La vejez, así como la forma y condiciones en que se asegura el cuidado en dicha etapa de la vida, se ve afectada por múltiples formas de desigualdad y exclusión. En Cuba, si bien los indicadores de mayor esperanza de vida pueden señalarse como logros de un mayor bienestar; al mismo tiempo, existen evidencias de […]
La vejez, así como la forma y condiciones en que se asegura el cuidado en dicha etapa de la vida, se ve afectada por múltiples formas de desigualdad y exclusión. En Cuba, si bien los indicadores de mayor esperanza de vida pueden señalarse como logros de un mayor bienestar; al mismo tiempo, existen evidencias de que una parte significativa de los adultos mayores carecería de las oportunidades efectivas para disfrutar de una vejez digna. Esto se debe no sólo a que las inequidades sociales aumentan con la edad (Arnold et al, 2011), sino también a las dificultades de la política pública para anticipar y planificar los problemas derivados del aumento significativo de la demanda de cuidado y las múltiples presiones ejercidas sobre la familia y, en particular, sobre las mujeres para solventar lo que constituye una responsabilidad social y requiere de un reparto democrático entre hombres y mujeres, entre las propias mujeres, entre generaciones, entre Estado, familia y mercado.
La dificultad de la política social para anticipar y planificar la resolución de estos problemas no hace otra cosa que agravar la crisis de cuidados que está experimentando la sociedad cubana de nuestros días. Sin embargo, al gestarse en el escenario de otras crisis (económicas/políticas) aparentemente más urgentes y desconectadas de la anterior, sigue permaneciendo invisible. No obstante, las investigaciones en esta materia han señalado que la crisis de los cuidados no puede verse en forma aislada. Por el contrario, es uno de los componentes de una «crisis general», que incluye también factores económicos, ecológicos y políticos, que se entrecruzan y exacerban mutuamente. En este sentido, es importante considerar que «El aspecto de la reproducción social forma una dimensión importante de esta crisis general, pero a menudo queda olvidado en los actuales debates, que se centran principalmente en los peligros económicos o ecológicos… El resultado es una enorme crisis, no solo de los cuidados, sino también de la reproducción social en su sentido más amplio» (Frazer, 2016: 112). Es tal vez por esta razón que la «crisis de los cuidados» en la actualidad ha devenido uno de los principales temas de debate público.
Los datos y reflexiones que siguen pretenden ser una contribución a la visibilización de esta crisis en Cuba, particularmente en lo que refiere a la forma en que el proceso de envejecimiento acelerado que experimenta la sociedad cubana contribuye a su profundización [1]. El objetivo es ir mostrando las múltiples conexiones de esta crisis con los procesos de desigualdad social experimentados durante la vejez (de género, raza, territorio, clase, entre otras). Sin ánimos de abordarlos en su totalidad, proponemos tres aspectos para ilustrar la problemática en cuestión: a) la oferta de servicios de cuidados dirigida a personas mayores; b) la cobertura de las prestaciones de seguridad social; y c) la distribución de la carga de cuidado en la vejez.
Una oferta insuficiente de servicios de cuidado para personas mayores frente a un incremento de la demanda.
El deterioro de la atención a los adultos mayores ha sido reconocido como un desafío de la política social en Cuba para los próximos años. Las proyecciones de la dinámica demográfica cubana que muestra la «Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional» evidencian que aumentará la demanda de servicios de geriatría, gerontología, de seguridad y asistencia social. Sin embargo, «Desgraciadamente, la mayoría del cuidado recae en las familias porque el cuidado estatal no es suficiente», reconoce la demógrafa Alfonso León a la prensa cubana [2].
En cuanto a la oferta programática, el Programa Nacional de Atención Integral al Adulto Mayor, creado a finales de la década de los 90 y vigente en la actualidad, es el encargado de garantizar la atención integral de este grupo en tres escenarios: la atención primaria de salud, la atención hospitalaria y la atención institucional. El programa, dependiente del Ministerio de Salud, define que la atención primaria sea proporcionada a través de los consultorios médicos y de los médicos de familia ubicados en la comunidad. Sin embargo, los médicos de familia disminuyeron en un 59 por ciento entre 2008 y 2015, coincidiendo con la disminución del personal de salud en general atribuido principalmente a la exportación de profesionales de la salud en las distintas misiones y servicios (Mesa-Lago, 2017).
A nivel de la atención hospitalaria e institucional es importante destacar que se ha señalado en un nivel insuficiente la cantidad de médicos geriatras, agravada aún más por las proyecciones demográficas de crecimiento de esta población (Louro, Bayarre, & Alvarez, 2015). Este deterioro en los servicios de salud resulta preocupante frente al dato que arroja la «Encuesta Nacional de Envejecimiento», en la que se evidencia que más del 80 por ciento de los adultos mayores padece de alguna enfermedad crónica. Esta proporción, como es de esperar, se incrementa para el grupo de 75 años y más, respecto al de 60 a 74 y afecta más a las mujeres en comparación con los hombres, independientemente de la edad (ONEI, 2011).
Por su parte, el deterioro de los «servicios de cuidado» para personas mayores se explica en el contexto de los significativos recortes a los programas de protección social que comenzaron en el 2009 y se extienden hasta la actualidad. Dichos recortes han afectado la oferta de servicios de cuidado a las personas mayores. Las estadísticas de la ONEI revelan una disminución de la disponibilidad de camas de la asistencia social en Hogares de Ancianos y otras instituciones que acogen, de manera permanente, a las personas mayores. De 2010 a 2015 se redujeron 665 camas (de 14,833 a 14,168) en todo el país, para una proporción de 1,3 por cada 1,000 habitantes.
Pese a que en el mismo periodo se crearon 31 «Casas de abuelos», modalidad que brinda atención integral diurna a personas mayores, con lo que sumaban 265 en el país, esta cifra resulta insuficiente ante el crecimiento de la demanda de cuidados diarios de esta población. La prensa nacional ha recogido las innumerables críticas e insatisfacciones en relación con dichas instituciones, las que aluden principalmente a la calidad de los servicios, las malas condiciones constructivas de los locales y la ausencia de actividades que ofrezcan a las personas mayores un espacio de esparcimiento [3].
En relación con los costos de estos servicios, los montos que deben ser pagados para ingresar a los establecimientos son en extremo elevados para las actuales pensiones que reciben los adultos mayores en Cuba. A pesar del aumento nominal de las pensiones entre 2005-2008, la pensión promedio anualmente ajustada a la inflación en 2008 estaba 54 por ciento por debajo del nivel de 1989 y era insuficiente para satisfacer las necesidades básicas. La pensión promedio nominal mensual de 235 pesos en 2008 ha perdido su poder adquisitivo (Mesa-Lago, 2010).
Una menor cobertura de las prestaciones de seguridad social hacia las personas mayores
Contrariamente a la situación de avanzado envejecimiento poblacional del país, el presupuesto destinado a los servicios sociales ha ido disminuyendo en el contexto de las reformas que dan continuidad a la llamada ‘actualización del modelo económico cubano’. Los cambios en la política económica y social de Cuba han traído aparejada la eliminación de un grupo de anteriores subvenciones, fundamentalmente en los productos de la canasta básica de la población. El problema está en que el envejecimiento poblacional agrava la falta de sustentabilidad financiera de las pensiones de seguridad social e impacta al sistema de seguridad social (Mesa-Lago, 2010), en la medida en que aumentan los gastos de la Seguridad y la Asistencia Sociales (Fleitas, n.d.). La intención de focalizar hacia los grupos más vulnerables no necesariamente considera las situaciones y realidades de adultos mayores que no poseen las condiciones para llevar una vida digna.
Estudios demuestran que existe una amplia franja de población que no puede satisfacer sus necesidades básicas, particularmente en el contexto de desigualdades de ingresos profundizadas por las reformas estructurales (Domínguez et al., 2012; Espina, 2008). Los adultos mayores que residen solos, por ejemplo, constituyen uno de los principales grupos afectados, pues deben depender exclusivamente del Estado y de pensiones que resultan insuficientes para satisfacer sus necesidades básicas y acceder al mercado en divisa (Gross, 2013). La pensión media nominal en 2015 era de 270 CUP mensuales (ONEI, 2016), equivalente a 10,80 dólares, un monto insuficiente para cubrir las necesidades básicas alimenticias. Para subsistir deben recurrir a la ayuda fundamental de la familia que reside en la Isla, o de las remesas que aportan quienes residen fuera del país, entre otras estrategias, como el trabajo por cuentapropia.
Aunque no es posible acceder a cifras oficiales sobre pobreza en Cuba, las investigaciones han señalado que ésta ha ido aumentando en el último decenio por diversas razones y que entre la población más pobre se encuentran personas mayores jubiladas, jefas de hogar y madres solteras y, dentro de estos grupos, los que no reciben remesas (Espina, 2008). Conviene recordar que alrededor de un 13 por ciento de los hogares tiene un adulto mayor solo. En ese contexto, la asistencia social debió incrementarse a fin de proteger a la población vulnerable contra los efectos adversos de las reformas estructurales. Sin embargo, ocurrió lo opuesto (Mesa-Lago, 2017). Desde el año 2011 venía disminuyendo significativamente en cuanto al número de personas mayores beneficiarias y la prestación de cuidados a domicilio (Louro et al., 2015).
Así lo demuestra el recorte experimentado en el presupuesto asignado a la asistencia social. Entre 2006 y 2015, el gasto se contrajo a un sexto, de 2,2 por ciento a 0,4 por ciento, mientras que el número de beneficiarios como proporción de la población decreció a un tercio, de 5,3 por ciento a 1,6 por ciento (Mesa-Lago, 2017). En particular, la asistencia a adultos mayores y discapacitados fue otro de los indicadores donde se produjeron recortes en asistencia social -disminuyó en 63 por ciento la asistencia a adultos mayores, en 50 por ciento a las madres con hijos discapacitados, y a los que necesitan atención a domicilio en 68 por ciento-.
La distribución de la carga de cuidados en la vejez: ¿sigue siendo «asunto de mujeres»?
En Cuba, el nivel de envejecimiento es mayor entre las mujeres (20,1 por ciento) que entre los hombres (18 por ciento) (ONEI/CEPDE, 2015). En 2012, las mujeres representaban el 53 por ciento de la población mayor de 65 años y el 56 por ciento entre las personas de 80 años y más, según datos del Ministerio de Salud. Las mujeres son quienes experimentan las mayores tasas de supervivencia llegando a una esperanza de vida de 80,45 años, frente a 76,50 años de los hombres para igual período (Benítez, 2015). Sin embargo, desafortunadamente, las mujeres que viven más en Cuba lo hacen en peores condiciones económicas y de salud.
Las condiciones de salud son peores en las mujeres mayores, según lo evidencia la «Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional» realizada en Cuba. En ellas se registran con más frecuencia enfermedades degenerativas, como la demencia, el alzheimer y la osteoporosis, y otras crónicas, como la diabetes y los padecimientos isquémicos y cardiovasculares (Fleitas, 2014). La misma autora atribuye estas peores condiciones de salud a la mayor carga de cuidado que las mujeres sostienen, tanto en las instituciones públicas como en los hogares cubanos. La falta de tiempo y la sobrecarga de roles que experimentan las mujeres cuidadoras en las edades de 50 años y más, son determinantes directas de los problemas de salud que ellas viven (Fleitas, 2014).
La posición que las mujeres mayores cubanas ocupan en sus hogares las hace doblemente vulnerables. La distribución de la carga de cuidados en el hogar es, por lejos, muy inequitativa ya que muchas de estas mujeres, además de proveer cuidados a otros mayores dependientes, continúan ejerciendo otros roles y, en muchos casos, presentando ellas mismas condiciones que ameritan algún cuidado. Investigaciones sobre familia muestran que la mujer cubana sigue siendo la principal proveedora de cuidados en la familia y aquellas con compromisos públicos viven el conflicto de intentar conciliar las demandas del hogar y el empleo (Fleitas, 2014).
La carencia de servicios de cuidado y de una infraestructura que aligere el trabajo doméstico, constituye uno de los retos más grandes que enfrenta hoy la sociedad cubana, impactando negativa y desigualmente a hombres y mujeres en términos del «uso del tiempo». Datos del último «Censo Nacional de Población y Viviendas levantado», en 2012, refieren que poco más de 1, 854, 750 cubanas se dedicaban por completo a los quehaceres del hogar. Por su parte, un altísimo porcentaje, cerca de 1, 838, 600 mujeres que ocupan algún empleo estatal en la Isla también dedican buena parte de su tiempo y esfuerzos a las tareas del hogar. Por su parte, la «Encuesta de Uso del Tiempo» confirma que las mujeres dedican un porcentaje mayor de su tiempo (71 por ciento) que los hombres (33 por ciento) al trabajo no remunerado.
Por estas razones, entre otras, las mujeres cubanas en general están sobrerrepresentadas dentro de las más pobres (Espina, 2008) y en particular las que sobrepasan los 60 años tienden a presentar una condición más desventajada en los ingresos (Fleitas en IPS, 2014). Como se sabe, la permanencia en el empleo por un tiempo prolongado, tiene impactos positivos en la seguridad económica de las personas mayores. Sin embargo, la asunción de las responsabilidades de cuidado en la familia, así como a las múltiples desigualdades que experimentan las mujeres cuando participan del mercado laboral (menores ingresos, ocupaciones de más bajas calificaciones, etc.) generan un historial más breve de trabajo formal remunerado, y en consecuencia sus pensiones en la vejez son más reducidas. La multiplicación de las estrategias familiares de supervivencia y elevación de ingresos aparece como una consecuencia de esta desigualdad, y a su vez, ha sido señalada como un rasgo clave para entender la re-estratificación social en la Cuba actual (Espina, 2008).
Consideraciones finales
La rapidez y magnitud con que el proceso de envejecimiento poblacional se ha instalado en la sociedad cubana puede ser interpretado, en primera instancia, como una buena noticia. La Isla contará con una proporción creciente de personas en edades avanzadas, resultado de políticas sociales de cobertura universal. Sin embargo, al mismo tiempo, también se relaciona con el surgimiento o el incremento de variados problemas sociales experimentados en un contexto de re-estratificación de la sociedad cubana actual a partir de los 90 (Espina, 2008). La situación se agrava cuando se tiene en cuenta que el envejecimiento demográfico de los países industrializados se ha producido simultáneamente, o más bien algo después en el tiempo, que su desarrollo económico. Por ello, han podido enfrentar aquel proceso en condiciones más favorables a las que hoy existen en Cuba.
Las evidencias mostradas relacionadas con la oferta de servicios de cuidados dirigida a personas mayores en Cuba, la cobertura de las prestaciones de seguridad social y la distribución de la carga de cuidados en la vejez, apuntan hacia una profundización de la crisis de los cuidados, no sólo a través del aumento de la demanda de atención y servicios que requiere este grupo, sino también por el déficit y deterioro que se observa en la oferta, así como en la desigualdad de acceso. Todo ello genera mayores presiones sobre la familia, en particular sobre las mujeres, quienes son las que siguen llevando la mayor responsabilidad sobre estas tareas.
Frente a la magnitud y complejidad de las necesidades de atención de este grupo en la actualidad, los especialistas sugieren la necesidad de ampliar los servicios para la tercera edad, considerando la generación de políticas de proximidad con instituciones multi-uso que atiendan necesidades de cuidado, médicas, de tiempo libre, etc. de las personas mayores en su entorno. Para el caso cubano, es importante tener en cuenta que la provisión de estos servicios podría ser realizada por actores diversos, considerando los aportes que puede realizar el sector no-estatal.
Sin embargo, la gravedad y urgencia del tema conmina a ponerlo en el marco de una discusión más amplia sobre el régimen de bienestar en Cuba, las formas de expansión, reordenación y racionalización de las políticas asistenciales previas y el rol que le cabrá en ellas a las llamadas tres esferas de producción del bienestar (Estado, mercado y familia). Frente al retraimiento del Estado, se observan procesos de mercantilización de los cuidados y mayor familiarización de la atención. Todo ello ha significado una alta individualización, mayor vulnerabilidad de las personas mayores y una recarga extraordinaria para las familias. Cabe, entonces, la pregunta por el lugar que ocupa la perspectiva de derechos y el enfoque de género en la reorientación política de la organización social del cuidado en Cuba y en el contexto de la crisis de la reproducción social en el sentido más amplio cómo se podrá garantizar en el futuro el ejercicio en plenitud del derecho a ser cuidado en la vejez.
Bibliografía
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Domínguez, J., Pérez, O. E., Espina, M. & Barberia, L. (2012). Cuban Economic and Social Development: Policy Reforms and Challenges in the 21st Century, Series on Latin American Studies, Harvard University.
Espina, M. (2008). «Viejas y nuevas desigualdades en Cuba. Ambivalencias y perspectivas de la reestratificación social», Nueva Sociedad, No 216, pp. 134-149.
Fleitas, Reina (2014) «El discurso invisible del envejecimiento: El dilema de género», Revista electrónica «Antropológicas», Cátedra de Antropología «Luís Montané», de la Universidad de La Habana.
Fleitas, R. (n.d.) El envejecimiento demográfico cubano y sus implicaciones para el trabajo de cuidado. Ponencia presentada a congreso Centro de investigaciones y estudios de la mujer, Universidad de Costa Rica (CIEM-UCR), disponible en http://www.ciem.ucr.ac.cr/alas/docs/GT-18/Ponencia%20el%20envejecimiento%20demogr%C3%A1fico%20cubano%20y%20sus%20implicaciones%20para%20el%20trabajo%20de%20cuidado.docx
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Gross, A. (2013). Emigración cubana, envejecimiento poblacional y bienestar social: aproximación al estado de vulnerabilidad social del adulto mayor en un Consejo Popular habanero, CLACSO, Buenos Aires.
IPS (2014). Socióloga mira al envejecimiento con enfoque de género, Disponible en http://www.ipscuba.net/genero/sociologa-mira-al-envejecimiento-con-enfoque-de-genero/
Louro, I. Bayarre, H. & Alvarez, M. E. (2015). «Implicaciones familiares y sanitarias del envejecimiento poblacional en la cobertura universal», Revista Cubana de Salud Pública, Volumen 41.
Mesa-Lago, C. (2010). Estructura demográfica y envejecimiento poblacional: implicaciones sociales y económicas para el sistema de seguridad social en Cuba, Décima Semana Social Católica, La Habana, Disponible en http://arquidiocesisdelahabana.org/contens/descargas/semana_social/0016_demografia_segur-social.pdf
Mesa-Lago, C. (2017). «El estado actual del bienestar social en Cuba I y II», en Cuba Posible, disponible en https://cubaposible.com/bienestar-social-en-cuba-i/ , publicado el 15 de marzo
Ministerio de Salud Pública y Centro Iberoamericano de la Tercera Edad (2012). «Informe Nacional. Cuba», Informe presentado a la Tercera Conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento en América Latina y el Caribe, Costa Rica.
ONEI (2011). Resultados de la Encuesta Nacional de Envejecimiento poblacional. Primer Informe, Oficina Nacional de Estadísticas, La Habana.
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Revuelta, B. y Acosta, E. (2017). Envejecimiento y cuidados en Cuba: el panorama y los desafíos de una «silenciosa revolución» en https://cubaposible.com/envejecimiento-cuidados-cuba/
Notas:
[1] Para ampliar información sobre el proceso de envejecimiento en Cuba véase el artículo de Revuelta y Acosta (2017). Envejecimiento y cuidados en Cuba: el panorama y los desafíos de una «silenciosa revolución» en https://cubaposible.com/envejecimiento-cuidados-cuba/
[2] Al respecto ver reportaje de SEMIac: http://redsemlac-cuba.net/sociedad-cultura/envejecimiento,-entre-vida-cotidiana-y-pol%C3%ADtica-social.html, publicado el 21 de febrero de 2017.
[3] Para ampliar información véase: http://redsemlac-cuba.net/sociedad-cultura/envejecimiento,-entre-vida-cotidiana-y-pol%C3%ADtica-social.html , publicado el 21 de febrero de 2017.
Fuente: http://cubaposible.com/cuidados-personas-mayores-cuba/