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Recensión del libro La memoria y el fuego, de Jorge Valadas

Del salazarismo a Eurolandia, vía Virgen de Fátima, guerras coloniales y Revolución de los Claveles

Fuentes:

El Portugal de hoy es un país de enormes contrastes. Por una parte es innegable el progreso del país a lo largo del siglo XX. Como España, durante el siglo XX Portugal evolucionó de una sociedad atrasada e inculta a un país en muchos aspectos equiparable a las demás naciones europeas. Según indicadores generales como […]

El Portugal de hoy es un país de enormes contrastes. Por una parte es innegable el progreso del país a lo largo del siglo XX. Como España, durante el siglo XX Portugal evolucionó de una sociedad atrasada e inculta a un país en muchos aspectos equiparable a las demás naciones europeas. Según indicadores generales como la esperanza de vida al nacer, Portugal tiene hoy niveles de salud similares a los de Dinamarca o Inglaterra. Pero como explica Jorge Valadas en La memoria y el fuego, en otros aspectos Portugal sigue siendo líder europeo en indicadores negativos. Así es el país de Europa occidental con las mayores tasas de analfabetismo y de mortalidad por tuberculosis. En años recientes esa tasa de mortalidad ha sido en Portugal tres veces mayor que la de España y ocho veces mayor que la de Suecia.

La memoria y el fuego, publicado el año pasado por la editorial Pepitas de Calabaza y subtitulado «Portugal: la cara oculta de Eurolandia», es el primer libro en castellano de Jorge Valadas. Es de desear que no sea el último, porque tanto por su interesantísimo contenido como por lo bien escrito que está, La memoria y el fuego resulta una lectura amenísima. Lo que Valadas escribe sobre la evolución de la sociedad portuguesa a lo largo del siglo XX tiene interés de orden sociológico y político, pero se nos presenta además imbricado con sagaces reflexiones que abarcan lo literario, lo estético y lo cultural en un sentido amplio. El autor claramente rechaza el encasillamiento de género y en este ensayo de doscientas páginas sus comentarios, siempre ordenados e hilvanados por un sólido hilo argumental, pasan por temas tan diversos como el desarrollo del movimiento surrealista en Portugal, los fenómenos religiosos vinculados con la virgen de Fátima, los efectos corrosivos de las guerras coloniales sobre la estabilidad social y política de la dictadura salazarista, la influencia sobre el mundo literario del Partido Comunista portugués y las profundas transformaciones ecológicas de Portugal en los últimos treinta años.

En una reseña de este libro se ha dicho que al poco de comenzar este viaje por Portugal que nos propone Valadas, «los habitantes de esta España «tan culta» nos quedamos perplejos al descubrir que apenas sabemos nada de nuestros compañeros de península.» Y ciertamente, Valadas a menudo nos sorprende. Así lo hace, por ejemplo, al describir las tendencias elitistas de la literatura portuguesa de las primeras décadas del siglo XX, ilustradas por la opinión del afamado Fernando Pessoa, quien poco después de la Revolución Rusa de 1917 reflexionaba así: «Entre el trabajador del cerebro, como le llaman, y el trabajador del brazo no hay identidad ni semejanza: hay una profunda y radical oposición. Lo cierto es que entre un operario y un mono hay menos diferencia que entre un operario y un hombre culto. No es posible educar al pueblo, porque es pueblo. Si fuera posible convertirlo en individuos sería educable, sería educado, pero ya no sería pueblo. Lo que caracteriza a la mentalidad popular es el odio a la ciencia y a las leyes naturales. Lo que el pueblo quiere y espera es el milagro. Que lo haga Nuestra Señora de Lourdes o de Fátima, o que lo haga Lenin, en eso está la única diferencia. El pueblo es fundamentalmente, radicalmente, irremediablemente reaccionario.» Contrapeso a esa literatura elitista fue la estética de realismo socialista impulsada por los comunistas en las décadas siguientes. Álvaro Cunhal, por muchos años secretario general del PC portugués, en 1994 confesó ser el autor de varias novelas publicadas bajo el seudónimo de Manuel Tiago. En esa literatura, dice Valadas, los intereses del Partido y de su lucha «se imponen a la vida privada de los personajes, que evolucionan en el mundo con autoconciencia y con un dominio racional de sus contradicciones. En esas obras, el «comunista» aparece como una figura superior, desprovista de ambigüedades, de dudas y de incertidumbres, animado por la moral del Partido; el héroe es un héroe colectivo, el representante de una clase. Se comprenderá que en este género de ficción quede poco o ningún lugar para la espontaneidad, las flaquezas de una vida alienada, la complejidad del individuo. Y también se comprende por qué motivo Cunhal gustaba decir que «un verdadero comunista no habla de su vida privada». Según Cunhal, fuera de la vida militante hay apenas momentos secundarios. La vida verdadera es aquella donde se funden el individuo y los objetivos históricos del Partido.»

La memoria y el fuego nos sorprende también al referirse a José Manuel Durao Barroso, presidente actual de la Comisión Europea y anterior primer ministro portugués. Según su biografía oficial , Barroso comenzó sus actividades políticas en 1980, en el Partido Socialdemócrata, pero Valadas nos informa que realmente Durao Barroso se inició en la política en el MRPP, Movimiento para la Reconstrucción del Partido del Proletariado, grupo maoísta muy activo en los años setenta (de cuyas siglas alguna vez se oyó decir en España que significaban realmente «Movimento de Ragazzos Pinta-Paredes»). Son orígenes políticos que mejor no recordar.

Desde la perspectiva española en la que hay mucho de similar, otras cosas que cuenta Valadas son menos sorprendentes. Tal es por ejemplo el boom de la construcción en Portugal durante los primeros años del nuevo siglo, o el exagerado endeudamiento medio del ciudadano portugués. Ese endeudamiento pasó en solo catorce años del 20% al 118% de su renta disponible y es ya superior a la media europea.

Según puede leerse en la solapa del libro, Jorge Valadas fue oficial de la marina portuguesa hasta desertar por oposición a la guerra colonial y exilarse a Francia en 1967. Desde entonces vivió en París y se ganó la vida como electricista, lo que no le impidió ser también autor de varios libros publicados en francés bajo el seudónimo de Charles Reeve. La memoria y el fuego, que se publicó primero en portugués y en francés, es la primera obra que Valadas publica con su verdadero nombre. La traducción de Quim Sirera que aquí se reseña es de un castellano impecable y la edición del libro por la editorial logroñesa Pepitas de Calabaza es excelente si se exceptúa alguna «metereología» que se le escapó al corrector.

El diagnóstico de la sociedad portuguesa que hace Valadas no es brillante. Portugal se hallaría «carente de energía e iniciativa colectivas, con la imaginación anestesiada por la alienación mercantil» e incapaz de resistir las fuerzas destructivas del rodillo europeo. A pesar de lo cual el autor nos invita a un viaje que, atravesando paisajes desolados, «sale de las autopistas de la modernidad neoliberal para penetrar en las veredas poco conocidas de la memoria de los vencidos, al encuentro de señales y vestigios de la utopía social enterrados por debajo del cemento y del crédito.»