Hace unos años se hizo muy popular un chiste que narraba las cuitas de un padre obstinado en encontrar a su hijo un trabajo que le permitiera vivir. Para lograr su objetivo recurrió a un conocido, un compañero del partido con responsabilidades burocráticas, al que le solicitó un empleo para su vástago. No pasaron dos […]
Hace unos años se hizo muy popular un chiste que narraba las cuitas de un padre obstinado en encontrar a su hijo un trabajo que le permitiera vivir. Para lograr su objetivo recurrió a un conocido, un compañero del partido con responsabilidades burocráticas, al que le solicitó un empleo para su vástago. No pasaron dos días cuando nuestro preocupado hombre recibe una llamada del preboste comunicándole que su hijo ya tenía empleo: asesor del Presidente o, en su defecto, del Consejero de la Presidencia. Y añadió «con un sueldito que no está nada mal, unas quinientas mil pesetas al mes, más varias dobles pagas, incentivos, seguro sanitario privado, etc.». Asustado, el padre en apuros le responde que el no pedía tanto, que su hijo no tenía experiencia y que con un puesto de auxiliar administrativo estaría más que agradecido. «No hombre, eso sí que no puede ser», le reprendió su conmilitón orgánico, añadiendo «que para esos puestos tendría que aprobar unas oposiciones. Faltaría más».
No se puede demostrar que esta grotesca posibilidad haya sido la pauta estándar para el nombramientos de altos cargos y candidatos electorales por estos lares, pero al mismo tiempo, en función de la incapacidad manifiesta de algunos y algunas y los resultados de las políticas que han generado, tampoco se podría desechar por completo. ¿Recuerdan el cortejo de asesores innecesarios del que se rodeó el alcalde corrupto Miguel Zerolo? ¿No sienten curiosidad por saber quiénes son los que han aconsejado a los cargos públicos responsables de masacrarnos con las políticas de austeridad y los recortes?
Hay otra modalidad, no solo para ingresar, sino para mantenerse y reproducirse en los centros de poder político y las instituciones públicas, que puso en práctica hace unos años un nutrido grupo de los actuales cargos públicos tinerfeños. Consistió en enrolarse desde muy jóvenes en el aparato de sus partidos -fundamentalmente en CC y el PP, aunque algún caso se dio en el Psoe-, ser más o menos aplicados en los estudios, mostrarse competitivos y nada compasivos con el enemigo, exhalar ambición por todos sus poros y demostrar permanentemente que siempre pueden contar con ellos, que son «uno de los nuestros», finalmente debían confraternizar con los popes y estar siempre dispuestos a aliviarles de tareas molestas. Luego vendría su inclusión en las listas electorales, en la gerencia de alguna institución oficial o similar y hasta hoy. Me vienen a la cabeza unos cuantos nombres, el alcalde José Manuel Bermúdez, Ana Oramas, Cristina Tavío, Dámaso Arteaga, Rosa Dávila o el mismísimo presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo. Se podría decir que saltaron del pupitre a la poltrona y al coche oficial sin haber podido demostrar su valía profesional fuera de la Administración, ni haber ganado oposición alguna y ni falta que les hace, eso es para los auxiliares administrativos, les ha valido convencer a la oligarquía de que son los mejores ejecutores políticos de su proyecto histórico.
Otra cuestión, y no menor, es cómo se deja la política. Sabemos que el Ibex 35 colma de bendiciones y millones a quienes se han portado bien ¡Quid pro quo! Felipe González, Aznar, Elena Salgado o Zaplana no se marearon en la puerta giratoria que les llevó desde sus despachos de presidente de gobierno o ministro, donde sin el menor escrúpulo expoliaron el patrimonio de todos, entregando a sus amigos las grandes empresas estratégicas estatales, a la suculenta nómina de Gas Natural, Endesa o Telefónica. Un caso singular en Canarias es el de José Carlos Francisco, este no necesitó de las puertas giratorias, utilizó una catapulta con la que, después de transitar por el Cabildo de Tenerife y varias consejerías del Gobierno de Canarias -la última fue la estratégica Consejería de Economía, Hacienda y Seguridad- y tras un breve pero «enriquecedor» empleo en el conglomerado empresarial de la familia Kiessling (Loro Parque, Siam Park, etc.) logró asaltar los cielos de la CEOE en Tenerife.
Con el reciente nombramiento de Ricardo Melchior, jubilado, ex presidente del Cabildo Insular Tenerife y apartado de la política institucional desde 2013, como responsable de la Autoridad Portuaria en sustitución de Pedro Rodríguez Zaragoza, otro hombre aferrado a la vida política bien remunerada desde que Manuel Hermoso lo nombrara su Jefe de Gabinete, al que por supuesto le han encontrado un hueco como viceconsejero de Acción Exterior, se constata que aquí las puertas no son giratorias, son de corredera, pues son las instituciones públicas las que se han organizado para proporcionar a los políticos de la vieja guardia, sobre todo a la de la ATI más recalcitrante, un lugar donde matar el gusanillo de la política, mantener su autoestima en niveles altos, aunque en estos casos de manera innecesaria, pues ya van sobrados de megalomanía, y además gratificarlos con unos sueldos astronómicos pagados con el dinero de todos. Cuando se da el caso de que las instituciones no son capaces de acoger la avalancha de políticos militantes de los partidos gobernantes que no logran acceder a un acta de concejal o de consejero de Cabildo, son las empresas públicas, concebidas deliberadamente con este marcado carácter clientelar, las que ponen a disposición de éstos gerencias, jefaturas de gabinetes o cargos directivos intermedios, y si no, se crea un puesto ad hoc para que sesteen a la sombra de alguna institución, un ejemplo de ello son los cargos de libre designación y esos otros cargos no electos de «consejero con delegación especial» que pululan por las entrañas del Cabildo de Tenerife, una de las institución pública más opacas del Estado español, a juicio de Transparencia Internacional.
Sin embargo, no ocurre como con la puertas giratorias que conectan al gobierno con el Ibex 35, aquí no son las empresas que se han beneficiado con la privatización de la sanidad pública ni los constructores que se han enriquecido ilícitamente con tanta obra pública innecesaria ni lo hoteleros que han destrozado el litoral para beneficio propio ni aquellas compañías que se han lucrado con las excepciones fiscales que contempla el Ref las que corren con los gastos del retiro definitivo o temporal, de esos políticos que tan buen servicio les han prestado. Más de treinta años marcando el paso a los sucesivos gobiernos de Canarias, cabildos y ayuntamientos le ha valido, entre otras muchas cosas, a la oligarquía tinerfeña para conseguir que la ley nos obligue a todos y todas a pagar sus facturas.
Por cierto, ¿será compatible el cobro de la pensión de jubilación de Ricardo Melchior con el sueldo de Presidente de la Autoridad Portuaria? ¿ Será retribuido también por presidir el Instituto Tecnológico y de Energías Renovables (ITER), una de las muchas empresas propiedad del Cabildo? ¿Sólo cobrará por gastos de representación como dice que hizo en su última etapa como presidente del Cabildo de Tenerife? Qué mal pensado, seguro que su amor por Tenerife está muy por encima de esas nimiedades.
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