Para entender por qué dos países musulmanes, Arabia Saudita e Irán, se han convertido en acérrimos rivales y están al borde de un conflicto que ojalá nunca se dé, hay que recordar que en el pasado estas dos potencias regionales, más Israel, fueron para el Medio Oriente los pilares del Imperialismo Mundial Globalizado, IMG. La […]
Para entender por qué dos países musulmanes, Arabia Saudita e Irán, se han convertido en acérrimos rivales y están al borde de un conflicto que ojalá nunca se dé, hay que recordar que en el pasado estas dos potencias regionales, más Israel, fueron para el Medio Oriente los pilares del Imperialismo Mundial Globalizado, IMG. La Revolución Iraní pateó el tablero y cambió el panorama de toda esa región y la del mundo.
Los intentos del IMG por detener la avalancha de cambios en perspectiva fracasaron y lo obligaron a tranzar con la nueva realidad mediante el compromiso conseguido sobre el programa nuclear iraní; ni Israel ni Arabia Saudita aceptaron lo firmado. La monarquía árabe comenzó entonces una guerra petrolera contra EE.UU., Rusia, Venezuela, Ecuador… lo que es equivalente a irse a píe, para sacarle pica al taxista.
Como resultado de esta política suicida, el mundo está al borde del caos y la misma Arabia Saudita, casi en bancarrota: desempleo superior al 30%, recorte a las subvenciones de los servicios públicos más necesarios y subida de los precios de los productos básicos y los combustibles en un porcentaje entre el 30%, 50% y un 100%. ¿Cómo enfrentar estos problemas sin tomar al toro por los cuernos? Pues avivando los conflictos sectarios y acusando al enemigo externo, Irán, de ser el culpable de las luchas religiosas entre chiitas y sunitas.
Esto explica el porqué Arabia Saudita invadió el reino de Baréin, para aplastar el levantamiento de su población mayoritariamente chiita; su intervención militar sin precedentes en Yemen, donde sus habitantes claman por una ayuda humanitaria, que nunca llega; la presión a los países de la región para formar alianzas contra las hipotéticas amenazas del Estado Islámico, EI; la ejecución del clérigo chiita, jeque Nimr Baqir al Nimr, acusado de terrorista en un país donde por terrorismo se entiende «cualquier acto que atente contra la reputación del Estado», «dañe el orden público» o «altere la seguridad de la sociedad», en pocas palabras, cualquier crítica al extremismo wahabista allí practicado; y explica su posterior ruptura de relaciones diplomáticas con lo que llama «el terrorismo iraní».
¿Pero por qué, pese a que el Parlamento Europeo identificó al wahabismo, doctrina dominante en Arabia Saudita, como la principal fuente del terrorismo internacional, llámese este EI, al Qaeda, Boko Haram o Frente al Nusra, Gran Bretaña auspició el ingreso de este auténtico reino del terror al Comité de Derechos Humanos de la ONU, donde alcanzó la presidencia de la comisión encargada de la apertura y el seguimiento de los informes sobre las violaciones de los derechos humanos? ¡Habráse visto mayor felonía, el ratón nombrado guardián de las queserías! ¿Y por qué se le rinde tanta pleitesía y no se ha hecho nada para frenar las actividades terroristas de este país? Pues por la simple razón que, según Marx, rige el destino de todas las sociedades, por la económica.
El IMG no se enfrenta a Arabia Saudita por el petróleo y la jugosa troncha que obtiene de la venta de armas.
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