Este lunes hemos vuelto. Ninguna de las personas que esta madrugada hemos cogido una vez más el camino de Madrid queríamos ir, pero se acabaron las semanas de pausa judicial y se reanuda el kafkiano juicio del sumario 18/98. De nuevo la carretera, las duras sillas de madera, el tribunal haciendo lo que le viene […]
Este lunes hemos vuelto. Ninguna de las personas que esta madrugada hemos cogido una vez más el camino de Madrid queríamos ir, pero se acabaron las semanas de pausa judicial y se reanuda el kafkiano juicio del sumario 18/98. De nuevo la carretera, las duras sillas de madera, el tribunal haciendo lo que le viene en gana, el paso de las horas reflejado en la luz que entra tamizada por los estores de las ventanas, el albergue, los problemas de salud, la vida cotidiana patas arriba… De nuevo a cumplir un castigo impuesto antes de que haya cualquier tipo de sentencia.
Pero de nuevo, también, la convivencia, no por forzada menos enriquecedora, entre tantas personas diferentes y con buen ánimo, dispuestas, como lo hemos estado desde el principio, a defender nuestras trayectorias personales y colectivas, a seguir haciendo lo que podamos en la construcción de Euskal Herria, a continuar dejando claro ante ese tribunal de excepción que su sumario es humo, contaminante y contaminado, pero humo al fin y al cabo. Seguiremos denunciando sus actuaciones y la continua vulneración del derecho a la defensa, entre otros.
Y hemos vuelto a Madrid porque, lamentablemente, nada ha cambiado desde el pasado 19 de julio, último día de este interminable macrojuicio que jamás debiera haberse iniciado. No ha habido respuesta a la exigencia, no sólo nuestra sino de la mayoría de los agentes de la sociedad vasca, de la definitiva suspensión y archivo de este sumario y todos los demás relacionados con él. Lo único que hemos oído han sido reafirmaciones de la vigencia del «Estado de Derecho» como razón de fuerza para sostener el auténtico estado de excepción impuesto directamente a una buena parte de la ciudadanía vasca pero cuyos efectos, no lo olvidemos, repercuten sobre el conjunto del país.
En cierta manera, no deja de ser paradójico que mientras una de las grandes cuestiones sobre la mesa sea la legalización de Batasuna más allá de los negativos pronunciamientos de este verano, en el sumario 18/98 y los derivados de él se esté intentando dejar sentada mediante sentencias judiciales la ilegalización, la criminalización, de actividades políticas, culturales, empresariales o periodísticas perfectamente legítimas, realizadas sin ningún tipo de ocultamiento durante años y que deben tener cabida en una situación política renovada.
Por eso, no entendemos cómo hay quienes pueden seguir valorando que «el proceso va bien y cumple sus etapas», como han hecho portavoces políticos españoles y también vascos en los últimos días, mientras se mantienen vigentes y activos los instrumentos represivos del Estado y entre ellos estos procesos político-judiciales. Sumarios cuyo único objetivo era arrasar todo un espacio político y social bien arraigado en la sociedad vasca, procurando, además, que no resurgiera. Esos objetivos no los ha conseguido el Estado, pero los procedimientos y sus consecuencias en todos los órdenes políticas, colectivas, organizativas, personales… ahí continúan.
Vamos por el noveno mes de juicio. Es una situación insostenible. No podemos aceptarla, no estamos dispuestas y dispuestos a aceptarla pasivamente. No por las condiciones en que se realiza, que también son denunciables puesto que suponen un castigo anticipado, una sentencia previa a la sentencia, sino por su esencia. Este juicio, y los demás sumarios abiertos, son incompatibles con un proceso político nuevo y en positivo. Procesadas y procesados lo hemos manifestado en ocasiones anteriores, dirigiéndonos al Gobierno español y al PSOE. Y lo volvemos a decir: este juicio se tiene que parar y archivar, y se tienen que archivar los demás sumarios abiertos. Si hay voluntad para ello, se puede, que nadie tenga ninguna duda.
Junto a ello, se tienen que restaurar las libertades y derechos civiles y políticos secuestrados por ese largo rosario de sumarios que arrancó con el 18/98, y llenarlos de contenido. Hay que desterrar la Audiencia Nacional de nuestras vidas, lograr que no continúe siendo un tribunal de excepción que, además, juega a condicionar el proceso político y toda la vida política de Euskal Herria. Ese tribunal, único de su especie en Europa, tiene que desaparecer.
De muy diversas maneras se ha venido denunciando todo esto en Euskal Herria. Movilizaciones masivas, actos más reducidos en decenas de localidades, apoyo de agentes políticos, sindicales y sociales hacia las personas procesadas, algunas declaraciones institucionales. Y muy señaladamente la solidaridad activa de miles y miles de personas a quienes los y las procesadas nunca podremos agradecer suficientemente todo su esfuerzo y aportación.
Todo ello seguirá haciendo falta en los próximos meses. Por nuestra parte, seguiremos dando pasos para dejar bien clara nuestra denuncia y nuestra determinación de que éste sea el último juicio, de que los paren ya. Nos ha tocado ir a Madrid, pero cada vez que vamos llevamos toda nuestra Euskal Herria en el corazón…
* Teresa Toda es periodista