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Sudán del Sur

De vacas y hombres

Fuentes: Quilombo

 Existen diversas tradiciones orales sobre el origen de los nuer -o naath, como se denominan a sí mismos, aunque aquí me refiera a uno u otro de manera indistinta- y en todas ellas se hace referencia a una ascendencia común con los dinka o jieng (y, en ocasiones, con los atuot). Ambos se descomponen en diferentes tribus y […]

 Existen diversas tradiciones orales sobre el origen de los nuer -o naath, como se denominan a sí mismos, aunque aquí me refiera a uno u otro de manera indistinta- y en todas ellas se hace referencia a una ascendencia común con los dinka o jieng (y, en ocasiones, con los atuot). Ambos se descomponen en diferentes tribus y constituyen los dos principales pueblos nilóticos del recién independizado Sudán del Sur, país con una enorme diversidad étnica. En un principio habrían compartido un territorio común, pero hace siglos que se separaron por disputas sobre la propiedad del ganado bovino. Tras un siglo de descolonización y guerras, y pese a la urbanización, el ganado continúa siendo el centro de la vida social de ambas comunidades (y de otras como los citados atuot o los mundari) en un país en el que la población rural representa aproximadamente el 80 % del total. De la vaca los naath aprovechan prácticamente todo: carne, leche, pieles, sangre, excrementos. La entrega de vacas permite a la familia del novio pagar la dote de la novia y estrechar así las relaciones familiares y clánicas. Y resuelve conflictos civiles como el adulterio. En fin, no es de extrañar que en Sudán del Sur haya más bóvidos que seres humanos, se calcula que unas 12 millones de cabezas de ganado frente a 8-10 millones de habitantes, aunque en realidad nadie sepa muy bien cuántos suman unos y otros.

En el campo, el ciclo vital de los naath sigue el movimiento trashumante de vacas y bueyes en función de la estación, húmeda o seca. Durante la estación seca, entre mediados de diciembre y mediados de marzo (período que llaman mai), los naath se trasladan desde la aldea (cieng) a los campamentos temporales de ganado (wec) en busca de agua, cerca de los ríos. Allí montan hermosos establos (luak) en los que caben hasta una docena de vacas. Una sociedad móvil. Desde el siglo XIX los naath fueron migrando a otros territorios y enfrentándose a otras tribus, especialmente dinka, a las que atacaban regularmente para obtener bóvidos con los que amplíaban los rebaños. En su expansión hacia el este del Nilo Blanco, integraron a miles de dinkas mediante sucesivos matrimonios mixtos y adopciones, por lo que el tópico del enfrentamiento secular entre pueblos con identidades claramente definidas debe ser matizado seriamente. De hecho, nuer es una palabra de origen dinka. De nuevo el intercambio de ganado consolidó lealtades y forjó parentescos, y muchos de quienes se consideran naath o nuer llegaron a fundamentar su identidad más por el comportamiento cultural -en el que destaca la especial relación con el ganado, al que adoran- que por las relaciones de sangre (como sucede, en cambio, con los dinka).

Entre los rasgos que persisten en la sociedad naath se encuentran la ausencia de fuertes jerarquías políticas (a diferencia, por ejemplo, de los azande), su autonomía y el rechazo a toda autoridad estatal centralizada, llámese Imperio Británico (que prácticamente dejó Sudán del Sur en manos de misioneros protestantes) o gobierno de Jartum. Precisamente fue el empeño de los sucesivos gobiernos de Sudán por imponer una identidad nacional basada en la arabidad y en el Islam -a lo que se añaden agravios por el pasado esclavista árabe- el principal compustible del conflicto que comenzó desde la independencia y que se prolongó durante décadas. Pero su compleja identidad se vio afectada por la militarización de las relaciones sociales durante la guerra, cuya naturaleza fue transformándose además durante la segunda mitad del siglo XX. La guerrilla del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (ELPS) exigió lealtades más férreas y disciplina en una cadena de mando vertical, sobre todo tras la escisión sufrida en 1991, lo que implicaba una redefinición cerrada de la identidad tribal. Antiguamente los guerreros naath o dinka no mataban intencionadamente mujeres, niños o ancianos de la tribu contraria en sus recurrentes enfrentamientos. Ahora podían verse animados a hacerlo. El ganado se convirtió en objetivo militar del gobierno sudanés, primero, de la facción guerrillera contraria, después. El incremento de la violencia, junto con el recurso a armas como el AK-47, hacen que hoy las razias ganaderas sean especialmente mortíferas. Desde entonces, el acceso al agua y al pasto constituye en una de las fuentes primordiales de conflicto social.

Los naath fascinan a los antropólogos desde que Edward Evans-Pritchard los estudiara en los años 1930 para el gobierno británico. Llamaba la atención la ausencia de «Estado» en la sociedad nuer y una espiritualidad que Evans-Pritchard, fervoroso creyente, equiparó demasiado alegremente al monoteísmo cristiano. Mucho más tarde la antropóloga estadounidense Sharon Hutchinson estudió la citada militarización y las consecuencias de la generalización del dinero en la sociabilidad nuer durante la segunda mitad del siglo XX. Hutchinson se percató de que el dinero que ganaban los jóvenes que emigraban a las ciudades (Jartum, Dubai, Addis Abeba) y se asalariaron no trajo consigo una lógica capitalista de acumulación.»Más bien, los Nuer incorporaron el dinero en un pesado sistema de intercambio en el cual el ganado continuaba siendo la metáfora dominante del valor.» No obstante, sí ha tenido otras consecuencias sociales: «El rol del ganado en la creación y mantenimiento de este sentido de sí mismo enriquecido socialmente, ha sido subsecuentemente debilitado, tal como hemos observado, debido a las emergentes oportunidades para adquirir y poseer individualmente ganado gracias a «la forma dinero» del intercambio de mercancías.» Otro antropólogo que ha dedicado una especial atención a la historia reciente de los nuer es Douglas H. Johnson, que ha estado por cierto muy implicado en el proceso de paz iniciado en 2005. Desgraciadamente, el conocimiento sobre las sociedades sudanesas nos llega fundamentalmente a través de expertos occidentales, con frecuencia vinculados a agendas políticas no necesariamente coincidentes con la de aquellos que son estudiados.

Estado, dios, tierras, dinero. Probablemente ninguno de estos conceptos cristalicen del modo con el que sueñan funcionarios internacionales, misioneros e inversores. La construcción de un Estado en Sudán del Sur, con ayuda del petróleo y la cooperación internacional, se enfrentará a la autonomía de sus habitantes, que difícilmente aceptarán que Juba se convierta en un nuevo Jartum. Al nuevo Estado rentista le costará tener una presencia efectiva en todo el país -no hay registros ni estadísticas fiables y apenas existen infraestructuras de comunicación- y probablemente será patrimonializado o fagocitado por redes clientelares en torno a líneas étnicas o tribales, lo que generará nuevos conflictos por la apropiación de la renta petrolera. Nuevas generaciones de misioneros continuarán evangelizando -y estableciendo de paso vínculos con Washington-, pero pueblos como los naath continuarán produciendo su propio sincretismo. Ni arraigará una ética protestante ni la monetarización de los circuitos económicos generará por sí sola acumulación de capital. No parece que los naath o los dinka estén por la labor de sacrificar sus vacas a una lógica de exportación con el objeto de conseguir divisas, pero en su competencia por las buenas tierras se enfrentarán con nuevos intrusos agrofinancieros. Un nuevo país exigirá una nueva relación interétnica con los bienes comunes y una reformulación de la idea de frontera con el vecino Sudán, más adaptada a la movilidad de sus gentes y al pasado compartido, si se quieren resolver callejones sin salida como el de Kordofán del Sur o el de Abyei sin limpiezas étnicas de por medio.

Los periodistas de la prensa internacional partieron tras los fastos del 9 de julio, día de la independencia. Irán pasando observadores, sacerdotes, ingenieros de la industria petrolífera, asesores de todo tipo.  Mientras, las vacas seguirán pastando a orillas del Nilo, como llevan haciendo desde hace miles de años.

Foto: Un joven naath cuida de las vacas con ayuda de su AK-47. Fotografía: Pete Muller / Saferworld

Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/de-vacas-y-hombres