La Verdad a la Dignidad Valencia, con la constitución de la Comissió de la Veritat el pasado 10 de febrero de 2007, nos ha dado una lección de dignidad. Ha roto el silencio. Las fosas hablan por si mismas a pesar de que, hasta el presente, nadie escuchara el silencio de los muertos ni los […]
Valencia, con la constitución de la Comissió de la Veritat el pasado 10 de febrero de 2007, nos ha dado una lección de dignidad. Ha roto el silencio. Las fosas hablan por si mismas a pesar de que, hasta el presente, nadie escuchara el silencio de los muertos ni los propios allegados. Tenían miedo. «Los fascistas están vivos, son malvados, no perdonarán nuestra osadía», decía un familiar que pedía permanecer en el anonimato.
Acció Cultural del País Valencia (ACPV) ha hecho una gran labor, ha iniciado el proceso para recordar a los sin nombre, a los relegados al olvido. ¿Su pecado? Haber sido capaces de declararse anti sistema: republicanos, gitanos, masones, y no doblegarse ante las ideas fascistas de quienes ganaron aquella guerra incivil, que llenó de dolor la mayoría de hogares.
Más de veintiséis mil enterrados han sido documentados hasta la fecha, tienen nombre y apellidos, edad: hombres, mujeres, niños. Alguna familia al completo, «fallecida» en conventos-prisión. ¿Porqué hasta ahora nadie se atrevió a reivindicarlos? ¿Cuántos han quedado enterrados bajo las edificaciones enormes de nichos construidos ya en época de los ayuntamientos democráticos?
La Comisión de la Verdad, formada por personalidades del mundo ha demostrado que se puede hacer justicia sin rencor, que se puede homenajear y reivindicar a aquella malograda gente sin convulsionar a nadie, políticamente hablando. Pretende, solo, conseguir el duelo para aquellos muertos, fruto de la represión.
La mayoría «murieron» entre los años 1939-1942, acabada ya la contienda. No os perdáis el archivo donde consta la causa de la defunción: asfixia por suspensión, caquexia, insuficiencia cardio-respiratoria, eufemismos para ocultar ejecuciones, torturas, miseria, frío, enfermedades no asistidas. Algunas mujeres jóvenes inscritas el mismo día que algunos fetos, es decir, de parto.
Dicen que las fosas de Valencia son las más amplias de España
Las visitamos con suma emoción, escuchando las explicaciones de Amparo, la amiga republicana que no podía contener su estremecimiento y, a la que de vez en cuando, se le escapaba alguna lágrima de rabia y dolor contenido. Osarios que, con los movimientos de tierra propiciados por el ayuntamiento de Valencia para construir nuevos nichos -de ahí la prisa del Comité organizador para presentar la Comisión de la Memoria- han dejado al descubierto restos que es preciso enterrar día a día: vértebras y huesos que con la lluvia y el viento salen a la superficie. No me lo han contado, soy testigo visual.
Donde hoy está ubicado el Crematorio, se llevaban a cabo las ejecuciones, cerca de un riachuelo del que se servían para limpiar la sangre de las víctimas.
La Constitución de la Comissió de la Veritat ha sido pues de un gran acierto: por las personalidades que la conforman, por los historiadores que la asesoran, por la gente que colabora, por el cariño que unos y otros reflejan, una vez escuchados sus parlamentos. Por la sobriedad y la delicadeza al tratar un tema que podría derivar en odio cuando en realidad se ha convertido en reto para todos los valencianos y, porqué no para todos los españoles. Valencia ha abierto una rendija de luz para iluminar el pasado. Para que nunca más se repitan hechos tan luctuosos. No es bueno olvidar, es preciso recordar, perdonar.
Hoy me decía Eliseo Climent secretario general de ACPV que la Facultad de Derecho del País Valenciano les ha ofrecido colaboración para ayudarles en su cometido.
Ha sido un hito importante escuchar la voz de los que aún viven, hijos, hermanos, amigos que, de forma oral han corroborado lo que eran meras especulaciones como las de un niño de 9 años que permaneció un día entero delante de una prisión donde retenían a su hermano y a su novia. Que de noche los metieron dentro de un coche, los condujeron a la puerta del cementerio y les fusilaron. Sus cuerpos, fueron echados dentro de un agujero que ya tenían preparado. Nunca se lo explicó a nadie, tenía miedo….
Dignifiquemos a nuestros muertos, es el único homenaje que les podemos rendir.
* Montserrat Ponsa es escritora de Catalunya