Voy a hablarles de un libro que ya no es mío -lo dije cuando vio la luz pública hace ya algunos meses- de un libro que tiene que recorrer como yo, sus propios caminos y vivir su propia historia. Les voy a hablar en calidad de médium, de crítico si se prefiere, como si hiciera […]
Voy a hablarles de un libro que ya no es mío -lo dije cuando vio la luz pública hace ya algunos meses- de un libro que tiene que recorrer como yo, sus propios caminos y vivir su propia historia. Les voy a hablar en calidad de médium, de crítico si se prefiere, como si hiciera una reseña en este día en que Del otro lado del espejo… recibe un premio de una institución de la envergadura y el prestigio de la Fundación Fernando Ortiz, de la cual, por suerte, formo parte.
Este es un libro que habla de la nación cubana, no desde una perspectiva babilónica, u oportunista como otros han intentado ya. No es un libro escrito bajo la pulsión de la moda o ánimos de rebeldía ingenua. Es un libro que ha transitado por dolorosos y largos años de investigación y escritura antes de entrar a una morosa imprenta hispánica. Del otro lado del espejo… carga sobre sus páginas el compromiso con Cuba y con su gente, con los parias y los execrados.
Tampoco es un libro sobre homosexualidades y homoerotismos, esos son solo sus contornos y pretextos más visibles. Este es un libro sobre ideología y conciencia de género, que anima impúdica y abiertamente, a romper todos los espejos de la hegemonía y los prejuicios. Un libro que recorrerá sus propios caminos y que me enseñó a dar voz a los silencios, a pensar lo cubano con otros lentes, a entrenar la mirada, a decodificar la cultura y a desconfiar de lo que nos viene del Norte en una seductora envoltura; un libro que se niega al New Age de la colonización cultural y a ser cómplice de la tolerancia y los ghettos.
Del otro lado del espejo es un texto de este tiempo, le ha tocado vivir en un mundo violento, insípido y recalentado. El DVD pasó de moda sin envejecer en el mercado y sin que muchos llegaran a usarlo; el porno, el reality show y la pantalla plana de Sony se venden como pan caliente. Lo audiovisual gobierna, y los gigabytes otorgan status y poder. Vemos el American way of life, convertido en transmisor hacia donde los pueblos del Tercer Mundo orientan sus antenas culturales. Las transnacionales, a través de máquinas y satélites, construyen sujetos modélicos colonizados a golpe de paradigmas inalcanzables. Al tiempo que las bombas caen en Bagdad o Afganistán, Calvin Klein anuncia por Internet un calzoncillo para hombres sexys, la Ford su modelo del año y Yahoo promueve a Shakira y a Ricky Martin. Miles de muchachas intentan competir con Barbie que las deja bulímicas o anoréxicas, mientras Viagra provoca infartos a vejetes conquistadores. Estamos presenciando la consolidación de un orden global cada vez más excluyente y competitivo, donde las identidades locales están en estado de emergencia y donde puede percibirse una nueva sensibilidad humana, donde el amor y las pasiones los fabrican las telenovelas, HBO, Play Boy y los best seller. Hoy, solo con resistir no basta, hay que producir cultura, tenemos que hacer nuestra propia ciencia y nuestra propia teoría social, tenemos que diseñar nuestros propios modelos, siendo más auténticos, más sagaces y menos contemplativos.
Agradezco profundamente a la Fundación Fernando Ortiz por atravesar conmigo este espejo y acompañarme de este lado, solo espero en algún momento de mi vida, haberlo merecido.