Tras la reiteración hasta la extenuación del mantra de la «renovación» y «apertura» de la izquierda, y tras comprobar el fracaso reiterado de estos planteamientos propios del postmodernismo progre (baste observar los resultados recientes en las elecciones legislativas en Portugal, donde en el campo de la izquierda sólo la coalición del PCP incrementó su representación), […]
Tras la reiteración hasta la extenuación del mantra de la «renovación» y «apertura» de la izquierda, y tras comprobar el fracaso reiterado de estos planteamientos propios del postmodernismo progre (baste observar los resultados recientes en las elecciones legislativas en Portugal, donde en el campo de la izquierda sólo la coalición del PCP incrementó su representación), ahora el nuevo becerro de oro es el de la ‘refundación’, sea de la izquierda en general o del nacionalismo gallego en particular. Se ve una vez más que determinados sectores siguen a esforzarse más en el significante, en el planteamiento aparente, que en el significado o en el contenido concreto de su proposición política. Estamos pues, frente una nueva ola de hermosas palabras que a pesar de nacer -en algunos casos mas no en todos- de la buena intención acaban por ser simple envoltorio estético de discursos vacíos.
A estas alturas ya no hay nada más viejo que el empeño pretendidamente ‘renovador’, tras el que se esconde la mayoría de las veces una deliberada intención de moderar discursos, de atenuar proyectos y de dulcificar perfiles por puro posibilismo electoralista. Quien sustenta este tipo de discursos en la ‘modernidad’ obvia que no hay nada más antiguo que el reformismo.
Hablaba antes de las intencionalidades de estos procesos que brotan cíclicamente, y en ese sentido no podemos obviar que en algunas ocasiones estos encierran una innegable funcionalidad sistémica, favorable a las tesis que le son funcionales a las clases dominantes y al poder político y económico. La contribución de muchas iniciativas ‘bien intencionadas’ de este signo ha sido de entrada distraer, desviando la atención de las cuestiones centrales (p.ej. actualmente las radicalizadas contradicciones del propio capitalismo) a través de la simplificación cara asuntos de carácter secundario o lateral, y también ayudar a desvalorizar las propuestas políticas netamente transformadoras ya existentes, en lugar de apuntalarlas, profundizando en el discurso desmobilizador y antipolítico del propio sistema.
Mas con todo, lo más grave es que esta clase de proposiciones -que consiguen de manera no casual una amplia cobertura mediática-, se llamen ‘Mesas por la Convergencia Social’, se llame manifiesto ‘Una ilusión compartida’ o ‘Iniciativa Ben Común’ ‘Iniciativa Ben Común’, parten, a mi juicio (a pesar de las diferencias evidentes entre ellas) de una misma génesis errada. Todas están construidas a partir del falso axioma de que los proyectos políticos de la izquierda transformadora vigentes -que los hay- fallan en su cierne discursivo-programático. Porque no nos equivoquemos, hay quien cuando sostiene la ‘necesidad’ de cambiar las formas del discurso lo que propone de hecho es una enmienda a la totalidad del contenido del mismo. Su análisis concluye de una derivación inexacta: dado que el apoyo popular (electoral) al proyecto X o la organización Y no se ha incrementado o incluso ha mermado, es preciso una reformulación del mismo. Puede parecer un razonamiento lógico y razonable, pero este incluye la deliberada omisión de un elemento capital en el plano político: el problema de la conciencia.
Yo soy de los que acredita en que nuestro pueblo, el gallego, no tiene lo que merece. Tampoco adhiero a las tesis del sadomasoquismo que explicaría la decantación electoral de algunos segmentos de las clases populares a favor de alternativas antisociales como el Partido Popular. Operamos en una realidad sociopolítica marcada por una correlación de fuerzas entre las diferentes concepciones de la realidad, entre las diferentes concepciones ideológicas, que podemos sintetizar en la contraposición entre las alternativas antisistémicas/emancipadoras y las opciones sistémicas/conservadoras con las que se enfrentan las diferentes contradicciones (de clase o nacional p.ej.). Y en ese escenario el elemento que decanta la correlación no es nada más y nada menos que el estado de conciencia social.
El hecho de que amplios sectores populares que serían objetivamente beneficiados al apoyar determinadas fuerzas políticas de signo transformador, apuesten por el contrario por las que con sus políticas los perjudican no se debe ni a la falencia de los proyectos transformadores (aun admitiendo sus deficiencias e insuficiencias) ni con la ‘voluntad’ libre de nadie. Nadie es libre de decidir bajo el yugo del alienante pensamiento único que a todas horas nos proyectan los media del sistema. Sino que este tipo de resultados son sintomáticos de la falta de conciencia, y consciencia efectiva, acerca de una realidad las más de las veces desdibujada cuando no directamente disfrazada.
¿O no es resultado del discurso del sistema que una parte representativa de la clase trabajadora, que sólo es poseedora de su precario salario -cuando lo tiene-, se autoubique sociológicamente cómo clase media? ¿O no lo es también que se siga colocando en el espectro ideológico de la izquierda a fuerzas políticas de claro signo social-liberal como el PSOE, que no pasan objetivamente de un imposible centro-reformista? ¿Acaso no tuvo nada a ver con la aceptación, aparentemente acrítica y sin grande respuesta social, de las políticas del neoliberalismo durante las fases económicas expansivas la caída de las experiencias socialistas en el Este?
Obviar el problema de la conciencia, y más aquellos elementos que intervienen estructural y sistémicamente en su conformación, sólo nos puede llevar a planteamientos ingenuos o interesadas a respeto del devenir de la izquierda.
Discúlpenme los gurús viejos y jóvenes, pero la cosa no está en inventar no se sabe que fórmula magistral y sobre todo moderna, sino en aplicar con coherencia los análisis -los más ajustados y precisos posible- y las propuestas que de ellos emanan en base a principios ideológicos que a pesar de su antigüedad no perdieron ápice de vigencia. Porque la cuestión no es que el rebaño social entre en la nuestra cerca, sino que se libere dejando de ser rebaño. Y para eso lo fundamental es introducir socialmente (a través p.ej. de los movimientos sociales que algunos invocan formalmente pero que obvian en los hechos) nuestro discurso propio para convencer a quien aun no lo suscribe, no adaptar nuestra oferta política a no se sabe que demanda electoral a la carta. Porque además, sucedáneos reformistas y experimentos postmodernos ya hubo a destajo.
Xabier Pérez Igrexas,(Vigo, Galiza, 1984), colaborador de opinión en diferentes medios de comunicación, forma parte de diversos movimientos sociales y participa de la Confederación Intersindical Galega (CIG), central sindical nacionalista y de clase . Milita políticamente en el nacionalismo gallego, siendo en la actualidad Vice Responsable Comarcal de Galiza Nova, organización juvenil del Bloque Nacionalista Galego (BNG), en Vigo. Es militante de la Unión do Povo Galego (UPG), partido comunista patriótico integrante del BNG. Es autor del blog «Contradiscurso» (www.contradiscurso.net).
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