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Del cuento del robo de las alhajas de la virgen de Begoña al yo no sabía del PP de Bárcenas

Fuentes: Rebelión

1.- El montaje El domingo día 15 de agosto de 1937, festividad de Nuestra Señora y dentro de las primeras fiestas de la ciudad bajo el mando franquista, se daba fin a la novena y actos de reparación y penitencia celebrados como « desagravio del expolio cometido por el robo del tesoro de la Virgen […]

1.- El montaje

El domingo día 15 de agosto de 1937, festividad de Nuestra Señora y dentro de las primeras fiestas de la ciudad bajo el mando franquista, se daba fin a la novena y actos de reparación y penitencia celebrados como « desagravio del expolio cometido por el robo del tesoro de la Virgen milagrosamente recuperado por un bilbaíno »

Cuentan los periódicos de la ciudad que «desde la madrugada la Basílica recibió a los muchos peregrinos que tradicionalmente acudían reverenciar a la Virgen, pero que a partir de media mañana no pudieron hacerlo, su paso se encontraba cerrado. La explanada anterior al Santuario y otros lugares cercanos al mismo, estaban ocupados por fuerzas de seguridad y del Ejército que debían tomar parte en los actos programados. Un Batallón de Infantería, una Sección de la Escuadra Nacional y otra de Infantería de Marina, una compañía del Tercio de Requetés Ortiz de Zárate, Milicias Nacionales de Vizcaya y muchachos de la Legión Infantil de Flechas, Cadetes y Pelayos.

La invitada de honor era la esposa del Generalísimo. Franco. El Ayuntamiento de Bilbao, que había cursado la invitación, consideraba que era la persona más indicada para devolver a la Patrona de Vizcaya, la corona y las joyas que sacrílegamente le habían robado las hordas rojo separatistas.

A las doce y cuarto, Doña Carmen Polo de Franco, hacia su aparición en la explanada anterior a la Basílica acompañada por el Alcalde, don José María de Areilza, el Jefe del Gabinete de su Excelencia y un ayudante de Estado. Sonaron los acordes del «Himno Nacional» que sería escuchado en silencio y con los brazos extendidos por todos los asistentes. Tras ser cumplimentada por las autoridades y recibida por un público que la aplaudía con entusiasmo entró en el templo para rezar ante la Virgen.

Mientras en el interior de la Basílica se dejaban oír los sones del «Ave María» de Victoria interpretada por la Coral de Bilbao bajo la batuta del maestro Guridi, en el exterior se iniciaba una comitiva procesional presidida por monseñor Antoniutti, representante del Vaticano, la Virgen llevada en andas por oficiales del Ejército y miembros de las Milicias Nacionales era colocada sobre una plataforma, dispuesta al efecto de cara a la explanada del templo mientras doña Carmen portadora de las Coronas de la Virgen y el Niño se adelantaba para depositarlos a sus pies al mismo tiempo que sonaba el Himno Nacional y una gran ovación acompañaba su gesto.

Restablecido el silencio tomó la palabra el alcalde, señor Areilza, finalizando su discurso con los gritos de ¡ Viva Franco ! ¡ Arriba España !, para a continuación Monseñor Antoniutti recitar las preces de ritual y colocar las coronas sobre las imágenes, momento en que el «Himno Nacional» vuelve a sonar, el público extiende sus brazos en señal de saludo y las tropas presentan armas. Cuando concluye la ceremonia, desde la misma plataforma Monseñor Antoniutti se dirige al público para después formarse una procesión que devuelve la Virgen a su altar, cantándose la Salve Popular, Antoniutti entona el primer versículo, para a continuación la Coral de Bilbao, seguir con la parte armonística, contestada por el público asistente.

Un ceremonial de ritos en los que se mezclaba lo espiritual y lo profano, que fundía la religión con España, donde los sonidos del Ave María de Victoria del interior de la iglesia eran ahogados por «el Himno Nacional», el Cara al Sol y el Oriamendi del exterior.

Según la prensa de entonces las ovaciones alcanzaron clamores atronadores cuando terminadas todas las ceremonias la esposa del Generalísimo abandonaba el templo y se dirigía al coche, acompañada por las autoridades para dirigirse al Club Marítimo del Abra, donde ya cerca de las tres se celebraría un almuerzo en su honor para una vez finalizado regresar a su procedencia..

Aquella misma tarde, tendría lugar una procesión eucarística en reparación de las profanaciones cometidas contra iglesias de Vizcaya. Se trataba del último acto de las jornadas de expiación y penitencia que tuvieron lugar los días anteriores.

El desfile procesional partía de la Plaza del General Primo de Rivera junto al Ayuntamiento. Siguiendo las instrucciones de los organizadores, el público se debía distribuir de la siguiente manera: los hombres en el espacio comprendido entre el nuevo edificio del Ayuntamiento y la Salve, las mujeres desde el centro del Ayuntamiento hasta la Sendeja y los niños en la carretera del Cristo.

Las banderas y estandartes de las diversas asociaciones, cofradías, Adoración Nocturna, iglesias parroquiales, etc. se colocaron en la Plaza y escalinatas del Ayuntamiento, mientras que el clero y representaciones de las distintas órdenes religiosas ocupaban la parte izquierda de la escalera central de la Casa de la Villa. En un rellano de las escaleras se instaló la Sagrada Custodia.

A las seis y media llegaron las autoridades militares y civiles, casi a la misma hora lo hacía monseñor Antoniutti.. Mientras se colocaba en la Custodia la Hostia consagrada se interpretó «Himno Nacional» por las bandas que actuaron luego en la procesión, que se inició a las siete. La Custodia era llevada en andas por sacerdotes bajo palio que portaban « distinguidos caballeros bilbaínos » a los que seguía Antoniutti. La presidencia del cortejo la ocupaban autoridades civiles y militares seguidas por las representaciones de los distintos cuerpos armados.

Cuando llegó la procesión a la explanada de la Basílica la Custodia se depositó en un altar colocado a la entrada del templo mientras que el sacerdote, don Julián Landazabal pronunció una encendida plática en la que pidió al delegado vaticano que cuando regresara a Roma expresara al Santo Padre: « el fervor religioso de esta Vizcaya liberada de los enemigos de Dios y de la Iglesia». Seguidamente sería Antoniutti quien impartía la bendición con el Santísimo mientras volvía a sonar el «Himno Nacional».

Como conclusión al acto eucarístico se interpretó el « Cara al sol » coreado por el público que, con los brazos en alto, saludaba a la romana. José María Oriol desde la tribuna de las autoridades dio el triple grito de ¡ España Una Grande y Libre ! y el ¡ Arriba España !. Luego se entonó el « Oriamendi » y a su final José María Oriol dio nuevos vivas a España, Cristo Rey, y al Generalísimo de F.E.T y de las JONS. Por último la Banda dejó oír el Himno Nacional. El triple grito de ¡ Franco ! ¡ Franco ! ¡ Franco ! pronunciado por el delegado de Prensa y Propaganda, señor Burriel, ponía fin a las fiestas religiosas y daban comienzo las profanas abiertas por una gran retreta militar.

La retreta, convertida en desfile, la abría una sección ciclista de Flechas y Pelayos y tras ellos los bomberos y elementos de las Milicias Nacionales de Vizcaya portando antorchas encendidas. A continuación marchaban seiscientos Flechas, Cadetes y Pelayos con banda de trompetas y tambores, gastadores y banderas nacionales, de la Falange y del Requeté. Detrás las bandas de música de la Falange Española y la del Requeté de Pamplona seguidas por miembros de Falange y del Requeté».

2.- Una mentira programada

Lo cuenta el periodista A. López Becerra en entrevista publicada en la Gaceta del Norte el 15-08-1937:

«Los sabíamos hacía tiempo, pero una elemental discreción nos vedaba dárselo a conocer. Los que gracias a Dios, somos providencialistas veíamos en el hecho de haber sido precisamente un bilbaíno el descubridor en Francia de las joyas robadas a Nuestra Señora de Begoña y que las traía a España, para devolvérselas a su verdadera dueña, el camino misterioso que conduce tantas veces en la vida a soluciones que nos parecen desconcertantes. ¡Si hasta vulgarmente se dice «parece un milagro! Y eso, un milagro, nos parecía que el tesoro de Nuestra Excelsa Patrona estuviera ya en España.

¿Qué bilbaíno era el afortunado elegido para este prodigioso descubrimiento y esta anhelada devolución?

Don Joaquín Goyoaga Escario.

Cuantas tentativas hicimos para que nos autorizase dar a la publicidad su meritísimo trabajo fueron inútiles. Muy sonriente y muy amable siempre nos respondía.

-¡Pero si no tiene la menor importancia!… ¡Más adelante podrán ustedes contarlo todo!

Nos creemos ya revelados de la obligación de callarnos. Hoy la gentil y bondadosa esposa del Generalísimo Franco va a entregar a la Virgen de Begoña las joyas que le arrebató el «Gobierno de Euzkadi» y que la sagacidad, la inteligencia y el tacto de don Joaquín Goyoaga rescató para su Dueña y Señora y para España.

Y nos hemos decidido a visitar al señor Goyoaga. Le han convencido nuestras razones y se ha prestado muy galante a someterse a la tortura de nuestro interrogatorio.

-¿Cómo supo usted que las alhajas de la Virgen estaban en Francia?

-Por una verdadera casualidad, o si usted prefiere por una inspiración. Trabajaba yo en Francia en un asunto de interés para mi Patria, cuando una persona a la que no puedo citar, me aseguró que las joyas habían sido transportadas de Bilbao a la Banca Courtoise de Toulouse.

-¿Cómo reaccionó usted ante la sensacional noticia?

-Como católico y como bilbaíno, me formé en el acto la resolución de rescatarlas, fuese como fuese y costase lo que costase. ¡Calcule cuál sería mi emoción al comprobar la certeza de la noticia.

-¿Y cómo podía usted, enemigo del régimen republicano, perseguido por los enemigos de la verdadera España, arrebatarles en un país como Francia en manos del Frente Popular, un tesoro que habían ocultado cuidadosamente?.

-La discreción más elemental me impide contestar minuciosamente aun sintiéndolo mucho, a pregunta tan concreta como la suya. A mi juicio nuestra adorada Patrona me conducía por caminos insospechados a la meta feliz que celebramos hoy todos con justificado júbilo.

-Me parece muy bien su discreción. Pero ¿cómo le entregó a usted las joyas la Banca Courtoise?

-La pregunta gana en fuerza a la anterior y, por consiguiente tengo que redoblar mis reservas. A usted se le alcanza perfectamente que no basta llegar a la ventanilla de un Banco, pedirle unas alhajas y que se las entreguen a uno tranquilamente. No olvide usted, que además la Banca era francesa.

-Me propongo señor Goyoaga, aun faltando a mis deberes de periodista ganarle a usted en discreción, porque comprendo lo delicado del asunto. Pero a otras cosas si que me puede usted contestar sin que usted ni yo agraviemos la discreción en lo más mínimo

-Usted dirá.

-¿Llegó a saber como llegaron las joyas de la Virgen de Bilbao a Francia?

-Si señor, Las joyas fueron empaquetadas en una caja de madera de regular tamaño y enviadas a Toulouse, con propósitos que desconozco, aunque sospecho, dado el valor de las mismas, que usted puede deducir de la lectura de un acta que voy a poner a su disposición.

(El señor Goyoaga, muy amable, abre el cajón de su mesa y nos ofrece la lectura del acta levantada en Bilbao, el día 17 de mayo de este año, por los señores del llamado «Gobierno de Euzkadi» y sus cómplices»).

– ¿Y cuándo introdujo usted las joyas en España?

– Pasaron la frontera de Irún en un modesto Ford, el día 22 de junio pasado.

Como no quiero fatigarle a usted más y le veo a usted señor Goyoaga muy poco predispuesto a expansionarse, lo dejaremos por hoy con la esperanza de que otro día cualquiera pueda ser usted más explícito, ya que el asunto interesa a toda España pero de un modo especialísimo a los católicos vizcaínos en que en estos días en imponentes manifestaciones de fe han subido en devotas peregrinaciones al Santuario de Begoña para agradecer a la Virgen ferviente protección a un pueblo como Bilbao, víctima de la obstinación cerril de unos y del sectarismo bárbaro de otros pero, para terminar una pregunta más:

Después de su emoción primera al saber donde estaban las alhajas de la Virgen ¿Cuál ha sido la que le ha seguido en intensidad?

El saber que Nuestra Señora de Begoña recibirá para siempre, de manos de la dignísima esposa de nuestro Caudillo la corona que le arrebató la furia revolucionaria y que hoy le devuelve el amor de la nueva España representada en la ilustre dama que ha de recibir, estoy seguro de ello, el sentido homenaje de este pueblo que ha sufrido durante once meses terribles de abyección pero que ha sabido conservar vivo su amor entrañable a la Patria aunque hijos espúreos de ella, se obstinaron en desfigurar ante el resto de la Patria su verdadera fisonomía. 

Y nos despedimos del señor Goyoaga después de agradecerle esta interesantísima conversación y felicitar cordialmente por esta señalado servicio a Vizcaya y a España».

3.- Con el culo al aire

En el archivo de Bergara, Irargi, sig. Ge-562-2 se encuentra el acta de lo allí acontecido:

«En Bilbao, a las nueve de la noche del día 17 de mayo de 1937, en el despacho del Sr. Consejero del Gobierno de Euzkadi, se reunieron los señores Don Fortunato de Unzueta, sacerdote que ejerce las funciones de Párroco en la Basílica de Nuestra Señora de Begoña, el Exmo. Sr. Don Eliodoro de la Torre, Consejero de Hacienda del Gobierno Vasco, don Joaquín Hernández, Cajero del Banco de Vizcaya, Don David de Ilarduya, Don Juan de Olazábal, Interventor General del Departamento de Hacienda y don Lucio de Arechabaleta, secretario particular del Consejero de Hacienda, con el fin de abrir las maletas y caja en que se encontraban las joyas del tesoro de Nuestra Señora de Begoña, que hasta aquel entonces habían estado bajo la custodia del citado Sr. Hernández, Cajero del Banco de Vizcaya, en el domicilio de dicho Banco.

Abiertas la caja y maleta, fueron examinados e inventariados todos los objetos en ellas existentes cuya relación se relaciona a continuación:

Dos patenas.

Un cáliz de oro.

Un juego completo de vinajeras.

Una cucharilla con un alfiler.

Una campanilla.

Un rosario, cruz oro y cuentas color chocolate. Estuche rojo.

Un rosario de cuentas blancas. Estuche rojo.

Un rosario de cuentas jaspeadas color claro. Estuche rojo.

Una sortija tresillo, con un zafiro y dos brillantes, montada en platino con su estuche.

Una sortija señora, brillantes, platino, con un aro de zafiros.

Un broche brillantes, Onix, montado en platino.

Un broche de piedras grandes y otro broche de perlas. Su estuche «Longines».

Una cadena larga de oro, estuche Joyería Vivanco.

Un broche piedras con zafiro grande en estuche, Alfredo Alvarez.

Un pendentif, perlas, brillantes y cadena de platino, estuche Adulza.

Una cruz de piedras y oro, cadenita de platino, en estuche color jaspeado.

Un rosario oro de cuentas grandes, trabajadas con una medalla conmemorativa de la coronación de Nuestra

Señora de Begoña, efigie S. C. y S.S. León XIII, en dos trozos, estuche Laroche Fréres.

Una pulsera cadena con una moneda de oro de una libra, estuche Laroche Fréres.

Un rosario oro, de cuentas color rosa, terminado en una efigie de la Virgen de Begoña y de la Basílica,

estuche Laroche Fréres.

Un rosario de oro, con una cruz en ramaje de vid, estuche Laroche Fréres.

Un rosario de oro, con cuentas coral, terminado con un dije con crucifico central, estuche Laroche Fréres.

Un broche en forma de flor, de zafiros y brillantes, estuche Laroche Fréres.

Una cadena grande de oro con algunas piedrecitas y una medalla de oro de la Virgen del Pilar, con

piedrecitas grabado el nombre de «Agapita», Richard de Bruselas.

Un broche de piedras montado en platino con perla central, Richard de Bruselas.

Dos broches con diamantes, rubíes, esmeraldas, zafiros, amatistas y perlas, en caja de cartón de Anduiza.

Un imperdible de piedras y tres perlas, estuche Arturo Murguía.

Un pendentif sin cadena, estuche I. Anduiza.

Un alfiler de corbata con perla, estuche, talleres y joyería Madrid.

Una medalla imagen «Dolorosa» con brillantes con cadenita platino, estuche Palloli Venecia.

Un broche de brillantes y amatistas en estuche A. Alvarez.

Un colgante imperdible con brillantes y perla pera engarzada en platino, estuche de A. Alvarez.

Un imperdible en forma de media luna, de piedras, estuche S. García.

Un imperdible de piedras y dos zafiros, estuche S. García.

Un imperdible soldado a un solitario y una sortija tresillo con esmeraldas centro, estuche S. García.

Un collar de tres hilos de perlas, con rosetón rematado en perla pera, estuche de terciopelo de I.Anduiza.

Un collar de tres hilos de perlas, pendetif de piedras rematado en perla pera. Estuche rojo.

Un viril rematado en cruz de piedras, todo ello en una bolsa de cuero.

Una moneda de 20 dólares con argolla para colgante, cuatro monedas de 5 dólares, 1 moneda de una libra,

ocho monedas de 10 pesos y 48 monedas de 5 pesos, todo ello en una bolsa de cuero.

Un punzón dorado con una cinta rosa.

Dos mariposas para sujetar la corona sujetas con una cinta blanca.

Un broche con una piedra azul clara y piedras montado en platino, un dije República Peruana, Lima.

R.O.Z. 1901, un par de pendientes orlas, un par de pendientes en forma de escarabajos sujetos con un

imperdible, todo ello en estuche de damasco rojo.

Un broche grande de piedras blancas y rubíes

Un alfiler en estrella de ocho puntas con nueve piedras.

Una sortija de oro tresillo con zafiro negro en estuche de A. Alvarez.

Una sortija piedras blancas y verdes.

Dos perlas sueltas y un colgante de pendiente de oro y piedras en estuche rojo.

Un medallón efigie Sagrado Corazón con piedras y rubíes, iniciales J.E.enlazadas, fecha 6 Janvier 1912 y

cadenita de platino. Estuche M. Paris.

Un aderezo de seis piezas separadas y enriquecidas con brillantes con una tarjeta de María Iturriaga.

Una sortija tresillo con zafiro central montado en platino. Estuche «La Especial» Habana.

Una sortija de oro con solitario. Estuche de cartón. Bisutería Piedad.

Una cadena larga de oro, encerrada en un estuche de madera forma piña.

Un cetro dorado.

Una corona de Nuestra Señora de Begoña.

Una corona del Niño Jesús.

Un trípode.

Con el beneplácito de todos los señores mencionados se acordó trasladarlas al extranjero, donde serán depositadas en un Banco a nombre de don Fortunato de Unzueta, Don David Ilarduya y don José de Otxoa quedando facultados para retirarlas en su día dos cualquiera de estas personas mancomunadamente.

En prueba de la conformidad de todo lo que antecede, firman todos los asistentes a la reunión, en esta acta, que se extiende en cinco ejemplares, destinados a los señores Don Fortunato de Unzueta, Don Eliodoro de la Torre, Don David Ilarduya, Don José de Otxoa y Don Joaquín Hernández».

*

Eliodoro de la Torre escoge al aviador José María Yanguas para que en avión traslade el tesoro mariano de Bilbao a Toulouse. Yanguas se encuentra allí con algunos problemas legales, pero por orden del Gobierno Vasco deja en depósito en el banco hasta nueva orden. De regreso el aviador traiciona al gobierno vasco, se pasa al enemigo y se pone en contacto con el bilbaino Joaquín Goyoaga, indicándole el lugar dónde se encontraban las joyas de la virgen de Begoña. Yanguas acompañado de Goyoaga realiza en coche un viaje relámpago a Toulouse y recupera las joyas, pasando la aduana por Irún el 23 de junio de 1937 y dejándolas en custodia a don Julián Troncoso, jefe de servicios de fronteras, para que entregue al general Dávila.

Éste fue el hecho. Lo otro un amañado montaje de baba verde.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.