serie de etapas y períodos, jugando con claridad a las alianzas de clases y sectores de clase, apuntando a despejar el camino para construir una nueva hegemonía política.
En Colombia es indispensable derrotar el latifundismo ganadero que en política se expresa como «ultraderecha» y oscurantismo sectario. Esa sería una primera etapa. Y no hablamos de que su derrota sea económica, que sólo podrá ser tarea de las fuerzas revolucionarias y verdaderamente democráticas. Estamos hablando de su derrota política, lo que significa empezar a liberar a la Nación de las costumbres políticas construidas sobre la base del gamonalismo y del clientelismo rampante. [2]
Es posible que por diversos factores como la dispersión y la debilidad en que se encuentra el movimiento campesino y popular (fruto de décadas de represión y persecución), no podamos derrotar plena e inmediatamente a la oligarquía latifundista ganadera, es decir, tanto en lo político como en lo económico, pero su sola derrota política (que sería la terminación del conflicto armado mediante el logro de una «paz política» [3] ) se constituye en un paso fundamental para despejar el camino hacia cambios estructurales trascendentales.
Es evidente que más adelante – al igual que lo vienen haciendo los pueblos de Latinoamérica – tendremos que ajustar cuentas con la burguesía transnacionalizada. Y en ello la terminación del conflicto armado es un paso de gran importancia.
El sólo hecho de que el pueblo colombiano se de cuenta por experiencia propia – rápida y masivamente – que el problema de la guerra interna no es la causa de los problemas que lo aquejan, crea condiciones para que los sectores políticos democráticos y populares – si actúan con visión estratégica – puedan avanzar a pasos agigantados en el próximo futuro.
Es importante aclarar que ello significa una alianza parcial con la burguesía transnacionalizada, para hacer las reformas políticas que el país requiere. Una alianza que en otros países no hubo necesidad de hacer porque algunas de las burguesías latinoamericanas del siglo XX fueron capaces de realizar por su cuenta las reformas políticas y económicas, entre ellas la agraria, debilitando y muchas veces derrotando a las fuerzas retrógradas y cavernarias. En otros países fue la revolución la que hizo la reforma agraria democrática derrotando plenamente a las oligarquías latifundistas.
En Colombia tenemos la oportunidad de avanzar, así sea mínimamente. El problema es que se quiere obtener «todo el paquete de una vez», sin tener en cuenta la correlación de fuerzas y todo el entramado social y político que se ha acumulado en las últimas décadas de nuestra existencia.
NOTAS:
[1] Ver: «2013: ¿Santos enfrentará al latifundismo ganadero?»: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=161737
[2] En ese sentido es interesante analizar la experiencia del Cauca. Aquí la oligarquía latifundista fue derrotada territorial y económicamente por el movimiento indígena y campesino en los años 80s del siglo XX. Sin embargo, no hemos podido derrotar políticamente a sus herederos (Iragorris, Valencias, Salazares, etc.).
[3] Ver: «Paz política». http://alainet.org/active/57531
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