Lo que sigue tiene que ver con la afirmación reciente del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmando que “España es una democracia plena”. Contestaba así a Pablo Iglesias, quien, a cuenta de la condena del rapero Pablo Hasel, había puesto en una cierta solfa la calidad de la democracia española.
No entiendo muy bien eso de la democracia plena. En los cinco años de la carrera de Derecho, yo no oí hablar nunca de semejante concepto. Sí de la democracia “orgánica” (la de Franco), “popular” (países socialistas), “directa” (asamblearia y consejista), “formal” (puramente electoral), “participativa” (abierta, consultiva y refrendataria)…, pero de la “plena”, era la primera vez.
Diccionario de la Real Academia Española: “Pleno: completo, lleno”. Me quedo igual que antes, porque, ¿qué es una democracia completa o llena? Por otro lado, ¿llena de qué?, ¿de aire, como los buñuelos?, ¿de tentáculos, como los txipirones?, ¿de lo que quieras, como los pimientos? Pedro Sánchez, como tantos políticos, juega con las palabras. Es como la Constitución, que afirma el derecho al trabajo sin discriminación de sexo (art. 35) y a una vivienda digna y adecuada (art. 47), y ya ves luego lo que hay. O sea, democracia buñuelo, rellena de nada en muchos casos.
Procusto era un posadero y bandido del Ática, Grecia. Ofrecía estancia al viajero solitario invitándole a pasar la noche y cuando éste dormía, lo ataba e inmovilizaba en la cama. Luego, si su cuerpo sobresalía de ésta, le serraba las partes del cuerpo sobrantes. Por el contrario, si le quedaba grande el lecho, lo descoyuntaba a fin ajustarlo a sus medidas. Eso sí, los que se ajustaban a su tamaño, dormían como dios.
La democracia española es bastante procusteana. Estira algunos derechos y cercena otros a fin de adecuarlos a los cánones del poder. La Administración, la Judicatura y, no digamos aún, el Ejército-Guardia Civil-Policía, están plagados de posaderos áticos, que no éticos. El último ejemplo han sido las prohibidas manifestaciones del 8 de marzo en Madrid, primeras en todo un año de pandemia. Miles de mujeres en la calle eran mucho para la cama del Delegado del Gobierno, así que ha aplicado serrucho constitucional. Otra cosa fueron las concentraciones señoritingas del barrio de Salamanca, en contra de las medidas de confinamiento, o la concentración nazi-atapuercana en homenaje a la División Azul española, con toda su parafernalia fascista (“preconstitucional” le llaman a eso) y su griterío xenófobo.
La Fiscalía, también de Madrid, acaba de archivar la investigación abierta sobre un chat ampliamente difundido por todo tipo de medios. En él, altos ex-cargos militares, golpistas francogenéticos ellos, hablaban de la necesidad de fusilar a “26 millones de hijos de puta”, entre los que se encuentran probablemente la inmensa mayor parte de las lectoras y lectores de este artículo. El fiscal afirma que “no existen elementos que permitan inferir que el chat fue creado al objeto de promover, fomentar o incitar al odio, hostilidad o violencia hacia un colectivo”. ¡Amén! Otra cosa son, por supuesto, los “ongi etorri” a expresos de ETA, que tras cumplir 30 años de cárcel, alejados y en régimen de aislamiento, son recibidos en su pueblo por sus familiares, amistades y conocidas para decirles que se alegran de verlos en libertad y decirles que se les quiere.
Tras reconocer Juan Carlos I, el héroe del 23-F, sus lapsus tributarios con Hacienda, e ingresar cuatro millones de euros para regularizar su fraudulenta situación, el presidente del Gobierno de la democracia plena española, Pedro Sánchez, se ha puesto serio y ha criticado al emérito -¡fíjateee!- por lo que ha llamado “sus conductas incívicas”. Parece así como si sus distraimientos fiscales fueran similares a tirar un papel al suelo en la calle, cruzar un semáforo en rojo o dejar las cacas del perro sin recoger. Mientras tanto, el PSOE vota una y otra vez en el Congreso en contra de investigar las cuentas y cuentos del emérito, por entender que la Constitución lo inmuniza frente a tamañas ordinarieces parlamentarias. Complicidad pura y dura, llaman a eso.
La democracia española, entiendo yo, más que plena es plana. Infectada de arriba abajo por procustos togados, uniformados, ensotanados y endinerados posaderos, decreta conforme a su gusto e interés las medidas de la politicamente correcta cama constitucional. Y una vez hecho esto, cercena cuantas exigencias sociales, nacionales, juveniles o feministas puedan contravenir la paz, la justicia, la libertad y la igualdad hechas a su medida.
Se criminaliza políticamente, primero, y se recorta legalmente, después, las libertades democráticas (reformas del código penal, ley mordaza, ley de extranjería), y todo cuanto sobresale de su catre cuartelero. Leyes autonómicas vascas y catalanas que regulan las consultas ciudadanas son declaradas anticonstitucionales y el democrático referéndum catalán es tomado al asalto (¡a por ellos, oe…!) por sedicioso. Mientras tanto, la Fundación Francisco Franco recibe subvenciones a espuertas, a mejor gloria del genocida y sus hazañas.
En la democracia plena de Pedro Sánchez, más de seis mil personas torturadas en Euskal Herria esperan que algún fiscal o juez se acuerde de ellas. También lo hacen las familias de Joxian Lasa, Joxe Zabala y Mikel Zabalza, torturados hasta la muerte por beneméritas manos y bañeras. Democracia txipiron, llena de tentáculos franquistas por dentro.
Democracia buñuelo también, de mucha igualdad constitucional de boquilla, pero en la que las brechas salariales y de pensiones entre hombres y mujeres son de escándalo y más de un 40% de la juventud se encuentra en el paro; en la que bajo el gobierno autodenominado más de izquierdas de la historia de su España, en el reparto del PIB, las rentas del capital siguen creciendo a costa de las del trabajo,
Si Pedro Sánchez repitiera eso de la “democracia plena” frente a un espejo, hasta él se partiría de risa. También el espejo, por supuesto.