Angulo Iturrate, de 34 años y natural de Santurtzi, estaba encarcelado en prisiones españolas desde 1996 y en marzo de 2001 fue trasladado a la cárcel de Cuenca. Según fuentes carcelarias citadas por las agencias de noticias, el preso político vasco ha aparecido muerto ayer por la mañana, «en el recuento de las ocho, colgado […]
Angulo Iturrate, de 34 años y natural de Santurtzi, estaba encarcelado en prisiones españolas desde 1996 y en marzo de 2001 fue trasladado a la cárcel de Cuenca. Según fuentes carcelarias citadas por las agencias de noticias, el preso político vasco ha aparecido muerto ayer por la mañana, «en el recuento de las ocho, colgado de la reja de la ventana de su celda con un cordón de botas». Siempre según las informaciones difundidas por las autoridades penitenciarias españolas, Igor Angulo «encontraba solo en la celda». Posteriormente se ha informado de que tenía «un cordón enredado en las manos y una silla al lado del cuerpo». Las mismas fuentes precisan que «posiblemente no haya pasado mucho tiempo desde que se produjera la muerte hasta que se encontró el cuerpo en el recuento de las ocho de la mañana», no obstante, han matizado que la hora de la muerte «la tendrá que determinar el forense». Fuentes penitenciarias explican que, «hasta el momento, no se ha encontrado ninguna carta y tampoco se tenía conocimiento de que tuviera problemas psicológicos». Desde la prisión de Cuenca aseguran también que tras el hallazgo «se avisó inmediatamente al médico y al juzgado para el levantamiento del cadáver y se notificó el hecho a la familia del fallecido».
Angulo Iturrate fue detenido por la Guardia Civil en Iruñea, durante la madrugada del 28 de noviembre de 1996, junto con Pedro Zubizarreta Balboa. Angulo era el único preso político vasco encarcelado en Cuenca, a más de 600 kilómetros de su localidad natal, Santurtzi.
Dispersado en cárceles españolas
Las autoridades españolas han aplicado reiteradamente la política de dispersión penitenciaria al preso político Igor Angulo desde 1996. Entre otras prisiones, Angulo estuvo preso en Carabanchel, Cuenca, Soto del Real, Curtis, Aranjuez y, finalmente, Cuenca, donde ayer apareció muerto
«Cuando me detuvieron me encontraba en la cama durmiendo. De repente me encontré en el suelo, desconozco cómo llegué hasta allí. Me encontraba tumbado de costado y tenía las piernas aprisionadas. La cabeza la tenía tapada, supongo que con la camiseta que llevaba puesta, por la cantidad de sangre que había en la parte trasera de ésta. Veía luz, e intentaba levantar la mano izquierda. Entonces vi como se acercaba la silueta de una persona que me empezó a golpear en la cabeza con algo que supuse era un fusil, concretamente creo que me golpeaba con la culata y luego me dio alguna patada en el estómago. Antes de empezar a golpearme oía voces que decían «se está moviendo». Durante estos instantes recuerdo que pensé en tensar el estómago para aguantar mejor los golpes, pero no sé si llegué a hacerlo, pues no recuerdo nada hasta que pasó un rato.
Al de un rato, no sé cuánto tiempo sería, desperté sentado en la cama, esposado con las manos atrás y con un pantalón puesto que no llevaba antes. Me encontraba mareado. Había una chica en cuclillas delante mío que me acariciaba la cara y me preguntaba a ver qué tal estaba y cuál era mi nombre, esto mientras me explicaba que había perdido el conocimiento. Yo le decía que estaba mal y que no quería decir mi nombre. La chica esta, era de la DYA. Sentados a ambos lados de mi se encontraban dos guardias civiles vestidos de paisano, que me decían que estuviese tranquilo, que no pasaba nada y que dijese mi nombre que total lo iban a saber. Me decían que no levantase la cabeza y que no mirase a nadie.
La chica de la DYA me decía que tenía un golpe en la cabeza, que sangraba mucho y que había perdido el conocimiento. Me preguntó a ver si sabía cómo me había hecho el golpe y por miedo le dije que no sabía, contestando acto seguido, un guardia civil supongo, que me había resistido durante la detención, cosa que desconozco.
Seguido de esto dijeron que me iban a llevar al Hospital, me quitaron las esposas, me dieron una chaqueta y me volvieron a poner las esposas. Acto seguido, me colocaron unos zapatos y me levantaron.
Mientras salía de la casa vi que había mucha gente y la puerta de la casa estaba esparcida por el pasillo. En la entreplanta había muchos guardias civiles de uniforme. Me bajaron en el ascensor y el portal estaba también lleno de guardias civiles hasta la calle. Al llegar allí me metieron en una ambulancia con dos guardias civiles que me llevaron al Hospital.
En el Hospital me quitaron las esposas en una habitación donde estuve en todo momento con dos guardias civiles. Una chica del Hospital me pidió mi nombre, a lo que me volví a negar. También me preguntó por cómo me había hecho la herida de la cabeza y por la misma razón que antes le dije que no sabía. Aquí, en el Hospital, me llevaron a hacerme radiografías porque les dije que me dolía mucho el cuello. En la parte izquierda trasera de la cabeza me dieron cinco puntos de sutura. Una vez hecho esto, me sacaron del Hospital, el cual se encontraba lleno de guardias civiles de uniforme. Me sacaron esposado, con la cabeza agachada y con los ojos cerrados. Así fue como me movieron de un sitio para otro durante toda la estancia en comisaría.
Me montaron en un coche en la parte de atrás con un agente a cada lado mío y con la cabeza entre las piernas. Al llegar a un sitio, que desconozco puesto que en ningún momento se me informó de donde me encontraba, me quitaron las esposas y volvieron a preguntar mi nombre, que de nuevo me negué a decirlo. Entonces se acercó alguien y dijo que como no dijese mi nombre me iba a dar una patada en los testículos, ante lo cual se lo dije. Seguido se acercó más y puso su mano contra mi pecho, a la altura del corazón, preguntándome si tenía problemas con el corazón. Contesté que no y me pusieron contra la pared.
Luego me llevaron a una sala donde se encontraba un hombre, el que me llevó y una mujer que dijo ser la Forense. Esta última me realizó una inspección ocular y me preguntó por cómo me había hecho la herida en la cabeza. Le dije, como en todas las ocasiones que me preguntaron, que no sabía, pero que me dolía mucho la cabeza y el cuello. Cuando terminamos, me volvieron a sacar y a ponerme contra la pared. Al de muy poco tiempo, me llevaron a otra habitación, donde me sacaron fotos y me tomaron huellas. En esta habitación había tres guardias civiles, uno de los cuales iba con la cara tapada con una bufanda. De aquí, otra vez contra la pared.
Acto seguido, me cogieron y me llevaron a la habitación donde había estado con la Forense y me dieron una hoja donde se me notificaba la ley que se me aplicaba, la firmé y se la quedaron. También me dieron otra donde designar a mi abogado de confianza.
De aquí me llevaron a otra habitación donde cerraron una puerta tras de mí. Cuando noté que no había nadie abrí los ojos y vi que me encontraba en una celda con un colchón y la luz encendida. Me encontraba cansado y me tumbé en el colchón, hasta que llegó un guardia civil que dijo en tono amenazante que me pusiese de pie frente a la pared. Me coloqué y se fue.
Calculo que al de diez minutos de esto, entró alguien, que tras colocarse detrás de mí empezó a golpearme con las manos en el cuello y en la cabeza mientras me hacía preguntas. Debido a los golpes empecé a gritar, tras lo que aparecieron dos o tres guardias civiles que se llevaron al que me golpeaba y me volvieron a colocar contra la pared.
Más tarde vinieron y me colocaron las esposas con las manos atrás, y con el cuerpo encorvado y los ojos cerrados me llevaron hasta introducirme en un furgón que se puso en marcha.
Aquí, me decían que mirase siempre para la parte de atrás y hacia abajo. En ningún momento me dijeron a dónde me llevaban.
El trayecto duró bastante tiempo. En un sitio pararon y por lo que hablaron, iban a comer el bocadillo. Mientras todos estaban fuera, entró un guardia civil en la parte del furgón donde me encontraba yo empezando a insultarme y a darme puñetazos en la parte derecha de la cara hasta que me puse de espaldas, golpeándome entonces en ésta y en el costado izquierdo durante uno o dos minutos hasta que se fue. No hubo más paradas hasta llegar a un sitio, donde me sacaron del furgón de la misma forma que me introdujeron. Me llevaron hasta un sitio donde dijeron que abriese los ojos, que me quedase allí de pie y que no se me ocurriese tumbarme. Al abrir los ojos, me encontraba frente a una pared dentro de una celda.
Me sacaron de aquí, como he dicho hasta ahora con la cabeza agachada y los ojos cerrados, hasta un habitación donde se encontraba una mujer que me presentó su carné de Forense. En la habitación había una ventana con cristal ahumado, por lo que pienso que todas las visitas con la Forense eran presenciadas por la Guardia Civil. La Forense me reconoció y me preguntó a ver si me habían interrogado. También dijo que pasaría todos los días que permaneciese allí por las mañanas y tardes. Cuando terminó esta visita eran las 5.30 h. ya que le miré el reloj a la Forense. Tras esto, me volvieron a llevar a la celda, donde al de un rato, me dieron un bocadillo y un vaso de agua que a penas pude probarlo. Cuando dije que había terminado, me volvieron a poner contra la pared. Más tarde, entró alguien que me preguntó qué tal estaba, contestándole que mal. Entonces me dijo que si me portaba bien no me pasaría nada. Me cogió del brazo y me llevó a una habitación, colocándome mirando hacia una esquina. En ese momento, el que me llevó y dos personas más, empezaron a interrogarme mientras una chica decía que pronunciase mejor, que no podía coger notas.
Durante este interrogatorio se dedicaron a golpearme en la cara, parte de atrás de la cabeza y cuello con las manos. Cualquier respuesta que les daba era objeto de golpes. Tras una de estas respuestas, el que parecía que dirigía el interrogatorio dijo que me llevaran a la celda, que iba a comprobar lo que les había dicho y que sino era cierto que me fuese preparando. Me llevaron a la celda y me pusieron contra la pared, sacándome más tarde hasta una habitación donde me colocaron contra una esquina.
Colocaron la chaqueta que llevaba puesta, dándole la vuelta de abajo hacia arriba, tapándome la cabeza, mientras me decían que ahora iban los electrodos y uno de los que se encontraban detrás mío me tocaba con las puntas de los dedos a la altura de los riñones mientras se reía. En la habitación había tres o cuatro guardia civiles hombres y una mujer. Uno de ellos, tras bajarme la chaqueta se apoyó a mi izquierda sobre mi hombro, otro se puso sentado detrás de mí con su pierna entre las mías y un tercero, el que dirigía el interrogatorio, iba de un lado para el otro mientras me iba haciendo preguntas. Durante todo el tiempo que duró este interrogatorio se sucedieron los golpes en la cabeza y cuello con las manos y con botellas de plástico vacías. Cualquier excusa les valía para pegarme, desde decir un nombre en euskera hasta nombrar a alguien por su apodo.
En un momento, el que dirigía aquello dijo que iba a comprobar una respuesta, amenazándome con que sino era cierto lo que le decía que me preparase. Cuando volvió empezaron a golpearme seguidamente en el cuello y en la cabeza. El que estaba sentado detrás de mí intentó darme una patada en los testículos, cosa que no pudo ser al echarme hacia delante. Mientras esto ocurría yo empecé a gritar. Entonces entró alguien en la habitación dando un portazo. Este empezó a chillar a los que me golpeaban diciéndoles que no quería interrogatorios, que estaba la Forense en el edificio y que tenía al Juez encima suyo. Este agente salió y todos fueron detrás de él, excepto una chica que dijo que no me moviese. Volvieron y el que había dirigido el interrogatorio me cogió y me llevó a la celda dándome puñetazos en la cara y espalda. Al llegar a la celda me dio dos o tres puñetazos más y me dijo que a la noche no había nadie y que entonces me iba a enterar. Me puso contra la pared y se fue.
Acto seguido, abrieron la puerta y me sacaron llevándome a una habitación a lado de la celda. Allí, un agente me dijo que habían pedido un Habeas Corpus. También me dio una hoja para que firmase argumentando que eran las leyes que se me aplicaban. Yo me negué a firmar, introduciéndome, acto seguido, de malas formas en la celda. Al poco tiempo, entró alguien que me preguntó si quería ir al servicio, diciéndole que sí. En el servicio me preguntó a ver si sabía qué era un Habeas Corpus. Le contesté que no, que sólo lo había visto en las películas. Entonces, él me dijo que película era lo que iba a tener a la noche, pero de terror. De aquí, me cogió y me puso de pie contra la pared en la celda. Así estuve un buen rato, hasta que el cansancio pudo conmigo y me tumbé debiéndome quedar dormido a pesar de la luz que no quitaron y el constante ruido de los quisquetes de la puerta. Después de un buen rato de despertarme, se debió ir la luz en la parte del edificio que me encontraba. De vez en cuando venían y me preguntaban cómo estaba. Yo decía que bien y se iban. Luego, me llevaron donde la Forense que me reconoció y me preguntó a ver si había sufrido algún interrogatorio, diciéndole que sí y que durante éstos me habían golpeado. También le comuniqué que me tenían todo el tiempo con la luz encendida y que a penas podía comer. De aquí otra vez a la celda, donde ya me permitieron tumbarme de espaldas a la puerta. Al de un rato, me llevaron algo de comer que a penas pude probar, el miedo a nuevos interrogatorios no me lo permitía.
Más tarde, me volvieron a llevar donde la Forense, que realizó el mismo ritual que en las anteriores visitas y me dijo que al día siguiente me pasarían por el Juzgado. De aquí a la celda, donde ya había luz y me dieron algo de comer.
Un tiempo después, entró alguien que me llevó a una habitación donde había tres hombres.
Uno, el único que habló, me dijo que el que estaba a su izquierda era el abogado de oficio. Tras esto me leyó mis derechos, acogiéndome yo al de no declarar. Me realizó unas preguntas, que otro iba mecanografiando y al término mandó que me sacasen. Aquí, yo me fijé en los relojes y vi, creo recordar, que era la 1.15 h. Entonces pensé que era ya el domingo al mediodía pero no debía ser así porque la Forense vino la mañana del domingo a verme.
El domingo a la mañana creo, se fue otra vez la luz. Entonces entró alguien que me dijo que me pusiese contra la pared, que le habían dado cinco minutos para estar conmigo. Me efectuó tres o cuatro preguntas y tras contestarle se marchó.
Más tarde me sacaron para estar con la Forense que tras reconocerme y preguntarme por interrogatorios me dijo que a la tarde me llevarían a la Audiencia. De aquí de nuevo me llevaron a la celda.
Al de un rato entró alguien que me llevó a una habitación. En el transcurso de este recorrido me dio un fuerte golpe en la cabeza. Al llegar a la habitación, me sentó en una silla y me dio unas hojas donde venía un cuestionario sobre mi y mi familia, que fui contestando. Este guardia civil me dijo que no quitase la vista del papel, pero en una ocasión pude ver que llevaba la cara cubierta con un pasamontañas.
De aquí me llevaron a la celda, donde ya había luz, hasta que me sacaron y me metieron en un furgón junto con la otra persona con la que me habían detenido, llevándonos a la Audiencia Nacional donde se nos levantó la incomunicación.»
Igor M. Angulo Iturrate
En Carabanchel, a 5 de diciembre de 1996
Daniel Portero intentó hoy descorchar una botella de sidra para «brindar» por el suicidio del preso etarra Igor Miguel Angulo Iturrate en la prisión de Cuenca. El gesto provocador originó un enfrentamiento con los procesados en el juicio por el sumario 18/98.
Portero asiste a la vista, que se celebra en un pabellón de la Casa de Campo de Madrid, junto a otros miembros de la asociación de víctimas del terrorismo Dignidad y Justicia. A la salida de la sesión de hoy, se hizo con una botella de sidra y, una vez fuera del edificio, anunció su intención de celebrar con ella la muerte del etarra.
Algunos de los procesados observaron su gesto cuando abandonaban el lugar del juicio. Uno de ellos, el abogado Txema Matanzas, primero intentó convencer a Portero de que no descorchara la botella, y luego se la arrebató de las manos y la vació en el suelo.
El hijo de Luis Portero se dirigió entonces a Matanzas y le acusó de haber brindado por la muerte de su padre. El letrado y acusado contestó que nunca ha celebrado «ni esa muerte ni ninguna otra».
Algunos familiares de víctimas del terrorismo y acusados en el juicio contra las organizaciones ‘abertzales’ comenzaron a encresparse.
25 de los 56 procesados en el juicio se agruparon frente al pabellón en el que se celebra el juicio y desplegaron una ikurriña con un crespón en señal de duelo. Portero y otros seis miembros de Dignidad y Justicia se pusieron delante de ellos dándoles la espalda para poder mostrarles la bandera española que llevan impresa en sus sudaderas.
Después de unos cinco minutos en que ambos grupos se mantuvieron en silencio unos frente a otros, unos y otros se dispersaron sin que se produjesen más incidentes.
Portero intento justificar después su comportamiento con el argumento de que sólo quería celebrar el «éxito» de la manifestación que la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) celebró en Madrid. Minutos antes había dicho en público que se disponía a brindar «por ese que se ha colgado en Cuenca».