«Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes….no somos mercancía en manos de políticos y banqueros». Con esta contundente proclama la Plataforma «Democracia Real Ya. Toma la calle» ha convocado manifestaciones el próximo 15 de mayo, a las 18,00 horas, en el centro de todas las capitales del estado español. La […]
«Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes….no somos mercancía en manos de políticos y banqueros». Con esta contundente proclama la Plataforma «Democracia Real Ya. Toma la calle» ha convocado manifestaciones el próximo 15 de mayo, a las 18,00 horas, en el centro de todas las capitales del estado español. La convocatoria trasciende siglas, banderas e ideologías: se apela a la gente de la calle en su condición de ciudadan@. Antonio Parrilla y Pilar Almenar, portavoces de «Democracia Real Ya» en Valencia explican en esta entrevista los objetivos y propuestas de la nueva iniciativa.
¿Cómo nace Democracia Real Ya?
Hace unos cinco meses, de una manera muy sencilla. Cuatro personas de Madrid abren una página en Facebook en la que van colgando la información y las convocatorias, a las que van sumándose ciudadanos particulares y organizaciones sociales. Hay actualmente unos 400 colectivos adheridos en todo el estado y, el próximo 15 de mayo, la gente saldrá a la calle, además de en 37 ciudades del estado español, en países como Francia, Alemania, Portugal y República Checa. En Valencia llevamos cerca de un mes y medio organizándonos.
¿A quién se dirige la plataforma y cuáles son sus principales objetivos?
Nosotros no somos políticos, líderes, periodistas ni profesionales de la comunicación. Somos una plataforma que funciona al margen de partidos y sindicatos, y que reivindica, de manera pacífica, la democracia participativa y la unión de los movimientos sociales a partir de un funcionamiento asambleario. Queremos que se nos tenga en cuenta como ciudadanos y romper con el actual bipartidismo que vicia la democracia. Jóvenes, parados, amas de casa, trabajadores autónomos, subcontratados, precarios son, en tanto ciudadanos u organizados en colectivos, nuestros principales destinatarios.
¿Pensáis que la crisis económica y sus lacerantes efectos sociales han ayudado a que surja esta iniciativa?
Sin duda. El estado español roza los 5 millones de parados. Somos campeones de Europa en desempleo, precariedad y falta de transparencia. En paralelo, los altos directivos de las empresas españolas son los mejor pagados de la UE y su sueldo no ha dejado de subir desde que empezó la crisis. Las grandes empresas, por si fuera poco, declaran beneficios millonarios mientras firman EREs y dejan sin trabajo a cientos de personas. Si a esto se agrega que los bancos se quedan con nuestras casas y nos condenan a seguir pagándolos casi de por vida, pensamos que hay razones más que sobradas para salir a la calle.
¿Cómo se puede someter a control a bancos y entidades financieras? ¿Debería recuperar el estado su capacidad de intervención?
Por supuesto. Por ejemplo, somos partidarios de prohibir cualquier recate o inyección de capital a entidades bancarias. A las que tengan dificultades se les debe dejar que quiebren o, como alternativa, ser nacionalizadas con el fin de constituir una banca pública bajo control social. Sobra decir los bancos tendrían que devolver todo el capital público recibido. A las entidades financieras, además, se les elevarían los impuestos y se les prohibirían las inversiones en paraísos fiscales. Todas estas medidas se completarían con sanciones a los movimientos especulativos y la mala praxis bancaria.
Es decir, que el estado recupere la fiscalidad como herramienta para repartir la riqueza
Empezando por un aumento del tipo impositivo a las grandes fortunas y la eliminación de las SICAV, sociedades de inversiones en las que los ricos colocan sus patrimonios. Continuando por el control real y efectivo del fraude fiscal y de la fuga de capitales a paraísos fiscales, y la recuperación del impuesto sobre el patrimonio. Pero estas medidas no son suficientes si se aplican en un solo país, por eso planteamos la aplicación de una tasa a las transacciones internacionales, la denominada Tasa Tobin.
¿Qué propuestas concretas planteáis para la lucha contra el paro?
Hay un conjunto de medidas que consideramos esenciales. Por ejemplo, el reparto del trabajo mediante las reducciones de jornada y la conciliación de la vida familiar y laboral, hasta acabar con el desempleo estructural, es decir, por debajo del 5%; volver a las jubilaciones a los 65 años y no admitir aumentos hasta que desaparezca el paro juvenil; restablecer el subsidio de 426 euros para todos los parados de larga duración. Además, habría que hacer imposibles los despidos colectivos o por causas objetivas en las grandes empresas con beneficios.
¿Y en materia de vivienda?, ahora que los desahucios están a la orden del día.
Precisamente planteamos en este sentido que se permita la dación en pago de las viviendas para cancelar las hipotecas, una medida que aliviaría la situación de muchas familias y que el gobierno de Zapatero se niega a aceptar. Otra de las ideas es potenciar el alquiler. En primer lugar, con ayudas a jóvenes y personas con pocos recursos para que puedan arrendar una vivienda. Además, el estado debería expropiar el stock de viviendas construidas y que no se han vendido para ofrecerlas en régimen de alquiler protegido.
En vuestro manifiesto llegáis a decir que «unos nos consideramos progresistas, otros más conservadores; unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos». ¿Puede esto llevar a la dispersión y atraer compañías no deseadas?
Este punto merece una aclaración. La plataforma es apartidista pero no apolítica. Los afiliados y militantes de partidos y sindicatos pueden participar, pero como ciudadanos particulares. La cuestión es promover procesos inclusivos, que no excluyan a nadie. Es esta la razón, que nadie se sienta excluido, por la que no figuran en la plataforma siglas de partidos ni de sindicatos. Obviamente, por el contenido de nuestras propuestas, no se acercará a nosotros ninguna organización de extrema derecha.
Subrayáis además vuestra estructura asamblearia, que rompe con las tradicionales fórmulas organizativas de los partidos políticos.
Si defendemos una democracia real y participativa, la estructura organizativa más natural y coherente es la asamblea, para que todo el mundo pueda participar por el mero hecho de ser ciudadano. Pensamos, además, que la participación política no se puede limitar a votar cada cuatro años y por eso, además de las asambleas, defendemos iniciativas como la recogida de firmas para presentar una iniciativa legislativa popular. Por ejemplo, en el Patio Maravillas de Madrid llegaron a reunirse 150 personas, entre ciudadanos particulares y representantes de organizaciones sociales, para sugerir ideas y debatir propuestas. Lo mismo hemos hecho en el centro cultural Arte-Facto de Valencia.
¿Hay algún referente con el que os sintáis identificados?
Nos parece muy significativo lo que está ocurriendo en Islandia como ejemplo de logros que puede alcanzar la movilización ciudadana, entre otros, negarse mediante referéndum a pagar la deuda con los bancos, perseguir a los banqueros responsables de la crisis o la elaboración de una nueva constitución con la participación de los ciudadanos. Me gustaría subrayar, de todos modos, la importancia de plantear propuestas en positivo y no quedarse en la crítica. Es decir, no sólo quejarse. También hay que organizarse y luchar.
Por último, en vuestro manifiesto habláis de una «revolución ética», ¿En qué sentido la consideráis necesaria?
Hay una evidencia hoy en día. El poder económico y financiero se impone a las personas. Por ello, la revolución ética consiste en recuperar la dimensión humana de la vida y anteponerla al mundo de la economía y las finanzas. En otras palabras, recuperar la democracia, que de manera tan lamentable ha ido degradándose hasta el punto de que hemos de adjetivarla, como «real» o «participativa», cuando hablamos de ella. Esto pone de manifiesto que a la democracia se la ha vaciado de contenido.
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