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Especial Los Ramones

De Queens a la tumba

Fuentes: Diagonal

Varios libros recuerdan a los Ramones, la banda punk que durante décadas buscó el número uno del billboard, una banda rock que, pese a que sus miembros no se hablaban, nunca se separó (y por lo tanto nunca se reunificó). Es hora de rendirles el enésimo homenaje.

En 2003 Nueva York bautizaba una de sus calles como Joey Ramone Place y colocaba una placa con el nombre del cantante, fallecido en 2001, en el cruce del Bowery con la segunda, a escasos metros del lugar en el que se ubicaba el mítico CBGC, donde los de Queens dieron sus primeros pasos. Pocos meses antes, la industria discográfica había homenajeado a la banda al completo al entrar ésta a formar parte del Rock and Roll Hall of Fame. Los Ramones, que comenzaron su andadura en 1974, se veían por fin reconocidos, con varios lustros de retraso.

Más de 20 años de música contra viento y marea en las que fraguaron un estilo del que se declaran herederos cientos de grupos, muchos de ellos más conocidos por el gran público y con muchos más discos vendidos. Ésta es la gran paradoja del completo contrasentido que fue la carrera de los padres del punk: queriendo hacer rock se les encasilló como los artífices de un nuevo y desagradable sonido -para la puritana EE UU-. Y cuando, a principios de los ’90, este sonido fue convenientemente esterilizado y rentabilizado por el sistema, en la llamada «segunda ola punk», los Ramones quedaron fuera de la etiqueta.

Al contrario que en la escena británica, la formación nunca se expresó contra el establishment, sino que persiguió incansable el éxito de ventas, el hit, álbum tras álbum.

No se produjo tanto una ruptura con la música precedente como con la contemporánea, dominada por una psicodelia que había perdido el rumbo entre canciones interminables y egocentrismos musicales, y que -como temía Lennon durante la última etapa de los Beatles- traicionaba el espíritu del rock.

De hecho, una de las grandes referencias de Ramones era el cuarteto de Liverpool, al menos hasta su colaboración con Brian Epstein. Pero, el reflejo de la gran banda de los ’60 en los espejos del Callejón del Gato que fueron los años ’70 no era ya el de los Beatles, sino el de una panda de desarrapados del extrarradio neoyorquino, igualmente uniformados, pero con chupas de cuero, pantalones rotos, zapatillas baratas y cara de mala leche.

Influidos también por el sonido garage, filtrado desde Detroit por el blues explosivo de MC5 y el rock ‘n’ roll salvaje de Stooges, y desde su propia ciudad por el glam de New York Dolls -formación tan legendaria y underground como ellos mismos-.

Con los Ramones se consolida un profundo cambio: ya no hay lugar para superestrellas ni virtuosos; ahora los protagonistas de los escenarios son, sin saber apenas tocar, eternos ‘don nadie’, chavales de clase mediabaja de los suburbios de las grandes ciudades, aquéllos que con la crisis económica se convierten habitualmente en carne de cañón en las junglas de asfalto. Como reflejo de su tiempo, el Blitzkrieg bop es el leit motiv de la banda sonora de una generación que entró en juego con la partida ya perdida.

Los Ramones no fueron tan provocadores en la forma como Sex Pistols ni tan contundentes en el contenido como The Clash pero, si el medio es el mensaje, la mayoría de sus canciones son profundamente revolucionarias, aunque políticamente la banda sea inclasificable, situada en ese punto intermedio, tan típico del pensamiento estadounidense, entre el ácrata radical y el patriota conservador; con Joey en la izquierda y Johnny en la ultraderecha. Los temas afilados y breves, simples y directos, rabiosos y de letras absurdas se convirtieron en la voz de todos los perdedores que viven en el patio trasero del sueño americano.

Uno de los suyos

Pero los ’70 pasaron, e incluso, esa rabia de derrota se esfumó en los años siguientes. Los Ramones, sin embargo, permanecieron. No vendían demasiados discos, los grandes medios de comunicación pasaban de ellos, tenían serios problemas con el alcohol y las drogas, y prácticamente no se podían ni ver entre ellos -Joey y Johnny incluso dejaron de hablarse desde que la novia de aquél empezóa salir con éste, algo que llevó al vocalista a escribir The KKK took my baby away como venganza-.

Pero aguantaron, a pesar de todo, hasta 1996, y ésta es otra de las paradojas que definen a un grupo cuya mayor virtud era la autenticidad pero cuyos miembros cambiaban de nombre y se escondían tras gafas oscuras. Como partículas que se mantienen unidas precisamente por ser opuestas, la banda era una apisonadora inamovible e imparable, donde cualquier Ramone era tan prescindible como fundamental: Tommy, el primero en ejercer como portavoz, fue también el primero en marcharse; Johnny, que controlaba con mano de hierro a sus compañeros, era quien menos temas aportaba a los discos; el más inseguro, Joey, fue quien más coqueteó con proyectos en solitario; y Dee Dee, aquel tipo que berreaba «One, two, three, four» antes de cada canción y que fue el principal compositor, incluso después de marcharse en 1989, y el alma del grupo para muchos, era también el paradigma del yonqui.

Más allá de esta etiqueta, ensalzada por la contracultura usamericana desde la generación beat, Dee Dee era la fuerza que ponía en movimiento la tensión del grupo. Si Joey cantaba para dejar de ser el chico raro y Johnny tocaba porque «no sabía hacer otra cosa», Douglas Colvin lo hacía para no olvidar otro cruce de la ciudad de los rascacielos, el de la calle 53 con la tercera; para no olvidar que hay demasiadas esquinas por las que nos arrastramos día a día; para, cantando, sobrevivir. Ése es el gran mensaje de los Ramones, el que se te cuela en la cabeza y el cuerpo mientras lo escuchas una y otra vez, hasta que, inevitablemente, piensas: «gabba, gabba, soy uno de los vuestros».

2.263 conciertos con los Ramones

 

‘De gira con los Ramones’ es el libro definitivo para conocer a la banda. Su autor Monte A. Melnick fue su road manager durante toda su carrera. Hablamos con él sobre el libro, su papel en esta historia y, por supuesto, los Ramones.

Ante un libro sobre una banda siempre surge una duda: ¿Quién lo escribe? Si es un fan será muy benévolo con el grupo, si es un periodista/escritor se corre el peligro de que sea una recopilación de hechos sin más interés que el de conocer la historia, si es un miembro del grupo es probable que se calle muchas cosas. Pero, ¿y si quien lo escribe es alguien que ha estado al lado del grupo a lo largo de toda su historia? Esto es lo que ha hecho (hizo, porque el libro es de 2003) Monte A. Melnick, cuyos 22 años al lado de los Ramones le dan una solvencia más que demostrada para ponerse a escribir sobre ellos.

Aunque realmente no sea mucho lo que ha escrito, ya que se trata de una biografía a base de entrevistas tanto con los miembros de la banda como a sus personajes más próximos. Y es ahí donde está la clave de este libro, cuya edición española ha publicado Munster Books y que traduce y prologa Jaime Gonzalo. Es una historia coral contada por sus protagonistas y allegados en la que se cuentan cosas que sólo habiendo estado en el grupo se podrían haber conocido. El mismo autor nos cuenta el porqué del libro «Me he estado planteando durante años hacer un libro sobre los Ramones. Fue después de que Joey falleciera cuando sentí que podía contar la historia completa. Aparte de Arturo Vega [director artístico y jefe de iluminación del grupo] soy la única persona viva que estuvo con el grupo desde el principio hasta el final, y más allá. Esto aporta a mi libro una mirada única de los Ramones». Además de los testimonios con que cuenta, también destaca por la cantidad y la calidad del material gráfico con el que cuenta, «Hablé con figuras clave que trabajaron con ellos y lo conocieron a la perfección. Además tengo una habitación llena de memorabilia de los Ramones que recopilé a lo largo de los años»

Analizando tanto su trabajo al lado del grupo y su forma de recogerlo en el libro, así como su figura, que le llevó a convertirse en pieza fundamental para su continuidad, no pretende darse más importancia de la que tuvo (que no es poca), «No estoy reivindicando nada, sólo cuento lo que vi y experimenté a lo largo de 22 años trabajando con ellos. Se podría decir que el manager es el héroe invisible de los grupos, pero eso va con el trabajo. Se dieron cuenta de que la música que componían para los fans era más grande que pelearse y separarse. En cierto modo ayudé a mantener al grupo unido y en algunos aspectos lo hice». Esta visión se refleja también al hablar de su gran satisfacción al trabajar con los Ramones, «saber que mi trabajo les ayudó a convertirse en iconos del rock».

Iconos del siglo XX

22 años dan para mucho, y más si es al lado de un grupo en el que cada uno tira hacia un lado y ninguno de ellos es del todo normal, de lo da buena cuenta el libro. Los Ramones tuvieron la poca fortuna de triunfar masivamente fuera de su país y quedarse allí con las migajas de un éxito reservado para las bandas que se vieron influidas por su música. Monte explica esta situación: «En Estados Unidos nunca tuvieron la difusión en la radio que tuvieron al otro lado del charco. Ahora son más grandes de lo que fueron nunca estando juntos. El entrar después en el Hall of Fame del Rock’n’roll ha sido un factor que también ha ayudado. Si hubieran sido así de grandes cuando trabajaba con ellos podría haber conseguido un buen aumento de sueldo (risas)«.

Ese respeto por parte de las generaciones posteriores para Monte tiene su origen en que «simplemente enseñaron que sólo tienes que poner pasión en tu música para tener éxito y no tienes que ser un músico virtuoso para hacerlo». Su grandeza musical, sumada a un buen trabajo de promoción visual desde el principio, les ha llevado a que su logotipo sea algo tan habitual en las calles como lo pueda ser una corbata, «se han convertido en iconos. El logo de los Ramones parece decirle algo positivo a mucha gente», añade Monte. Algo parecido ha sucedido con su grito de guerra «Hey Ho Let’s Go!«, que encendería la mecha del punk poco después, «para mí realmente fueron los creadores del punk, que no fue sino un estilo caracterizado por la adopción de una música con una agresividad poco convencional»

Tras 22 años y 2.263 conciertos al lado de los Ramones, es inevitable preguntar qué pasa por la cabeza de alguien que ha dedicado todo ese tiempo a algo más que un trabajo y sabe que en ese momento se acaba, ¿qué pensó Monte en ese momento?: «¿Dónde puedo conseguir una buena bebida fuerte?» Eso es todo, el resto en el libro.

Bibliografía ramoniana

Es inevitable que un grupo como los Ramones haya generado gran cantidad de escritos. El año pasado, además de De Gira con los Ramones, apareció también la completa biografía de Dick Porter editada por Ma Non Troppo. Por otro lado, Marcelo Gobello, argentino enamorado de la banda y cercano a ellos durante unos años, completó su particular trilogía ramoniana con Demasiado duros para morir (Lenoir) en 2008. Es destacable también la biografía de Ignacio Juliá en la editorial Cátedra del año 93. Sin estar centrado exclusivamente en ellos, Por Favor Mátame (McNeil y McCain, Discos Crudos) es el libro definitivo sobre el nacimiento del punk en Nueva York. Por último, y más orientado a coleccionistas está Weird Tales of The Ramones (Rhino, 2005), que aparte de un triple recopilatorio y un DVD, incluye una colección de cómics en donde 25 dibujantes rinden tributo a esta banda a la que tanto influyó el noveno arte.

http://www.diagonalperiodico.net/De-Queens-a-la-tumba.html