Poco después de que la multinacional Unión Carbide se instalara en una ciudad de la India llamada Bhopal, los intolerantes de siempre, profesionales del «no», en su violento y habitual rechazo al progreso, comenzaron a criticar las supuestas deficiencias con las que operaba la benemérita empresa y los pretendidos riesgos a los que exponían, ya […]
Poco después de que la multinacional Unión Carbide se instalara en una ciudad de la India llamada Bhopal, los intolerantes de siempre, profesionales del «no», en su violento y habitual rechazo al progreso, comenzaron a criticar las supuestas deficiencias con las que operaba la benemérita empresa y los pretendidos riesgos a los que exponían, ya no sólo a sus trabajadores, también a la ciudad india que, sin embargo, disfrutaba nuevos empleos y promesas de venturosos futuros.
No obstante el derecho al desarrollo de pueblos que han tenido la fortuna de contar con empresas, como la citada, interesada en asentarse en sus predios y contribuir a su bonanza, los perversos rumores puestos a circular por los antisistema por sistema, llegaron a hacer pensar a los ejecutivos de Unión Carbide, si no sería mejor opción buscar otra ciudad menos ingrata a la que aportarle el ansiado progreso.
Para suerte de Bhopal, un carismático líder llamado Mahatma López, un día, convocó a las masas en las que la radical maledicencia ya había sembrado dudas y les dijo: Hay que seguir construyendo entre todos Bhopal y apostar por inversiones productivas y generadoras de empleo. No hagáis caso de esas voces que viven en un pasado absoluto y, sobre todo, pensad y temed, y esta es una seria reflexión, que esa y otras empresas podrían irse y buscar un nuevo destino donde encontrar más facilidades.
Gracias a la proverbial visión del Mahatma López, a su providencial visión, Unión Carbide siguió en Bhopal.
Así fue hasta que en diciembre de 1984, cuarenta toneladas de isocianato de metilo, gas letal, escaparon de la empresa propagándose por la atmósfera y provocando la muerte de 25.000 personas, entre otros daños y víctimas que nunca acabarán de contarse.
Seis de las medidas de seguridad de prevención de escapes no funcionaron o habían sido desconectadas. Ni siquiera sonó la sirena de alarma. La empresa no informó la composición del gas haciendo inútiles las primeras medidas y tratamientos para evitar que la muerte se propagara. La empresa también había incumplido su propia política de prevención sobre almacenamiento de grandes volúmenes de gas, especialmente, en áreas muy pobladas. Las autoridades indias nada quisieron saber de todas las denuncias que los intolerantes habían venido haciendo al respecto, antes de la tragedia, por más que eran conscientes de que la enorme fábrica incumplía hasta las más elementales normas de control, seguridad y medioambiente.
Tuvieron que pasar 26 años para que, finalmente, la justicia india se hiciera sentir y, en ejemplar sentencia, condenara a 7 ejecutivos de la empresa, todos indios, a 2 años de cárcel que no habrán de cumplir y a nueve mil euros de multa que, tampoco importa, no habrán de pagar.
Cuentan que el Mahatma López, cuya perspicacia y sabiduría era tal que se había hecho ingeniero sin pisar un aula y que hablaba indio sin saberlo, no se quedó a esperar el resultado de sus serias reflexiones en Bhopal.
Ya que no Mahatma y en la India, más tarde fue nombrado Lehendakari en otro país en el que, por cierto, también ha vuelto a dejar oír su habitual sensatez: «Hay que seguir construyendo entre todos Euskadi y apostar por inversiones productivas y generadoras de empleo. No hagáis caso de esa voces que viven en un pasado absoluto» y, sobre todo, pensad y temed, y esta es otra seria reflexión, «que las empresas podrían irse y buscar un nuevo destino donde encontrar más facilidades».
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