«La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado sino solamente del porvenir « El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Carlos Marx. España no será la misma el día después que el Congreso y el Senado aprueben definitivamente la reforma de la Constitución impuesta por el acuerdo PSOE y el PP. […]
«La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado sino solamente del porvenir «
El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Carlos Marx.
España no será la misma el día después que el Congreso y el Senado aprueben definitivamente la reforma de la Constitución impuesta por el acuerdo PSOE y el PP.
Habrá ocurrido un cambio fundamental de imprevisibles consecuencias para la democracia y los derechos sociales de los ciudadanos españoles.
Ese día el capital financiero internacional y sus administradores políticos habrán impuesto a España el blindaje del modelo neoliberal con una reforma constitucional que sacraliza su más preciado dogma; el déficit cero.
A partir del día después de la reforma será prácticamente imposible llevar a cabo, por vías institucionales, cualquier programa de transformación social .
No se exagera cuando se afirma que con esta reforma las políticas de recortes a los derechos tendrán manga ancha. Claro, estarán avalados por la carta fundamental.
Más grave es el asunto. La modificación constitucional proporciona la absoluta prioridad en el pago a los acreedores internacionales.
¿Que significa esto? Simple y escandaloso. Como las condiciones de la deuda en los mercados internacionales se hacen cada vez más difíciles, la inclusión de esta prelación implicará que España se verá obligada a desmantelar parte de los servicios públicos esenciales. Lo más probable es que el próximo gobierno acometa una inmensa desposesión del patrimonio acumulado por el pueblo durante décadas.
Está muy claro. Los «mercados financieros» han gritando fuerte, y alto a los gobiernos y parlamentos. Somos nosotros los que mandamos, nosotros somos el poder. Vosotros los políticos lo estáis haciendo bien. Hagan como que gobiernan, porque el show debe continuar.
Lo que está ocurriendo no es más ni menos que poner de rodillas a una democracia formal muy degradada y humillar a unos políticos serviles que no se cansan de hacer el ridículo.
Se trata de una realidad sangrante. En los mismos momentos en que los diputados votan a favor de la reforma «para tranquilizar a los mercados » la bolsa española cae un 3,4 por ciento y la prima de riesgo vuelve a subir superando con creces los 300 puntos,
Qué decir, entonces, del «estadista» Zapatero. No vale la pena gastar palabras. No se las merece. Se ha ganado a pulso un lugar entre aquéllos que están transformando a España en una neocolonia de los mercados financieros.
Con la reforma aprobada ya nada podrá ser igual. Los demócratas honestos que luchan por el cambio social, especialmente aquellos que nos ubicamos en la izquierda transformadora, tendremos la obligación de repensar todas nuestras estrategias políticas.
UN ANTES Y UN DESPUÉS PARA LA IZQUIERDA
La reforma ha escrito negro sobre blanco en la Carta Magna española algo que ya sabíamos.
Desde la crisis del 2008 el capital internacional ha secuestrado la democracia liberal, en su beneficio, imponiendo su implacable lógica a una endeble democrática.
Las vías institucionales están prácticamente cerradas para lograr los cambios sociales, económicos y políticos que necesita con urgencia la sociedad española.
Sí algunos no quiere entender está verdad vociferada por los propios «mercados» es porque tienen vocación de segundones o solo les interesan los restos de un pequeño poder imaginario con muy mal olor.
Con la norma aprobada y además con la ley electoral vigente, los partidos del sistema se aseguran una correlación de fuerzas «Ad eternum» en el congreso que hará imposible cambiar un modelo económico que vive en estos días una crisis de nunca acabar.
Este antes y después significa, entre otras muchas cosas, que se ha agotado una forma de hacer política heredada de una transición pactada con el tardo-franquismo.
En realidad la reforma constitucional es un verdadero golpe de Estado blanco que desenmascara las formalidades democráticas de una transición inconclusa y traicionada.
Al final de cuentas la historia está pasando una inevitable factura a quienes, desde la izquierda, negociaron una democracia formal y de baja intensidad.
Cuánta verdad hay en la primera consigna de los indignados; Democracia real ya, no somos mercancías en manos de políticos y banqueros
Esta vuelta de tuerca neoliberal abre nuevos horizontes políticos en España. Habrá que descubrir los nuevos caminos para la lucha democrática.
Por el momento cada día aparecen más claras las limitaciones de electoralismo y su nula capacidad para producir políticas que permitan los cambios sociales y económicos que se necesitan para salir de la actual crisis del capitalismo.
Todavía pensamos que se debe participar en las elecciones. Aún el Parlamente puede ser un lugar de denuncia. Pero, al parecer, hasta ahí llega su utilidad para la izquierda.
En efecto, sin una estrategia política que reivindique una revolución ciudadana, un programa transformador y una creciente movilización popular, el parlamentarismo es absolutamente ineficaz.
Hay que decirlo de una vez; las tradicionales estrategias que solo son políticas-electorales producirán nuevos fracasos y desilusiones a la izquierda transformadora. Muy poco sacaremos con unos cuantos diputados más.
Lo que está en crisis, también, es una manera de entender la política, aquélla que piensa solo en el espacio institucional, cupular, lejos de la calle y del ciudadano.
Está práctica ha transformado a algunos partidos en aparatos electorales que sufren un permanente «transfuguismo» desde la Izquierda a un PSOE que hoy defiende, casi sin fisuras, la ortodoxia neoliberal.
Por lo tanto, entendería mal la izquierda si piensa que lo que ocurre es un debate político-electoral más.
Con esta crisis del capitalismo, lo que está en juego no es un gobierno u otro, ni siquiera una constitución u otra, sino el propio sistema, que no es capaz de salir de la crisis y de generar el consenso necesario para su supervivencia.
Lo que está en cuestión es el sistema. Por tanto, más que preparar una contraofensiva electoral, lo que hay que hacer es preparar una contraofensiva contra el sistema.
Tiene razón el destacado economista francés Michael Husson en su reciente y documentado articulo «Una crisis sin fondo»
«…el capitalismo ya no puede funcionar como antes. El retorno al Business as usual [lo mismo de siempre] o al capitalismo regulado de los «treinta gloriosos» es imposible…»
«…En el fondo que sin ir más allá de un umbral mínimo de radicalidad que se niegan a franquear, los programas socialdemócratas apenas se distinguen en forma muy marginal de la lógica neoliberal…»
«…La realidad actual es que cualquier salida progresista a la crisis supondría un enfrentamiento directo con la lógica del capital, y por tanto un nivel muy elevado de conflictividad…»
PIANO-PIANO CIVO LONTANO.
En la Web de Socialismo 21, hace ya un tiempo, Manuel Monereo planteó la necesidad de una revolución ciudadana como la única respuesta progresista para enfrentar la crisis sistémica del capitalismo.
Un mes después los indignados del movimiento 15-M, demostraron que el enunciado era un aserto, una aproximación correcta y visionaria.
Desde esa fecha y en pocos meses ha pasado mucha agua bajo los puentes. La historia se acelera en periodos como estos.
Recién estamos al comienzo de proceso que empezamos a transitar. Queda mucho camino por andar para que, lo que vivimos, sea un verdadero nuevo comienzo.
Con Marx pensamos que las revoluciones del siglo XXI, nuestro siglo, no deben sacar su poesía del pasado sino del porvenir.
En este sentido y a pesar de sus contradicciones y límites la rebelión de los indignados puede llegar a escribir las primeras líneas de esta nueva poesía.
Es muy posible que en este recodo de la historia se esté construyendo un nuevo sujeto revolucionario; el precariado, los nuevos proletarios de este siglo.
De cualquier manera, las fuerzas motrices del cambio revolucionario, junto a un movimiento obrero que despertará tarde o temprano, serán los ciudadanos desposeídos y proletarizados por la crisis del sistema.
La revolución ciudadana necesariamente estará imbuida por la praxis de los últimos meses.
Es decir, será profundamente democrática, participativa, horizontal, dialogante. Sus lideres deberán aprender a mandar obedeciendo y sus actores deberán ser capaces de utilizar las nuevas tecnologías de la comunicación y las nuevas formas de lucha en un mundo que ha cambiado.
La revolución ciudadana seguramente estará cimentada en las asamblea populares de barrios y pque pueden llegar a transformarse en un nuevo poder popular democrático.
Su táctica se vislumbra como formas de desobediencia civil, de guerrilla mediática, de movilización urbana permanente y sistemática.
Pero ¿qué tenemos hoy? Una experiencia ganada, un futuro incierto, un movimiento social en ciernes, todavía por desplegar. Y poco más.
¿Que nos falta?
Como podrán ver nos falta mucho. Sobre todo se echa de menos el «intelectual orgánico» que aporte con elaboración teórica, con una estrategia y una táctica.
Es cierto aquello de que «vamos lento porque vamos lejos», pero cada día que pasa es más fuerte la necesidad de avanzar en la construcción de una fuerza que coordine y abra las puertas a la revolución ciudadana. Y ojo. Digo con claridad fuerza y no partido político.
Dicho con las palabras del filosofo esloveno Slavoj Zizek
» …el movimiento de protesta muestra los límites de la autoorganización»
«Esto claramente no es suficiente para imponer una reorganización de la vida social. Para conseguirlo se necesita un organismo fuerte, capaz de tomar decisiones rápidas y ponerlas en práctica con todo el rigor necesario…»
El desafío está en la mesa. Urge un dialogo abierto y una reflexión de carácter estratégica para la izquierda y los revolucionarios en un siglo que comienza con una nueva era de combates.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR