Un negocio sin apenas instalaciones y con un ejército de gente, básicamente joven y migrante… sin relación laboral con la empresa.
Deliveroo es una de las nuevas multinacionales de la economía digital que se dedica a gestionar el reparto de comida a domicilio entre clientes y restaurantes a través de repartidores en bici o moto, que llaman ciclomensajeros o riders. Como otras economías digitales punteras, un exclusivo joven emprendedor extranjero se convierte en multimillonario montando un negocio sin apenas instalaciones y con un ejército de gente, básicamente joven y migrante, que trabajan para ellos sin relación laboral con la empresa. Los riders asumen los riesgos laborales, ponen sus propias herramientas de trabajo, su bici o su moto, su móvil, sus piernas y pagan la Seguridad Social y los impuestos. Dinero rápido a cambio de fuerza de trabajo, sin más complicaciones ni responsabilidades para el empresario. Un negocio redondo. Deliveroo tiene a su servicio multitud de trabajadores autónomos con los que sólo mantiene una relación mercantil, lo que sale mucho más barato que tener una plantilla de asalariados.
Pero Deliveroo ha tenido su primer pinchazo: los trabajadores están empezando a ver los resultados de las movilizaciones del verano pasado, las Inspecciones de Trabajo dictaminan que son falsos autónomos igual que lo ha argumentado la sentencia de Valencia el pasado mes de junio en el primero de los juicios celebrados contra la empresa en el estado español.
Las relaciones laborales en estas empresas como Deliveroo son muy parecidas a las del siglo XIX. Pero ahora, en el siglo XXI la dirección y gestión de esa explotación, con el neolenguaje perversamente aséptico de la industria 4.0, la hace un «algoritmo», forma peculiar de desligar formalmente a la empresa, que en definitiva es la que gestiona la aplicación, y que les sirve para camuflar la relación como mercantil. La aplicación es la herramienta a través de la que los «riders» ciclo/moto-repartidores, solicitan horarios de trabajo y a través de la cuál les es concedido o no. La empresa, que está al mando de la aplicación del móvil, es finalmente la que reparte, ahora como entonces lo hacía el capataz, precariedad, flexibilidad, competitividad y premios a la docilidad, esfuerzo y entrega. El algoritmo es el que asigna los horarios, las direcciones de recogida y de entrega y la que les tiene geolocalizados en todo momento. También es el que penaliza al trabajador con peor o mejor zona, distancia y número de repartos.
A Deliveroo no le afecta la crisis. En los tres primeros años desde su fundación, a comienzos de 2013, la plataforma británica creció un 25% cada mes, según explicaba la consejera delegada de la compañía en España, Diana Morato, y ya está instalada en media Europa, Singapur y China. «Tenemos un producto que funciona muy bien» decía la voz de la empresa en nuestro país. Lo que no dicen, pero también ha contribuido exponencialmente a ese buen funcionamiento del negocio es la crisis, o mejor dicho, sus efectos, fundamentalmente en lo que respecta a la caída de los sueldos y pérdida de los derechos laborales, sindicales y flexibilización a la carta regulada por las últimas reformas laborales, unidas al empobrecimiento y precariedad en la que vive una mayoría social. De hecho, como recuerda Carlos Gutiérrez, Secretario de juventud y nuevas realidades del trabajo de CCOO, el 52% de asalariado en este país tiene jornada parcial y/o temporal, con una precariedad muy amplia y en expansión respecto a falsos autónomos, economía sumergida y falsos becarios. Eso unido a los nuevos hábitos de consumo, las posibilidades tecnológicas y las formas de contratación que dejaron las reformas laborales, que les sirven, entre otras cosas, para evitar los pagos a la Seguridad Social. Todo esto les permite conseguir una mano de obra no sólo barata sino, exprimiendo más la naranja, una mano de obra abundante con la que la empresa, que ahora se llama plataforma, ni siquiera tiene relación laboral. En resumen, trabajadores barato. Falsos autónomos.
El fundador de Deliveroo, Will Shu, es un estadounidense afincado en Londres. Dedicado a la banca de inversiones, se le ocurrió una brillante idea: una gran empresa que ni produce, ni tiene trabajadores a su cargo… ni fábricas, ni almacenes. Sólo gestiona el reparto de comida de alguno de los más de 5.000 restaurantes que tiene en su plataforma y hace que un rider lo lleve en el menor tiempo posible a la casa del cliente… Cero de producción, mínima infraestructura, reducida a dos centros en Madrid: uno de atención al cliente y soporte de riders y otro de marketing y estrategia. Cero de inversión en transporte, mantenimiento, seguros…. Y cero de seguridad social a sus repartidores. Sólo tienen contratos los trabajadores de oficinas.
Según escribe Efe-empresas, Deliveroo «recibe inversiones». Después de la apertura en Londres «y tras varias rondas de financiación, abrió sedes en París y Berlin. Y «al recibir en julio de 2015 una inversión de 70 millones de dólares, Deliveroo decidió su desembarco en España».
Comienza la partida
Cuando un ciclomensajero explica por primera vez cómo funciona el reparto de trabajo parece que cuenta las reglas de un juego de mesa. Hay muchos personajes en la casilla de salida dispuestos a comenzar la carrera. El que salga antes tomará las mejores posiciones, pero el turno de salida dependerá de los puntos acumulados que cada uno lleve en su carné. ¿Y cómo se consiguen los puntos? Siendo el más rápido. Cogiendo las franjas de máxima demanda, entre 20 y 23 horas, que son las de la cena… pero también las de la comida, que es cuando los clientes piden más… que coincide que con las horas de más tráfico y más peligrosidad en la vía. También acumula más puntos el que sea más valorado por los clientes y por la empresa. Pero la empresa también tiene potestad para quitar puntos. Lo hace aplicando sus baremos de fidelidad a la empresa, que penaliza si hay incidencias, si se reporta un comportamiento indebido, si el rider rechaza pedidos… o si no acude al trabajo por cuestión de enfermedad y no avise con suficiente tiempo, «aunque deje sus horas sueltas» se puede penalizar por cancelación tardía, explica María, que trabajaba en las oficinas y pertenece a la sección sindical de CNT. Horas que no se quedan vacían porque siempre hay gente pendiente de las alertas que lanza la aplicación; las coge el que antes la vea.
Todo se viene a resumir en la premisa de a más puntos más horas y a más horas más dinero a final de mes. Así que según los puntos de partida acumulados en un mes hay dos turnos para solicitar el calendario de trabajo de la semana. Los turnos se abren el lunes. En el primer turno, que sale a las 11 de la mañana, se agotan las mejores horas: las de las comidas y cenas… Para el segundo quedan los restos como desayunos y meriendas, de 16:00 o 17:00 a 19 horas. Y el jugador nuevo parte con cero puntos.
«Hay un continuo fomento de la competitividad, lo que beneficia a la empresa para que los compañeros no hagan piña ni haya una presencia sindical» explica María, que ha llevado a juicio su despido. Cuenta también cómo las condiciones laborales fueron igualándose a la baja para asemejarse a las de Glovo. Al principio en Deliveroo se pagaba 4,20 euros por pedido, asegurando siempre que habría dos pedidos por hora. Y que se trabajaría un mínimo de 20 horas semanales. Cuando la empresa suprimió estos dos compromisos fue cuando empezaron las huelgas y movilizaciones.
Fue en junio de 2017. Martino Correggiari fue uno de los que participó activamente en la huelga… y, como muchos de los que participaron en las movilizaciones en Madrid, Valencia y Barcelona, fue despedido. En la jerga de la plataforma tiene otro nombre, no te despiden, simplemente te desconectan, lo que significa que no puedes utilizar tu perfil en la plataforma… te han expulsado del juego. Se acabó. Martino explica que la empresa tampoco necesita dar explicaciones pero él, como el resto, sabe que el motivo fue por no haber firmado en nuevo contrato que suponía la pérdida del mínimo de horas y de ingresos asegurados. Cuando Deliveroo empezó a pagar sólo por pedido realizado, tenías que estar listo y disponible las horas que habías pedido y te había concedido la empresa, y si no tenías suerte te podías pasar dos horas o tres sin llevar ningún pedido y sin cobrar un euro.
Correggiari es un italiano de 30 años que vino a España en enero de 2017 y a mediados de febrero ya estaba pedaleando bajo el logo de Deliveroo. Cuenta que entró en Deliveroo porque es muy fácil hacerlo. De hecho, dice que en Madrid alrededor del 90% son extranjeros. Para empezar a trabajar sólo necesitas ser autónomo, tener una bici y un móvil para tener la aplicación de la empresa. A cambio recibes un dinero rápido y pagan por quincenas.
El trabajaba entre 20 y 25 horas y podía ganar unos 500 euros a la quincena. Total que al mes, después de gastos, se quedaba con 700/800 euros netos. Cuenta que la gente dura una temporada limitada, que suele coincidir con la cuota plana de autónomo y luego se va. El perfil son varones jóvenes y no hay casi ninguna mujer. El salario varía. Frente a los que no llegan a hacer más de 5 ó 10 horas semanales, hay un porcentaje mínimo de gente que puede ganar hasta 2.000 euros al mes trabajando todos los días y fines de semana… Y arriesgando, porque también hay compañeros que han tenido accidentes graves y se han quedado sin trabajo y con la baja mínima de la Seguridad Social… si habían acumulado suficiente tiempo de cotización. Habla del capitalismo salvaje en la ley de la selva y de la precariedad institucionalizada que ha cambiado las reglas del mercado laboral.
El ex rider de Deliveroo lleva más de un año metido en los movimientos antiplataformas y conoce bien cómo funcionan esos aspectos más oscuros de la empresa. Cuenta, por ejemplo, que el gran negocio de la empresa inglesa no es el reparto de comida sino la gestión y venta de datos recogidos, tanto de los gustos, tipo de pedido, localización de los clientes… como de la empresa. «La aplicación es el corazón del negocio», explica.
Pero también cuenta las miserias del proletario, la explotación del pobre sobre el más necesitado. «Igual que te pueden desconectar y dejarte fuera del juego, te permiten entrar en el juego con otro perfil. Esto significa que un mafioso de la precariedad puede abrir varios perfiles en diferentes plataformas y alquilárselos por 300 euros, o lo que pacten, a otros desempleados más precarios, alguien que no tenga papeles de trabajo y no esté dado de alta en la seguridad social». La empresa deja abierto a los repartidores la posibilidad de que otro trabaje por su cuenta. En otros casos el alquiler es de 1,5 euros por pedido. Es cuando el explotado explota al que está por debajo de él.
Víctor contra Goliat
En verano de 2017 los riders de Deliveroo de Madrid, Barcelona y Valencia se movilizaron y organizaron una huelga. Víctor Sánchez fue la cabeza de las movilizaciones de Deliveroo en Valencia. Pagó un precio. Le desconectaron. Cuando empezó a trabajar con la multinacional le hicieron una entrevista y firmó un contrato en la oficina. Más tarde suprimieron ese contacto personal y los contratos se empezaron a hacer por correo. Tampoco hay ninguna conversación ni explicación cuando la empresa te despide simplemente te bloquea tu perfil y punto y final. Game over. Eso le pasó a Víctor y demandó a la empresa. El 4 de junio ha ganado la primera sentencia en España que condena a Deliveroo y considera que los riders son falsos autónomos. La difícil batalla de David contra Goliat ha empezado. La titular del juzgado de lo Social de Valencia asume la tesis de la Inspección de Trabajo que considera que a los riders como trabajadores por cuenta ajena.
La magistrada considera que Víctor era un falso autónomo, que su relación con la empresa era laboral, no mercantil y condena a la multinacional por despido improcedente a readmitirle o a indemnizarle con 705,13 euros. La empresa ha recurrido y lo seguirá haciendo. Antes intentó una conciliación con el ex-rider a cambio de dinero, pero Víctor no lo aceptó y denuncia el desprestigio y mala prensa que está recibiendo por trabajadores contratados por la empresa. Es mucho más que esos 700 euros, es una cuestión de dignificar el trabajo. «Se trata de conseguir que la empresa acepte la sentencia, que contrate a la gente y que se puedan negociar derechos y condiciones».
La de Víctor es la primera sentencia que cuestiona el modelo laboral de Deliveroo. Podría obligar a que los repartidores de la startup se conviertan en trabajadores por cuenta ajena. La empresa tendría que pagar además las cuotas no pagadas a la Seguridad Social de los riders de Valencia, lo que ascendería a 170.000 euros. Además, hay otra denuncia colectiva en Valencia pendiente de juicio, en principio para enero de 2018.
Poco después de la sentencia de Valencia, Deliveroo volvió a recibir otro tirón de orejas. La Inspección de Trabajo de Barcelona, como ya lo hiciera la de Madrid y Valencia vuelve a decir que los riders son falsos autónomos. Ha ordenado a la gigante digital a dar de alta a cientos de repartidores de la multinacional y a pagar 1.317.675,71 euros en concepto de las cuotas no pagadas a la Seguridad Social más los recargos.