Un trabajo endocrino que plantea que el toro de lidia no siente dolor llevó a Zaldívar a estudiar el sufrimiento del animal y a fundar la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (AVAT)
Con la lectura del estudio neuroendocrino de un colega de promoción, Juan Carlos Illera del Portal -en la actualidad catedrático de la Universidad Complutense de Madrid-, que afirma que el toro en la plaza no siente tanto dolor debido a una respuesta hormonal extraordinaria, José Enrique Zaldívar se dio cuenta de que los espectáculos taurinos debían ser contestados de forma contundente desde el colectivo de veterinarios.
DIAGONAL: ¿Cuál es a su juicio la validez de las teorías que niegan que el toro sufra tanto como se pensaba?
JOSÉ ENRIQUE ZALDÍVAR : No tiene ninguna validez científica, el estudio tiene grandes lagunas en la metodología y las conclusiones son del todo irreales. Cuando se dice que el toro trasportado en un camión o que el toro que sale a la plaza y es devuelto a los corrales sin lidiar porque no vale para ello sufre más que el toro que es sacrificado en el ruedo, se están ocultando datos que están demostrados científicamente. El estrés se mide en muchas especies animales a través de una hormona que se llama cortisol.
Cuando el profesor Illera dice que los toros transportados o los que son devueltos a los corrales sin lidiar tienen más cortisol que los que son lidiados, se está olvidando de algo fundamental : la integridad del sistema nervioso. El toro transportado o el toro que no es lidiado tienen su sistema nervioso íntegro y los que pasaron por las diferentes suertes de la lidia no. Éstos últimos han sufrido lesiones en sus transmisiones nerviosas y precisamente son esas lesiones las que impiden que sus niveles de cortisol sean los esperados.
Tenemos que hablar también aquí del conocido como síndrome de adaptación. Cualquier organismo superior ante una situación de estrés pasa por una fase de alarma, en la que descarga adrenalina, noradrenalina y cortisol en grandes cantidades. El fin de estas descargas es pasar a la fase siguiente, que es la de adaptarse al estímulo que le provoca estrés. Si lo consigue, los niveles de cortisol se normalizan, lo que significaría que nos hemos adaptado a la situación que nos estresa. Lo que pretende el estudio es hacernos creer que el toro de lidia se queda en esta fase y que por tanto se adapta a la novedosa situación que está viviendo, pero no es así. El organismo del toro o fracasa y pasa a la fase de agotamiento en la que es incapaz de responder, o bien sigue luchando para intentar adaptarse sin conseguirlo.
Si el sistema nervioso del toro estuviera íntegro veríamos unas cifras de cortisol mucho más altas de las que se publican en el estudio. No es que haya menos estrés, lo que hay es más estrés que no puede ser manifestado porque tienen la médula espinal seccionada.
En el estudio también se nos dice que el toro en el momento de las puyas descarga ingentes cantidades de betaendorfinas que serán capaces de neutralizar el dolor que se le está provocando. En ningún estudio científico de los que he consultado se atribuye a las betaendorfinas la capacidad de neutralizar el dolor. En el 90% de ellos se les atribuye la capacidad contraria.
Ahora existe la sospecha de que algunos toros salen a la plaza dopados con analgésicos, tranquilizantes y antiinflamatorios. De hecho, en la última Feria de San Isidro, se instauró por orden de la Comunidad de Madrid el control antidóping, si el presidente de la corrida tenía la sospecha de que algún toro estuviera dopado. Sería absurdo dopar a toros que son capaces de controlar el dolor con estas mágicas sustancias que su propio organismo genera.
D. : ¿Qué piensa del argumento que dice que si desaparece la tauromaquia desaparecería el toro de lidia?
J.E.Z. : Si el toro bravo desaparece, no lo hará una especie, ni tan siquiera probablemente una raza, ya que existen serias dudas de que realmente lo sea. Su único rasgo diferenciador, dicen sus defensores, es la bravura. Sus caracteres diferenciales no se perpetúan por herencia, no hay dos toros bravos iguales, su fenotipo no está fijado. Resulta hilarante una pregunta que hizo Celia Villalobos el otro día en un programa de Antena 3 : «¿Y por qué se puede extinguir el toro de lidia y no lo debe hacer el oso pardo ?» Prefiero no comentar nada al respecto.
D. : ¿Cuáles son los objetivos de AVAT y cómo está siendo su aceptación entre los profesionales de la veterinaria?
J.E.Z. : Los objetivos son claros : vamos a ofrecer nuestro asesoramiento técnico a todos los colectivos que nos lo pidan. No hay que olvidar que el mundo del toro de lidia reporta importantes ingresos a nuestra profesión, no sólo en puestos de trabajo, sino también en tasas que revierten en los colegios profesionales. En el colegio de veterinarios de Madrid existe, por ejemplo, una extensión telefónica para temas taurinos. Va a ser complicado, pero quiero pensar que nadie va a poner zancadillas a todos aquellos veterinarios que opten por unirse a nuestra asociación.
Las puyas y las banderillas
D. : ¿Podrías describir como veterinario los daños que sufre el toro durante la corrida?
J.E.Z. : La puya mide nueve centímetros y en el 90% de las ocasiones se coloca fuera del lugar que los cánones taurinos dictan, en el morrillo [zona abultada entre la nuca y el lomo] y provoca heridas de 20 o más centímetros de profundidad. Los picadores, con el objeto de mermar lo más posible la capacidad física del toro, la utilizan como un sacacorchos, o hacen lo que se llama ‘mete-saca’ y además, impiden la salida del toro del caballo cuando siente dolor con una maniobra ilegal que se llama ‘carioca’. Las puyas lesionan apófisis espinosas de vértebras, pueden lesionar la parte alta de las costillas, provocan hemorragias que pueden llegar al 18% del volumen sanguíneo del toro, pueden traspasar la pleura provocando neumotórax y, como consecuencia, producir insuficiencia respiratoria. Seccionan y por tanto lesionan ramas dorsales de nervios, en especial los que forman parte del plexo braquiocefálico, que es el encargado de inervar los miembros anteriores. Ésta es una de las razones de que los toros se caigan o cojeen a la salida del caballo. Las banderillas provocan lesiones de músculos, vasos sanguíneos y nervios no sólo en el momento en que son colocadas, sino durante el resto de la lidia, debido al movimiento constante que tienen sobre el dorso del animal.
La estocada
D. : ¿En qué consiste la estocada?
J.E.Z. : Se trata del golpe final. Casi nunca es colocada en el hoyo de las agujas, lo que permitiría la muerte rápida del toro por corte de la vena cava caudal o de la arteria aorta posterior y de algunos vasos de la entrada del pecho. En vez de eso, es capaz de lesionar el pulmón o el bronquio derecho del toro lo que provocará el paso de sangre de pulmón al bronquio, de éste a la traquea, de aquí al esófago y a las vías respiratorias altas, por lo que el toro morirá expulsando sangre por su boca. Cuando vemos al toro tener hipo y dar marcha atrás es porque la estocada ha traspasado el diafragma, habiendo podido llegar incluso a pinchar la panza o el hígado. En otras ocasiones el estoque tocará las zonas laterales de los pulmones y veremos unos hilillos de sangre que salen por sus ollares y su boca. Esto significa que el toro se está ahogando en su propia sangre. Para terminar la sangría, que siempre se hace por amor al toro, faltaría más, se procede al descabello que consiste en seccionar la médula espinal. No se hace casi nunca una vez, sino varias, hasta que se acierta y si no, pues se usa la puntilla, que corta la médula con un cuchillo de 10 centímetros.