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Aprobada la Ley Trans

De las esquinas al Boletín Oficial del Estado

Fuentes: Ctxt [Foto: Varias personas invitadas aplauden tras aprobarse la ley trans en el Congreso (EFE)]

La Ley Trans, aprobada el 22D en el Congreso de los Diputados, significa para las personas trans lo que significó para los homosexuales la despenalización de la homosexualidad.

El 26 de junio de 1977 tuvo lugar en Barcelona la primera manifestación del Orgullo LGTB, y reunió a unas 4.000 personas. Fue el primer acto de visibilidad de la disidencia sexual en España. No había carrozas patrocinadas por grandes marcas comerciales. Aunque la marcha era por la despenalización de la homosexualidad, la cabecera estaba ocupada en su totalidad por mujeres transexuales. Ellas nunca tuvieron armarios, por eso siempre han sido las más visibles, las más torturadas, las más perseguidas, las más encarceladas y las más castigadas. Lesbianas, gais y bisexuales pueden esconder su orientación, pero las personas trans no pueden esconder su identidad.

La dictadura se cebó especialmente con ellas. La Ley de Peligrosidad Social las metió en las prisiones inmundas del franquismo, simplemente, por andar por la calle. A Soraya, una mujer de Sevilla que ahora tiene 72 años, la llegaron a detener un día hasta 14 veces solo por intentar cruzar el puente de Triana. El contoneo de sus caderas era suficiente para que la policía franquista la detuviera. No hubo una decimoquinta detención porque la mandaron a prisión en cumplimiento de la Ley de Peligrosidad Social. No sin antes pegarle una paliza en la comisaría donde la llevaron a gritos, empujones e insultos.

Silvia, que tiene la edad de Soraya, llegó con 23 años de su Canarias natal a Barcelona, huyendo de las  palizas de su padre. Al llegar a la capital catalana, la única opción laboral que encontró fue la prostitución. A los pocos días de llegar, en una ‘redada de violetas’, que era como se llamaba salir a cazar maricones y travestis en la dictadura, la detuvieron y llevaron presa a la Modelo de Barcelona. De ahí al penal de Badajoz, donde se enteró de la muerte de Franco, que no celebró porque el franquismo era un régimen de terror, no sólo un dictador.

Mar Cambrollé no fue a la cárcel, pero recibió la primera paliza de su padre cuando tenía seis años. A esa edad la desterraron a comer sola en la cocina porque a su padre le daba asco tener en la mesa  “a este maricón”. Así, a los 14 años no le quedó más remedio, sin estudios y sin dinero, que huir de su casa y encontrar refugio en la incertidumbre de la calle. Mar, como Carla, Soraya, Miriam, María José, Sofía, María José o África, sorteó como pudo la pandemia del sida y se salvó de milagro de aquella ruleta rusa que fue la llegada del VIH para las mujeres trans que ejercían la prostitución como único destino que le ofrecía una sociedad hipócrita que las deseaba de noche y las perseguía de día.

A pesar de llenar las cárceles, de portar cuerpos que por sí solos eran banderas de libertad, de encabezar las primeras manifestaciones por la libertad sexual y de salir de las prisiones año y medio después que los presos políticos del franquismo, las personas trans han sido las últimas en acceder a la democracia. Poca gente sabe que las personas trans fueron detenidas en España, solo por andar por la calle y subvertir la moral y decoro de la sociedad, hasta 1988. Es verdad que ya no iban a la cárcel, pero se tiraban hasta 72 horas en comisaría y se llevaban los insultos y humillaciones de una Policía que se hizo democrática sin hacer siquiera un curso intensivo de valores democráticos. También poca gente sabe que la Ley de Peligrosidad Social no se derogó hasta 1995, y que lo único que se hizo en la Transición fue sacar los actos de homosexualidad de la citada norma. 

A pesar de su valentía y de poner el cuerpo para la causa de la libertad, las mujeres trans han sido ocultadas del relato oficial y enviadas a la parte de atrás de la agenda política del movimiento LGTBI. Han sido borradas de la historia y del relato épico de la recuperación de la democracia en España y también de los logros del movimiento LGTBI, a pesar de que ellas siempre tuvieron encendidas las antorchas de la libertad y de que su sola existencia quebraba la columna vertebral de la moral franquista.

La Ley Trans, aprobada el 22D en el Congreso de los Diputados, significa para las personas trans lo que significó para los homosexuales la despenalización de la homosexualidad. Es decir, las personas trans en España han accedido a la democracia 44 años después de que se aprobara la Constitución. La Ley Trans es el primer ladrillo para que nuestra sociedad pague la deuda histórica que tiene con este grupo social, que fue diezmado por la violencia, la expulsión del hogar familiar, la exclusión laboral, la dureza de la prostitución, el sida y la introducción de la heroína en España. De las mujeres que lideraron la primera manifestación en Barcelona en 1977, que inmortalizó la fotoperiodista Colita, sólo queda viva Silvia Reyes, que malvive con una pensión no contributiva de 600 euros en un apartamento de 40 metros en Barcelona.

La sociedad las intentó convencer de que vivían en cuerpos equivocados pero su lucha por la libertad nos ha enseñado que quienes vivíamos en una sociedad equivocada éramos las personas cis, aquellas que estamos conformes con el género asignado al nacer. España tiene una deuda y, sobre todo, la obligación de que no se vuelvan a repetir los crímenes cometidos con las generaciones presentes y futuras de personas trans. 

Que ninguna niña o niño trans piense que el suicidio es una opción para ser feliz, que las aulas dejen de ser cárceles, que las familias sean espacios de amor y no de odio, que se derribe el muro de la exclusión laboral, que la prostitución deje de ser el único destino laboral posible para una mujer trans, que nadie crezca pensando que no es digno de ser amado, que el mundo deje de ser peligroso para quienes no se adaptan a la norma. La democracia no vino sola, la conquistaron quienes pusieron el cuerpo y ningún grupo social fue más visible y valiente que las mujeres trans. 

Por todas ellas, ellos y elles. Por las que fueron. Por María José. Por Soraya. Por Mar. Por Carla. Por Miriam. Por Silvia. Por las que fueron expulsadas de su casa con una paliza de equipaje. Por las que fueron obligadas a abandonar la escuela. Por las que no tuvieron más opciones que la prostitución. Por las que no tenían casa donde volver por Navidad. Por las que nunca fueron avisadas a las bodas, cumpleaños o entierros. Por las que perecieron en comisarías inmundas. Por las que sólo tenían las llaves de una pensión. Por las que tuvieron que dormir en la calle. Por las que fueron motivo de burla en su pueblo. Por las que usaron su cuerpo como antorcha de libertad. Por las que se hormonaron sin control médico. Por las que iban a Casablanca o Londres a operarse. Por las que nunca quisieron o pudieron operarse. Por las que se rieron de la dictadura en su cara. Por las que dieron el primer taconazo. Por las que dieron un portazo para empezar a vivir. Por las que nunca imaginaron que tocarían la utopía con sus manos. Por las que perdieron la vida en una esquina. Por las que han luchado para que deje de haber cuerpos de primera y de segunda, por las que han hecho posible que sus vidas aparezcan en el Boletín Oficial del Estado, que es el único sitio donde las necesidades de los nadie se convierten en derechos.

¡Orgullo, honor y memoria!

Fuente: https://ctxt.es/es/20221201/Firmas/41647/ley-trans-persecucion-lgtbi-transicion-ley-peligrosidad.htm